Después de años viviendo en una mentira Leah Granger finalmente sabe la verdad, el mundo mágico ahora sabría el horror que traería un simple error del destino.
Desde el principio el destino decidió que esos dos reinos jamás debían unirse, pero nunca...
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❝La princesa que no arde❞
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James Sirius seguía con su vista fija en la puerta de la habitación de su compañera de torre, en ese momento se encuentra vacía debido a que ella seguía en su reino con su familia en alguna clase de festejo.
Llevaba ahí las últimas dos o tres horas, simplemente sentado frente a esa puerta y en medio del pasillo como si esperara a que algo llegue a su mente de repente, para su sorpresa lo único que obtuvo en esas horas fueron recuerdos.
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El niño de cabello castaño muy oscuro y ojos color avellana seguía observando el trono que algún día le pertenecería, según el juramento que había hecho la noche anterior, pero su mirada parecía perdida y la sonrisa en su rostro le hacía saber a todos que no pensaba en ser rey ahora.
–¿Puedo saber que pasa por esa joven y traviesa mente tuya, sobrino?–Cuestionó Charlie colocándose a su lado.
–Me gusta el trono, es todo–Mintió burlonamente el niño.
–¿Tanto cómo te gusta Leah?–Contraatacó el pelirrojo.
La sonrisa en el rostro del pequeño Potter desapareció casi de inmediato, sus mejillas se tornaron casi tan rojas como el alborotado cabello de su tío, quien en ese momento soltó una carcajada.
–¿Creíste que nadie sabía?–Siguió burlándose el Weasley–Sobrino eres más obvio que tú madre cuando gustaba de tú padre–
–No sé de qué me hablas–Masculló el joven príncipe jugando con su varita–Es Leah, solo es mi mejor amiga–
–¿Dónde había escuchado yo eso antes?–Continuó el mayor sin dejar de sonreír–¡Ah sí! Con tú padre–
–Mi padre nunca fue mejor amigo de mi madre–Corrigió socarronamente el castaño oscuro.
–Nunca dije que fuera Ginny–Murmuró Charlie para si mismo–Pero volviendo al tema que te aqueja pequeño ciervo–
El gran hombre, que podría fácilmente pasar por dos o tres, rodeó a su sobrino por los hombros e irguió su pecho como si estuviera listo para proclamarlo rey en ese momento, parecía totalmente orgulloso de que James Sirius simplemente respire.
