Capítulo 23

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CALLIE.

Mi mundo se había ido abajo desde el día en que Adler me dejó hecha pedazos en la habitación de su casa. Cada palabra suya, cada pequeño gesto, cada expresión, cada movimiento, estaban grabados en mi mente. El momento preciso en el que mi mejor amigo había hecho cenizas mi corazón.

Me había desmoronado en cuanto él había salido de la habitación abandonándome, realmente había caído al piso de rodillas ahogándome en mi miseria. Me había costado tanto respirar...

Mis sollozos habían sido tales que pensé que alarmaría a los demás fuera, sintiendo como mi corazón dolía, como se oprimía.

¿Cómo se lidiaba con un corazón destrozado por el que había sido tu mejor amigo de toda la vida?

Me había sentido tan débil, tan mareada, tan desubicada cuando él había soltado esas cinco palabras. Había sido una idiota, la única idiota que había pensado que él realmente podía haberse enamorado de mí, que podía sentir algo tan fuerte como lo que yo sentía por él. Había sido una idiota pensando que todo ese tiempo habíamos sido novios cuando él ni siquiera lo había pedido.

Me dolía haber perdido al chico que amaba y a la misma vez a mi mejor amigo. Había perdido a los dos.

Mamá me encontró sentada sobre el suelo en el mismo lugar que él me había dejado, sin poder detener los mares que salían de mí.

Me había abrazado sin decir una sola palabra aunque poco había sentido su calidez y su abrazo. Lloré, lloré como si no hubiera un mañana con ella sosteniéndome.

—Todo estará bien, cariño—me había susurrado.

Había sentido como si la vida se me fuera en todo aquello que sentía y que quería sacar, pero lo único que había en mí eran horribles sollozos. Y el nudo en la garganta que ardía y que me impedía decirle a mamá lo destrozada que estaba por dentro.

—Respira hondo, cariño. Vamos respira conmigo—me indicó cuando el llanto era tanto que me costaba hacerlo.

Quise no verme mal y aparentar frente a todos que nada había pasado, que mi llanto era a causa de que él se había ido a la universidad, pero a decir verdad no estaba segura de que lo hubiesen creído.

Acompañada de mamá salí de la casa. Mis tíos me abrazaron al verme, y si bien logré mejorar mi estado solo para poder irme a casa y llorar sola, solo había logrado que no hubiesen sollozos pero las lagrimas continuaban saliendo sin poder controlarlas. En silencio me dejé abrazar.

Sé que papá se preocupó de inmediato, me conocía como mamá. Había visto su expresión cuando salimos y sus ojos no se habían despegado de mí poniéndose en modo alerta. Yo también le conocía.

Me separé de mis tíos sin fuerzas y papá de inmediato me cobijo entre sus brazos. Solloce bajo sin poder evitarlo, me había sentido como cuando niña que algo me hacía sentir mal y corría en busca de papá.

—Vamos a casa, princesa.

Había sido el camino más eterno de toda mi vida a pesar de que relativamente estábamos muy cerca, porque mi mente repetía una y otra vez lo ocurrido hace poco en esa habitación. Era como si se repitiera una canción todo el tiempo.

Cuando el auto se detuvo fui la primera en salir corriendo de él y entrar en mi habitación cerrando la puerta. Solloce y lloré hasta que no me quedaron fuerzas, hasta que me sentí débil, hasta que las lagrimas salían en automático sin esfuerzo alguno.

Antes nadie me había roto el corazón, ahora sabía cómo se sentía. Era como si te lo arrancarán y de verdad dolía.

Pero aquel sufrimiento solo había sido el comienzo.

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