CAPÍTULO XXXIX

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*Maureen*

—Te dije que volvieras a buscarme.

—Y lo hice... Bueno. Lo hicimos —me responde.

Me detengo un momento, observando sus ojos que parecen sonreír. ¿Realmente está contento de haberme encontrado?

—Eso es... —intento responder, pero al ver a uno de los oscuros pequeños acercarse a mí con brusquedad y tomar mi mano, mi cuerpo se congela.

Me reprendo por tener unos pésimos sentidos de supervivencia. Quiero decir, ¿por qué le permito acercarse a mí de tal forma?

¿Por qué no me muevo?

¿Por qué no la aparto?

¿Por qué siento, incluso, calidez en mi pecho?

Quizás me falta maldad.

—Es verdad, Cove. Ella podría ser la solución —dice quien sostiene mi mano. Su voz es femenina y me indica que es tan solo una joven. Sopeso que no pasa los doce años.

Lo que hace a continuación me deja incrédula.

Con lentitud, acerca poco a poco mi mano hasta su coronilla, donde la deja reposar. Se mueve con cautela y sin dejar de observarme, como si estuviera tanteando el terreno conmigo. Yo frunzo el ceño ante este gesto, pero, nuevamente, por motivos internos que no entiendo, la dejo estar. La niña me mira con admiración. El hecho de que en mi mano en su cabeza la haga comportarse así me parece extrañísimo.

Los lobos se me acercan, con gruñidos que pretenden intimidar a la pequeña criatura frente a mí. No obstante, Cal sale de abajo mío y emprende vuelo hasta posarse en la cabeza de Elarion. No sé qué dice, pues les susurra algo que no alcanzo a escuchar debido a los relámpagos, pero parece que es suficiente para que se detengan.

Es entonces cuando el cuervo me dedica un asentimiento. Le agradezco, aunque no sé muy bien por qué. Trato de no pensarlo mucho, Cal a veces parece entender mejor que yo lo que necesito.

Ahora que me pongo a pensar, él realmente se comporta como un mentor para mí. Espero que nunca se percate de ello, se pondrá insoportable y tendré que comérmelo.

Las otras dos figuras oscuras dan un paso hacia mí.

—Es verdad, Alina. Se le ve en el porte —habla otra niña. Luce más pequeña que los demás.

—Sí. Aunque la imaginaba más feroz —aporta otro oscuro. Su tono de voz es seco.

—Se los dije —quien habla es el niño-demonio. Hay orgullo tiñendo su voz.

Estoy plenamente estupefacta. Por su parte, los lobos no dejan de preguntarme "¿Qué está pasando?", a través del lazo. Claro que no tengo respuesta a esa pregunta.

El grupo de niños me observa con algo que combina temor-ternura-admiración-esperanza al mismo tiempo. ¿Honestamente? No sé cómo afrontarlo.

Trago saliva antes de volver a hablar:

—Los mandaron a matarnos —sentencio, porque es lo primero que me sale decir.

Quizás no es el mejor puntapié para iniciar una conversación al respecto.

La demonio suelta mi mano con rapidez y da un paso hacia atrás, confirmando con su reacción nerviosa que mi teoría es correcta; los enviaron aquí a asesinarnos. ¿Por qué se asustaría tanto si no? Probablemente ella piense que reaccionaré mal ante los hechos. Y claro, eso sería una respuesta lógica viniendo de mí. ¿Cómo no atacar a los oscuros que mandaron a lastimarme? ¿Por qué confiar en ellos? Después de todo, toda esta situación es extraña y le produciría desconfianza a cualquier criatura que estuviera en mi posición. ¡Es más! Esto quizás sea un plan de Markus para aprovecharse de nosotros, pero por algún motivo la intuición me dice que no es así, y me apego a ello.

Silvebris: la llama eterna | HEREDES #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora