Caítulo XIII: Espresso sin azúcar.

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_Fue en un café en el centro de Cotsworlds-comenzó con nervio  Alessandro mientras sujetaba mi mano que reposaba en la mesa. Un millón de hormigas recorrieron mi cuerpo al sentirlo - ella me atendió.

Así concluyo lo que yo espere fuera la mejor historia de amor jamás contada, utópicamente pensando que detrás de la careta de hombre duro estuviera un afelpado y tierno interior, pero como siempre, me paso de soñadora y eso no sucedió. Todos quedamos con un sinsabor en la boca luego de que acabo su nada romántica descripción así que me vi obligada a mentir buscando la manera  de arreglar el cuadro que había pintado mi esposo de mentiras.

_Él estaba con su cara de insufrible esperando un espresso sin azúcar -continué mirando fugazmente sus ojos con brillo cósmico en los míos y luego los turnaba a los de Clarissa y Lauretta que con ansiedad esperaban más información acerca de nuestro aparente nada romántico primer encuentro-  y a decir verdad hice mala cara a Almudena cuando me indico que atendiera la mesa 5…

_ ¿cara de insufrible?-interrumpió Alessandro con expresión divertida, al parecer estaba disfrutando tanto como yo nuestra ficción-  Amor, leía muy entretenido… -dijo dirigiendo sus esmeraldas relucientes a mí. Me quede sin respiración- pero volviendo al tema, ella se acercó e hizo un desastre con el café…

_Bueno, está bien, soy un poco torpe -continúe entre risas. No sé a qué iba todo esto pero me encantaba- tropecé y le regué todo el café sobre su libro, jamás en mi vida me sentí más avergonzada… No tuve más remedio que presentarme y ofrecerme a pagar su libro nuevamente.

_Claramente yo no deje que a si fuera –continuo el rozando mi mejilla con su dedo índice. Me ericé.

_Nunca lo odié más que ese día-dije despegando mis ojos de los suyos y mirando melodramáticamente a los convidados-, solo pensaba que él creía que no podía pagar un libro nuevo, fue tan snob su comentario que quise darle con  la bandeja en la cabeza.

Todos rieron, hasta Alessandro pareció divertirse. Me sonrojé e intenté proseguir pero nuevamente fui interrumpida por Alessandro quien parecía todo un ventrílocuo:

_y la verdad lo hubiese hecho de no ser porque Almudena la llamó a atender a una pareja que recién llegaba –rio por lo bajo, supongo que con la idea mental- si hubieran visto su expresión de fastidio, lo recuerdo y aún me causa gracia… Ella me ignoró todo lo que siguió de tarde, pues había decidido quedarme solo para fastidiarla.

_ ¿ven lo que les digo? –agregue divertida. ¿A dónde íbamos a parar? ¡Mi esposo es un insufrible! Y la verdad si lo ignoré aunque me fue muy difícil luego de que empezaron a mermar los clientes y Almudena me obligara a tender la barra y los cafés.

_Yo me acerqué con el libro en la mano –prosiguió- y pedí otro espresso sin azúcar. Anabell puso los ojos en blanco y mientras lo preparaba nuevamente hizo un lío, es que aquí donde la ven es un caos hecho mujer.

Le dedique una falsa mirada de odio mientras reía. Todos estaban embelesados escuchando la voz de madera del señor D’Arce, incluso yo, quien como película reproducía en mi cabeza esa historia, deseando como niña que fuese real.

_Las cafeteras no son mis amigas –me defendí- tienen muchos botones y es la hora y  no sé cómo encajar el recipiente que lleva el café así que como intuirán cuando presione el que yo creía era el botón para preparar el espresso un remolino de café y agua caliente empapo las paredes, el ventilador, la mesa y a mi más querido cliente.

Todos rieron.

_En ese momento me enamoré-dijo y tomo una de mis manos entre las suyas- tenían que haberla visto toda llena de café y con rabia, creo que salía humo por sus orejas, me pareció la creatura más tierna y hermosa que jamás había visto.

Un Cuarto para las 12.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora