6. Día 4

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Dumbledore despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que se había quedado dormido en la silla dorada de su despacho. Le dolía todo el cuerpo, en especial la cabeza, pero era muy consciente de que no debía perder el tiempo, apenas le quedaban tres días para terminar de ver los recuerdos de Snape y hallar las claves de su supuesta inocencia.

–Ya no eres tan joven como antes –se dijo a sí mismo, tratando de conservar el buen humor. 

Aún no había guardado el anterior recuerdo de Snape, y procedió a hacerlo con sumo cuidado, procurando no dejar nada fuera del frasco. Después de eso, cogió la siguiente botellita, y se la quedó mirando asombrado.

El salto temporal era enorme: la fecha correspondía con el regreso de Vóldemort a la comunidad mágica ¿Qué recuerdos guardaría Snape de esa época? ¿Tendría alguna revelación acerca de su papel de espía? ¿Algo que le declarase inocente al fin? Impaciente por verlo, vació el contenido de la botellita en el pensadero y se dispuso a descender de nuevo...

***

...en aquel recuerdo, Snape estaba en el jardín trasero de su casa. El terreno seguía tan echado a perder como siempre, sobre todo ahora, en verano, pero el mago no parecía darle importancia. Tenía una mano dentro del bolsillo de su túnica, y sus labios se movían a toda prisa, aunque ningún sonido saliera de ellos. De vez en cuando, aparecía un pequeño destello a sus pies, y Dumbledore comprendió que el mortífago estaba rodeando su casa con encantamientos protectores.

Su concentración era tal que no le importaba que las pocas personas que pasaban por allí se le quedasen mirando, aunque si se hubiese dado cuenta, no habría hecho nada al respecto. Su actual seguridad era más importante que las murmuraciones de los vecinos. Pero una voz le interrumpió de repente, haciendo que se sobresaltara y que el hechizo quedase por la mitad.

–¿Severus? ¿Eres tú? –el mortífago se giró para mirar a la mujer que se asomaba por encima del seto. Dumbledore también tardó en reconocerla. Su pelo cobrizo le llegaba a la altura del mentón, y el flequillo enmarcaba sus ojos grises.

–¿Mary-Anne? –preguntó Snape, tan sorprendido como ella. El último recuerdo que tenía de ella era el de una adolescente molesta, y esa imagen contrastaba con el de la mujer que tenía delante. Aunque se veía muy poco de ella, parecía que Mary-Anne había crecido, tanto en formas como en belleza–. ¿No estabas en Estados Unidos? –preguntó, demostrando que se había acordado de aquel detalle a pesar de los años.

–He vuelto –dijo ella, con una sonrisa–. Conseguí trabajo aquí, y como nunca nos decidimos a vender la casa...

Snape la miraba, incómodo. Dumbledore, quien creía conocerle más que nadie, adivinó que aquel nerviosismo tenía mucho que ver con la repentina aparición de la mujer. El mortífago no estaba acostumbrado a ser amable con nadie, y ahora parecía necesitar todas sus dotes sociales para mantener una conversación más o menos educada con ella.

"Quieres ser amable con ella" pensó el director "Asombroso, Severus"

El mortífago miró a su alrededor disimuladamente, aunque seguramente ni él mismo habría sabido decir por qué, y se acercó más al seto, para no tener que gritar. Parecía querer decir algo más.

–Y... ¿Cómo...cómo va todo? –preguntó, en un intento supremo por ser sociable.

–Bueno, mucho mejor que cuando me marché –respondió ella, y le miró fijamente–. Mi padre murió –añadió–. Se mató en un accidente de coche –él se quedó sin saber qué decir ante eso, así que ella añadió–: No voy a decir que lo lamente.

–¿Tu madre ha regresado también?

–No, se quedó en San Francisco, le encanta esa ciudad ¿Sabes que abrió una pastelería? Fue todo un éxito.

Recuerdos de un mortífago (Severus x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora