Una mañana cualquiera

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Me levanté por la mañana con la misma energía que siempre, ninguna. Unas ganas inmensas de tirar el despertador por la ventana y dormir dos días seguidos sin descanso. Ese sonido me irritaba de una manera impresionante y hacia que mis mañanas fueran siempre malas. Siempre era un asco levantarse temprano pero desde que empecé el bachillerato se me estaba haciendo realmente pesado, y no tenía ganas de ver a mis profesores una vez más.
A pesar de mi gran sufrimiento por tener que levantarme, al final lo hice a regañadientes cuando mi despertador sonó por tercera vez indicándome que ya eran las 7:00am.
Mi rutina era bastante simple, me levantaba de mal humor, me lavaba la cara, me arreglaba para parecer alguien medio decente y desayunaba un colacao monumental, que hacía que mis mañanas fueran mucho mejores. Así todos los días.
Después de tomar mi colacao ya era mucho más feliz, pero se me hacía tarde y yo seguía en casa. Preparé rápidamente la mochila para ir a clase y corrí hacia la puerta. Cogí las llaves a último minuto y abrí la puerta con brusquedad, y antes de que pegara un portazo por las prisas, mi madre me saludó con un beso fuerte en la mejilla.
Salí de mi casa pitando al ver que el reloj marcaba las ocho menos cuarto y corrí lo más rápido que pude hasta la parada del bus. Llegue justo a tiempo, casi estaba por salir.
Me senté en el sitio de siempre, agitada por la carrera que me acababa de hacer desde mi casa. Me puse los audífonos antes de abrir Spotify. Puse mi playlist y me relaje por fin.
En los siguientes 15 minutos de viaje estuve mirando el móvil mientras escuchaba música. Me había escrito Mateo y como todas la mañanas, nos mandamos memes hasta que llegué al instituto.
Cuando llegué, estaba esperandome en la puerta. Nos dimos un abrazo y entramos. Enseguida empezó a contarme lo que le había pasado. Con él nunca me aburría, cada día le pasaba algo nuevo, y cada día me lo contaba. Era extrañamente divertido.
Miré el reloj una última vez antes de darme cuenta de que tenía 2 min para correr a la segunda planta y llegar a mi clase de literatura a tiempo. Le grité una despedida a Mateo mientras corría hacia las escaleras. Llegué a clase excitada pero a tiempo, y abrí la puerta más bruscamente de lo que querría. La clase todavía charlaba, ya que la profesora no había llegado aún. Mire hacia atrás y la vi aproximándose con la misma cara de asco de todos los días, de mal humor y amargada. Estaba segura de que a esa señora no le gustaba su trabajo.
Después de una clase realmente aburrida de literatura, fui a mi siguiente clase, en la que me encontraría a Mateo de nuevo.

Después de varias horas de clase llegó el recreo. A mí parecer, teníamos la gran suerte de tener seis horas de clase cada día y tan solo 30 tristes minutos de recreo.
Me encontré una vez más con Mat y fuimos al chino a comprarnos una fanta y una coca cola. Al menos lo bueno del bachillerato es que podíamos salir en el recreo.

Estábamos a punto de entrar a clase de nuevo, y de repente la vi. No me acordaba que me tocaba clase con ella hoy. Me saludó con la mano a lo lejos, y sentí el calor subir a mis mejillas. Mateo me miró con una sonrisa pícara.
-Solo te ha saludado, al parecer sí estás obsesionada.- soltó una risita burlona- ¡Mira que roja te has puesto! Pareces un tomate.- dijo entre más risas.
-¡No te rías de mí!- dije tapándome la cara.
Seguía riéndose mientras volvíamos a entrar a clase.

Mi perfecto caos de mierdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora