Capítulo siete: "Skittles, mi hermano Skittles"

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– Viernes, 7 de junio de 1987. Verano, Estados Unidos, la década de los 80's.

– ¡Y porqué no te vas de una maldita vez de mi casa! Si quieres libertad, la tendrás allí afuera, maldito mocoso.

Timothy apretó sus puños mientras miraba con odio a aquella mujer que se hacía cargo de él y de su hermanito Skittles, el cual se encontraba en una pijamada en la casa de un amigito suyo.

– Responde, pequeño bastardo – le apuntó con su dedo índice a su rostro. El adolescente le dió una mirada de rabia en su totalidad.

– Skittles me necesita – argumentó con las palabras en la boca, sentía necesidad de escupirle sus verdades en su rostro. – Sabes que realmente soy el único que está presente en su vida, y si me voy, terminará peor que yo.

– ¿Ah, sí? Peor que tú, dices, ¡cómo te atreves! – levantó su mano dispuesta a golpear al muchacho, el cual no despegaba su mirada de los ojos de aquella despreciable mujer. No reaccionó con miedo, no reaccionó. Ya no le importaba salir herido. – Te doy techo y comida, ¿y así es como me agradeces, eh? Te escapas de tu escuela con un, un... Un delincuente de diecinueve años.

– ¡Ted no es un delicuente, tú no lo conoces, tú no me conoces! – se atrevió a rechistar en defensa propia y en defensa a su amigo. Mejor amigo, mejor dicho.

– Oye como se escucha, niño, ¡es un mayor de edad con un adolescente!

– Él jamás sería capaz de hacerme algo, en todo caso si algo me pasara sería por tu culpa.

Una bofetada le dejó en silencio por unos segundos para que Timothy le mirara incrédulo y luego tomara su sudadera colgada en un perchero y caminara rápido de manera indignada hacia la salida de la casa. Eran las 12:46 PM.

– Vete, no me importa, pero se que regresarás, solo haces esto porque eres un maleducado – exclamó la mujer de cabello rubio con mechas negras y marrones, yendo tras de él dispuesta a deternerle simplemente para golpearle.

– Te va a importar cuando me encuentres muerto.

Timothy salió de la casa y le pegó un portazo en su rostro, dando por finalizada la conversación. La marea de su mar era realmente tormentosa, y las olas chocaban con fuerte impacto la arena. Impactaban con violencia. No estaba consciente de lo que hacía, solo sabía que estaba enojado, que su barco ya había naufragado y si se trataba de él siendo el mar, ya probablemente se había convertido en un gran tsunami.

– Te odio, te odio... – posó sus manos en su rostro apretandolo mientras cerraba los ojos y seguía caminando. Sus ojos ardían del enojo. Su corazón dolía y su mente estaba por explotar. Las olas eras cada vez más fuertes, eran capaces de acabar con cualquiera que se le cruzara en su camino. – ¡Te odio, te detesto! – gritó para tomar una piedra y tirarla contra una pared tambaleándose aún con sus manos en su rostro bajando a sus mejillas, apretandolas con violencia y rasguñandolas, dejándolas rojas y en algunas partes lastimadas.

Lágrimas comenzaron a resbalar de sus mejillas y este comenzó a gritar no muy alto. Comenzó a marearse y cayó al suelo, sentado contra la pared, haciéndose bolita y tironeando de su cabello con un dolor de cabeza inmenso.

– Maldita enferma, perra insensible – siguió llorando en sus rodillas, apoyando su rostro en éstas y posando sus manos en su cabeza mientras sollozaba. Se levantó un tanto débil limpiando sus lágrimas y acomodando su cabello con rapidez para comenzar a correr hacia un lugar que tenía en mente.

Una vez allí, entró a la cabina telefónica, y marcó al teléfono intentando calmarse. Cerró sus ojos respirando hondo. Consiguió regular la velocidad a la que iba su corazón y pulmones, y comenzó a sentirse más sereno.

– Habla Theodore Fiorucci, alias Sniper.

– Ted, hola.

– Niño, que raro que no estés durmiendo. – le respondió algo sorprendido pero sonriendo tras la línea, viéndose feliz de recibir la imprevista llamada.

– No, no, quería hablar contigo.

Rió un poco, sonriendole al teléfono que mantenía en su oreja, apoyándose en éste y con su dedo índice de la mano derecha se encontraba jugando con el cable resorte, dándole algunas vueltas y enredandolo en su dedo sucesivamente.

– ¿Te la pasaste bien hoy?

– Si, pero la señora que me cuida se volvió loca y me pegó, ¿puedes creerlo?

– ¿No puedes denunciarla? Es realmente injusto.

– La policía no me hará caso.

– Ven a vivir conmigo.

– No bromees así.

Ted rió un poco siendo algo audible por parte de Timothy el que sonrió un poco por dichos comentarios.

– No sé en qué sueño vives para siquiera pensar que me iré a vivir contigo – mientras decía esto apoyó el teléfono fijo en su oído con su hombro. A su vez, buscó una caja de cigarros de su bolsillo y con un encendedor que tenía guardado, comenzó a fumar uno.

Puedes escaparte, no vivo mal económicamente. Ven con Skittles, tengo más de una cama.

– Hoy ya me metiste en demasiados problemas, eres un completo idiota – rió un poco.

Al menos te divertiste, ¿no puedes ser más respetuoso con tus mayores, ah?

– No exageres, sólo eres mayor por tres años.

Tengo diecinueve Timothy, eres una pulga comparado conmigo.

– Da igual, ni que tuvieras cuarenta, Ted – una pequeña sonrisa la cual exhalaba humo dentro de la cabina, y a su vez tenía la puerta abierta para no morir asfixiado, se desvaneció al recordar nuevamente todos sus problemas. – Dios, el nerd que me enseña física va a matarme.

¿Qué dices?

Colgó el teléfono al ver a un policía de lejos. Se fue corriendo del lugar tirando su cigarrillo al suelo, sin importarle lo más mínimo con tal de no ser atrapado. Maldijo por lo bajo la existencia de las autoridades y comenzó a caminar sin saber a donde con exactitud.

Pensó y pensó. Se dijo a si mismo que no podía quedarse en la calles por su propia seguridad. Y al pensar en si mismo, sus pensamientos se transformaban en: "Skittles me necesita". Apretó sus dientes y luego recordó a su ser más querido en cuanto materias escolares. Leslie Estrada.

Sonrió orgulloso de ser tan inteligente y se acomodó el pelo y su ropa. Limpió un poco su cara y se fijó si tenía buen aliento, aunque lo más seguro es que olía a cigarro. Estaba dispuesto a ir ahora mismo, aunque en realidad debía hacerlo, si no, sería más de lo mismo. Recordó dónde vivía el nerd, ya que una vez en clase escuchó a la novia del inteligente dictarle a un amigo de ellos donde quedaba el domicilio de Leslie.

Caminó lo más rápido que pudo hacia la casa, y una vez afuera tragó saliva y tocó el timbre de ésta. Escuchó unas voces provenientes del interior del hogar del contrario y la puerta fue abierta por el mexicano, el cual le miró estupefacto sin palabras.

– ¡Sorpresa, Estrada!

– Que caraj...

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Dos Mares ➫ Bad Captain × TimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora