5. Día 3, segunda parte

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Al coger la siguiente botellita, Dumbledore se dio cuenta de que la etiqueta marcaba un intervalo muy largo de años ¿Qué diablos habría metido Snape ahí dentro? Sin perder más tiempo, el director vació el contenido en su vasija de piedra, y se introdujo en la sustancia plateada, para caer...

***

...estaban en la habitación de Laura. Había pasado poco tiempo desde la escena del asesinato de Tobías, y la niña estaba muy nerviosa, casi histérica. Iba de un lado para otro, llorando, y metía en una bolsa la poca ropa que tenía. El joven Severus la seguía, como si fuese su sombra, intentando hablar con ella.

–¡Tranquilízate! ¡No es para tanto! –decía él.

–¿Que no es para tanto? ¿Y pretendes que me lo crea? –gritó ella–. Piensas ganarte la vida... ¡Matando gente! ¿No se te ocurría nada mejor? ¿Tenías que hacerte mortífago?

Dumbledore miró asombrado a Snape. Se dio cuenta de que este vestía con la túnica negra que era habitual en el Snape adulto, y que se cogía, aparentemente de forma inconsciente, el brazo izquierdo.

–Es una buena forma de protegerte.

–¿Protegerme? ¿Protegerme de qué? –preguntó ella, parando por un momento su incesante ir y venir–. ¿Acaso crees que convirtiéndote en un criminal vas a hacer algo bueno?

–¡Cállate! ¡No sabes nada!

–No, Sev, eres tú el que no sabes nada ¡Sólo actúas en tu propio beneficio!

–¡Siempre he estado cuidando de ti! ¿Cómo puedes decir eso? ¿Cuándo te he fallado? ¿Eh? ¡Dime!

–Me estás fallando ahora –los ojos de Laura se llenaron de lágrimas, y la chica se giró para que él no la viese llorar. Siguió metiendo cosas en su bolsa. Dumbledore vio que cogía una caja estrecha y alargada, la caja de su varita, y la metía también junto al resto de las cosas.

–¡Deja eso! –él trató de impedir que ella siguiese.

–¡No me toques! –gritó ella, apartándose.

–¿De verdad piensas irte? ¡Ten un poco de cabeza, Laura! Todo esto es una chiquillada. Sólo tienes once años, no puedes ir a ninguna parte sola.

–Eso es lo que tú te crees –ella le empujó para cerrar su bolsa–. He llamado a los servicios sociales. Van a venir a por mí.

Severus se quedó mirándola, sin comprender, hasta que una mueca de estupor cubrió su cara.

–¡Qué! ¿Has llamado a...? ¿Cómo has podido?

–¡Prefiero estar en un internado antes que vivir con un mortífago! –chilló ella. Sus palabras le hirieron en lo más profundo, y la cara de Severus se contrajo de rabia.

–¡Pues muy bien! ¡Vete! ¡No te necesito para nada! –le gritó, pero Dumbledore vio que sus ojos también se humedecían, sus puños se apretaban hasta quedarse blancos–. ¿Quién quiere soportar a una asquerosa squib?

La cara de Laura también se contrajo, haciendo que ella se pareciese a su hermano.

–Me alegro de que mamá está muerta ¡Así no tendrá que avergonzarse de ti como lo hago yo!

Severus le dio una bofetada, y la escena pareció detenerse, mientras los dos hermanos permanecían quietos, en silencio. Un silencio que retumbaba como un cañonazo. El eco de la bofetada aún sonaba en la habitación. Lentamente, Laura se llevó una mano a la cara, y miró a Severus, asombrada y dolida. Él no parecía creer lo que había hecho.

Recuerdos de un mortífago (Severus x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora