Nota: Holaa, perdón por la tardanza pero estuve enferma estos días y no pude actualizar. Pero ya está aquí, así que espero que lo disfruten. 😊
CALLIE.
Pegué otra de esas pequeñas fotos en la hoja y dejé espacio para otras más que quería agregar en estos días. Hice una nota junto a ella y cerré el libro mediano satisfecha con mi trabajo.
Lo guardé cuidando muy bien que no quedará expuesto porque no podía ser visto, al menos no por ahora.
Salí al balcón de la habitación dedicándome a ver a los demás en el jardín y a Adler en la playa. Caminaba en la arena de manera tranquila con la manos metidas en sus bermudas y con el aire revolviendo su cabello.
Esperaba tener el resto de la tarde con él, solo nosotros dos. Tenía algo planeado y quería poder disfrutar de su compañía sin tener que estarnos cuidando de que alguien nos viera, porque últimamente se había complicado, estábamos juntos pero no podíamos estar del todo cómodos. No podíamos demostrarnos nada que no fuera el típico abrazo o la típica tomada de mano, y eso, eso ya no nos bastaba.
La verdad que mamá sí sabía que tenía preparada una sorpresa para Adler porque me había visto hacer las compras, pero no era otra cosa más que otro regalo de mejor amiga a mejor amigo, o así era como mamá lo había visto.
Me recargué sobre la barandilla mirándolo a lo lejos allí de pie tan despreocupado.
¿Cómo había podido verlo solo como mi mejor amigo todo este tiempo?
Lo había tenido frente a mí todos estos años y no me había dado cuenta de que era él.
Quizá antes nunca me había permitido verle de esta forma por la relación que teníamos y quizá yo misma me impedía hacerlo, pero ahora lo veía. Y tal vez y solo tal vez, siempre había sido él.
Se dió vuelta y alzó su mano sonriendo, le devolví el gesto con el corazón latiendo rápido.
Entré en la habitación para cambiarme y ponerme unos shorts y una blusa corta y fuí a la cocina dispuesta a guardar todo.
Una vez tuve las cosas preparadas salí en busca de Adler. En la mesa del jardín continuaban los demás, conversando y bebiendo algo. Él ya no estaba donde lo había visto.
—¿Qué buscas, Callie?—preguntó tío Landon, captando mi atención por completo.
—Creí haber visto a Adler en la playa.
—Lo está, no ha vuelto.
—Deberías ir a ver—opinó mamá. Asentí y me dirigí a las escaleras para ir a la playa.
—Callie—me llamó papá antes de que pudiera bajar un escalón. Lo miré esperando continuará—Saldremos a buscar algo de cenar, ¿Vienen?
—Si no les molesta, tenía plan con Adler.
—Claro que no, princesa. Diviértanse—sonreí.
—Ustedes también.
Bajé las escaleras deteniéndome en el último escalón porque Adler estaba por subir.
—Venía por tí. Te tengo una sorpresa.
—¿Sí?—sonrió.
—Ve a ponerte calzado cómodo porque saldremos.
—¿Qué tienes contra mis sandalias?—sonreí divertida.
—Hazme caso.
Me dí medía vuelta subiendo nuevamente los escalones con Adler siguiéndome.
—Por cierto, los demás saldrán a cenar y ya saben que no iremos.
—Pero yo quiero ir.
Me detuve en seco mirándolo, eso no lo había considerado. Adler sonrió con malicia y diversión a la vez.
—Por supuesto que estoy bromeando, trébol—rodeé los ojos sin ver la gracia en ello—Venga ríe un poco.
—No me hace gracia—me tomó de la mano entrelazando sus dedos con los míos.
—Pensé que ya sabías que no puedo negarme a pasar tiempo contigo.
Adler fue a cambiarse mientras lo esperaba en la planta baja con lo que llevaríamos. Cuando estuvo listo lo ví bajar con una camiseta distinta a la que traía y con tenis.
—Bueno, tú llevarás esto—le entregué una bolsa—Y yo llevaré esto otro. Casi lo olvido, toma esto también.
Tomó la mochila mirándome confundido pero no hizo preguntas, solo la colgó en su hombro haciéndome caso.
—¿A dónde vamos? ¿Necesitamos transporte? Porque al parecer nos han dejado una camioneta.
—En realidad podemos llegar caminando, aunque si no quieres cargar y ser más rápido podemos acercarnos en la camioneta.
—Lo dejaré a tu criterio.
—De acuerdo, no quiero verte sufrir. Acerquémonos en la camioneta.
Subimos las cosas en ella y aproveché para agregar sudaderas de Adler por si más tarde hacían falta, y antes de que se hiciera más tarde salimos con Adler siguiendo mis indicaciones. Y si nos tardamos quince minutos en llegar al lugar, fue mucho, pero ya yo le había advertido que no estábamos lejos.
Apagó la camioneta y continúo siguiéndome con unas cosas él y unas cosas yo. Tal cual habíamos salido de la casa hace un momento.
—¿Estamos por llegar?
—Estamos muy cerca.
Continúe subiendo hasta llegar a lo alto de la playa, allí desde donde se podía ver a las orillas del mar las casas, e incluso y algo lejana, aquella donde nosotros nos estábamos quedando.
Podíamos ver perfectamente el ir y venir del agua del mar sobre la arena, sentir la brisa en el cuerpo haciendo mover la camiseta de Adler, y además disfrutar de esa paz y tranquilidad que brindaba el estar aquí.
Había decidido venir en este momento porque quería ver cuando el atardecer cayera y el sol se ocultara tras el mar, todo eso junto a Adler.
—Qué vista—dijo situándose junto a mí.
—Saquemos las cosas.
Dejé a un lado lo que traía y le quité el resto a él. Me encargué de ser yo quien extendiera la manta y sacar lo que con mucho cuidado había preparado.
Especialmente me había encargado de traer cosas que nos gustarán a ambos, pero sobre todo que le gustarán a él.
—¿En qué momento hiciste todo esto?—preguntó al ver las cosas que ponía sobre la manta.
—¿Sorprendido?
—Pues…la verdad que sí—se dejó caer sobre la manta al otro lado, admirando todo—¿Hot cakes? ¿Le pediste a tía Cath que hiciera?
—Especialmente para tí—admití. Y era otra de las razones por las que mamá sabía sobre esto. Adler tampoco se resistía a ellos.
—Pero has traído mucho de lo que nos gusta.
—Así es.
—Pizza, que nos gusta a ambos. Mi fruta favorita, los hot cakes, papas fritas que por supuesto no pueden faltar—asentí completamente de acuerdo—Bocadillos, mi bebida favorita, mis gomitas—sonreí ante la emoción de su dulce favorito—Chocolates y…—se acomodó para ver mejor—¿Tarta?
—De frutos rojos.
—¡Nuestra favorita!—me reí porque sí, nos encantaba.
—Me faltaron los tacos, aunque ya sabes que aquí no son como en México.
—No hay forma de que encontremos tacos como los de México—estuvo de acuerdo—Espero pronto podamos ir de nuevo con tus abuelos y comer más de ellos.
—Absolutamente.
—Bueno, a excepción de los tacos, aquí está todo lo que me gusta—dijo mirándome fijamente. Humedecí mis labios con una risa nerviosa.
Reíamos mientras hablábamos y comíamos de lo que habíamos traído. Adler se había levantado de su lugar y había venido a mí sentándose a mi lado.
El cielo se pintó de naranja cuando empezó a caer el atardecer con ambos disfrutando del paisaje y viviendo este momento juntos. Saqué mi celular y tomé algunas fotografías del paisaje que no duraría mucho.
—Déjame tomar algunas—dijo tomando mi celular.
Tomó algunas más al atardecer, luego al mar y cómo se veía desde arriba y después comenzó a hacer fotos de nosotros. Besando mi mejilla, abrazándome, sacando la lengua, haciendo muecas. Incluso había tomado algunos vídeos cortos de nosotros haciendo tonterías.
Lo hice ponerse de pie cuando quise tomar una foto distinta. Recargué el celular en una de las mochilas, puse el temporizador y lo hice ponerse junto a mí con el paisaje del atardecer de fondo, aunque poco se veían nuestros rostros y más se veían nuestras siluetas.
Tomé la primera con el pasando su brazo por encima de mis hombros e hice un par más por si las otras no habían quedado bien. Y luego una última poniéndonos en la misma posición.
—Trébol, gracias por hacer esto—lo miré perdiendo la pose para la foto.
—No es nada, Adler—me tomó por la cintura haciéndome girar, quedando de costado a la cámara y de frente a él. Por instinto pasé mis brazos por su cuello.
—Para mí lo es, significa mucho—le sonreí. Estaba felíz de que esto le gustará.
—Te quiero.
—Y yo te quiero.
El sonido de la foto se escuchó, lo que nos hizo voltear a ver el celular que aún se mantenía en su posición. Me acerqué a él mientras Adler volvía a sentarse sobre la manta, abrí la imagen y sin haberlo planeado me había encantando aún más esa que las otras, porque en ella salíamos Adler y yo mirándonos mutuamente, o al menos nuestras siluetas y el sol detrás de nosotros.
Guardé el celular y volví con Adler que me hizo espacio entre sus piernas para sentarme y recargar mi espalda en su pecho.
—No sabes cuánto disfruto el estar así contigo.
No sabía qué era más perfecto, si lo que había dicho o la situación en sí y lo que nos rodeaba haciendo el momento único.
—Yo también.
Nos mantuvimos en silencio por los siguientes cinco minutos, disfrutando simplemente, apreciando el momento.
—Trébol.
—¿Si?
—Eres hermosa—su comentario fue tan repentino que me hizo levantar la cabeza para verlo. Él bajó la suya mirándome—Lo eres. Muchísimo. ¿Y sabes? Creo que ni siquiera eres consciente de eso.
Sus ojos me miraban fijamente y nuevamente la mirada intensa que en momentos tenía, había aparecido. Esa que me hacía derretir por dentro. Y mi corazón, latía desenfrenado ante él.
Levanté un poco más la cabeza acercándome mientras él se agachaba a mi encuentro. Mi boca hizo contacto con la suya y pose mi mano sobre la parte baja de su cabeza.
Al parecer nunca iba a quitarse esa sensación cada vez que lo besaba, porque siempre era la misma. Como si nunca pudiera acostumbrarme a él, a sus besos, como si siempre lo hiciera por primera vez.
Volvimos a casa cuando aún nuestros padres no habían regresado, probablemente tardarían un poco más pero llegarían porque Drew iba con ellos. Quizá si fueran solos podrían divertirse hasta altas horas.
Me senté en el sofá después de dejar lo que nos había quedado en la cocina, Adler me alcanzó poco después dejando la mochila junto al sofá.
Ninguno dijo nada y nos quedamos solo sentados, con el resto de la casa también en silencio.
—¿Quieres ir a la playa?—lo miré, afuera ya había anochecido.
—¿Ahora?
—¿Por qué no?
—Pero tendré que tomar una de tus sudaderas porque podría necesitarla.
Se levantó y tomó ambas, las estudió por un momento y eligió la roja.
—Ponte esta—dijo entregándomela. Me puse de pie y me la coloqué, Adler me miró de arriba abajo.—¿Vamos?—asentí.
Entrelazó su mano con la mía apenas pusimos un pie fuera de la casa y al estar la playa completamente vacía caminamos por la arena con toda la tranquilidad del mundo.
—¿Quieres entrar?
—¿A dónde?—le pregunté confundida. Hizo un movimiento de cabeza señalando el mar.—¿Estas loco? Claro que no.
—Sí, entraremos—me aseguró caminando de espaldas hacía él.
—No lo haremos—asintió en repetidas ocasiones con una sonrisa en su rostro.
Me solté de su mano y eché a correr hacía la casa, un movimiento rápido que lo tomó por sorpresa.
—¡Trébol!
—¡No entraré y no cambiaré de opinión!
Sentí el leve jalón en la parte trasera de la sudadera alcanzándome y aún así no me detuve.
—¡Ven aquí!
—¡No me harás entrar, Adler!
Y al siguiente segundo él y yo manteníamos una lucha entre agarrarnos y soltarnos. Me tomaba de los brazos y yo me zafaba de su agarre, lo intentaba de la cintura y yo me alejaba.
Debía admitir que era divertido, me reía de sus intentos y a la vez de los míos por no dejarme atrapar completamente.
—¡Estas loco, Adler!
Finalmente nos cansamos de poner tanta fuerza en esa lucha y ambos fuimos cediendo. Más yo en realidad. Lo dejé tomarme por la cintura y acercarme a él con mis manos en sus brazos. Dejamos de reír cuando hicimos contacto visual directamente quedándonos con una sonrisa en el rostro.
Alejó el cabello de mi rostro que se había movido con el aire y con toda la actividad anterior. Con su pulgar acarició mi mejilla poniéndome nerviosa de inmediato. Nuevamente esa mirada intensa estaba en su rostro mientras se ponía serio estudiando el mío.
—¿Todo bien?—pregunté apenas con la poca voz que tenía.
No me respondió sino que acercó su rostro a la par que con su brazo en mi cintura me jalaba hacia él.
Comenzó de una manera lenta pero después se convirtió en un beso intenso, un beso en el que ambos saboreamos la boca del otro. Le tomé con una mano de la parte trasera de su cuello y con la otra en su cabello. Adler me apretó contra sí con ambas manos en mi cintura para después bajar una de ellas por mi pierna, y estuvo a punto de elevarme hasta que escuchamos a una persona gritar y luego ver pasar junto a nosotros a un perro corriendo para momentos después ver al dueño ir tras él.
Sentía mi corazón salirse del pecho y mi respiración agitada tanto que mis hombros subían y bajaban continuamente. Sin embargo, ninguno alejó sus manos del otro.
Aún con su mirada intensa y en un gesto casi imperceptible pero que noté, saboreó su labio inferior.
—¿Quieres volver?—asentí despacio como respuesta.
Caminamos no tan lentamente como lo habíamos hecho hace un rato, de vuelta a casa en silencio. Y esperaba que nuestras familias aún no hubieran regresado para cuando llegáramos.
Y así fue, aún no habían señales de ellos cuando cruzamos la puerta. Me coloqué detrás del sofá a paso lento sin saber muy bien qué decir o cómo actuar. Adler por su parte caminó alejándose como si fuera a dirigirse a otra habitación de la casa, pero lo ví detenerse después dándome la espalda. Llevó una de sus manos a su cabello y comenzó a dar la vuelta despacio hasta mirarme.
Nos quedamos unos segundos así, solo mirándonos, hasta que comenzó a caminar y rodeó el sofá para llegar a mí.
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Quédate Conmigo.
Novela JuvenilCallie y Adler se conocen desde que tienen memoria, siempre han sido inseparables y gran parte de su vida la han compartido juntos. Sin embargo, cuando el destino los lleva a algo inesperado ambos se ven envueltos en un mar de consecuencias tanto bu...