CAPÍTULO V

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*Maureen*

¿Cuánto pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana?

Parece que mucho.

Han pasado un buen par de horas tras el incidente con el demonio y, desde entonces, no me he podido despegar del niño. Él cree que no puedo sentirlo, pero, de vez en cuando, al girar mi cabeza, veo unos grandes ojos azules a través de los arbustos. Me mira fijamente, con interés, como si quisiera evaluar cada pequeño movimiento.

Intenté alejarme de él tras ayudarlo, pero ha sido una misión imposible. Realmente parece no ser una amenaza, pero eso no significa que esté preparada para vincularme con él.

Cuando creo que me he alejado lo suficiente, su cabellera blanca reaparece en mi campo visual. Estoy empezando a creer que tiene habilidades para hallar huellas en el camino. ¿Si no de qué forma siempre me encontraría?

Me pellizco las manos con intensidad. Su presencia empieza a ponerme nerviosa y realmente quiero librarme de él. Además, mi preocupación solo va en aumento desde el encuentro con el oscuro.

Se sabe que, tras la gran batalla, los demonios inferiores huyeron de regreso a Terra Tenebrarum. Sin Markus controlándolos no tenían ninguna razón de permanecer aquí. ¿Por qué volver ahora?

Cierro los ojos con fuerza al recordar a las criaturas que asesinaron a mi madre trece años atrás. Ellos también eran demonios, ¿este retorno implica también el regreso de ellos?

No. Es imposible, ya los maté.

Intento negar los pensamientos intrusivos, pero sobrevienen con intensidad:

"Mátenla", susurrá con lentitud el oscuro. "El amo estará contento. Hazte cargo."

-

Mis ojos vuelven a abrirse con brusquedad. Hacía años que no revivía ese momento.

El amo, el amo, el amo. Había un amo. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza. ¿Estuve tan asustada y negada a recordar que nunca me percaté de eso?

Un amo. ¿Un amo implicaba que alguien les daba órdenes? ¿Por qué el amo estaría contento por encontrarme?

Mi corazón empieza a bombear con intensidad. Un sofoco se adueña de mi cuerpo y el retumbar de mis latidos en mis oídos es todo lo que puedo oír.

El amo estará contento...

El amo...

El amo.

Las palabras resuenan en eco y taladran mi cabeza, como si quisieran calar en lo profundo de mí ser.

Un pitido agudo empieza a picar en mis tímpanos. Duele, y con cada minuto que pasa la intensidad aumenta aún más.

Sujeto con fuerza mi cabeza y caigo de rodillas al piso. Con brusquedad desato la túnica, en un intento de liberarme para respirar mejor, pero es imposible. El aire parece tener dificultad para llegar a mis pulmones.

Mátenla.

Mátenla.

Mis manos se apoyan en el piso, para esta altura ya he empezado a hiperventilarme. Mi visión empieza a tornarse borrosa.

El amo.

El amo.

El amo volvió.

La desesperación es tal que ni siquiera parece importarme el volver a tener al niño frente a mí, en cuclillas y con su rostro cercano a mí.

El amo volvió.

Silvebris: la llama eterna | HEREDES #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora