Capítulo VIII: Picnic

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Alessandro estaba ahí, a centímetros de mí, con mi apenado rostro en sus manos  y su boca casi rozando la mía. Estaba nerviosa, como jamás lo había estado. Verlo dolía de lo bello que es, con sus risos caoba cayendo sobre sus ojos verdes intenso llenos de ese brillo misterioso, como de felicidad revuelto con algo más. Creo que hiperventilaba, sentía el corazón en la garganta y sudaba. Pero me sentía feliz. Dejé escapar una risa a la que el Sr. D’Arce hizo eco y aprovechó para juntar nuestras narices. Ahora sí que me costaba respirar, no tenia pensamientos coherentes solo pensaba el Alessandro y su boca perfecta, su sonrisa encantadora, su olor cautivador, Alessandro y el par de milímetros que me separaban de su boca. ¿Qué estaba esperando?, ¿Por qué no me basaba? Cerró los ojos de golpe y su expresión se volvió sombría, como  si algo le doliera, como si en su interior algo se retorciera y se contradijera. Entonces, como si ese sentimiento desapareciera volvió a mirarme y sus ojos hermosos me derritieron, había en ellos una dulzura que jamás había visto. Seguía unido a mí, rozando  mi nariz con su perfecta nariz. Yo seguía a la espera del beso. Derretida, desamorándome por el piso de tanta ¿pasión?... ¿amor?...  de esto que estoy sintiendo y no sé que es. Me mordí el labio. Él sonrió, me clavó una mirada enceguecedora y divertida, como si algo muy cómico estuviese pasando por su cerebro. ¡Lo sabía, sabía que me moría por el! ¿Moría? ¡¿Acaso he pensado eso?! Respira Armonía, estas pensando incoherencias. Entonces vino la imagen de Viola, sus palabras hicieron eco en mi cabeza.

_Esto está mal-susurró Alessandro tortuosamente, como si hubiera escuchado mis pensamientos.

_Si-digo casi inaudiblemente y con desanimo mientras separo mi cara de sus manos- Grazia se durmió Sr. D’Arce. Será mejor que la lleve a su cuarto.

Me incorporé como pude, llevando a Grachi en mis brazos, con la cara colorada de la vergüenza. ¡Alessandro D’Arce No me había querido besar! Sé que no debería sentirme mal. No comprendo aún porque me siento así, solo sé que tengo un hueco en el pecho donde antes un tambor retumbaba.

_Espera, no es lo que estas pensando-dijo al parecer apenado- es que… tu… Nía… no me conoces.

_No, Sr. D’Arce, no se tiene que disculpar. Esto ha sido una tontería-repliqué con tristeza mientras me alejaba de la salada- las cosas están muy claras. Buenas noches.

El dijo algo que no alcancé a escuchar. ¿Qué sería? No me importa. ¡No me va a importar nunca más! Solo quería entrar en mi habitación y llorar. ¿Por qué me sentía tan mal? Una parte de mi cerebro, esa vocecilla que ignoro apareció ahora con volumen descomunal, me repetía una y otra vez las palabras de Viola, me regañaba y decía que esto me lo había buscado sola, no tenía que haber esperado algo de aquel encuentro pues el Sr. D’Arce es mi patrón y el papá de mi ahijada. Me obligaba desde este momento a verlo como siempre debí haberlo visto: como mi patrón y nada más.

Al entrar en mi pequeña alcoba me encontré con una sorpresa. Lullaby estaba sentada en mi cama, tan diminuta que parecía una mota de polvo, al sentarme a su lado corrió a mi hombro y me comenzó a contar las novedades, ya era viernes y apenas lo había notado, llevo trabajando para los D’Arce apenas una semana. ¡Increíble!, siento que esto han sido meses, años.

_Fedra va muy bien-dice calmada Lullaby tras preguntarle por mi amiga.

_ahhh, me alegro. No espero menos de Fed- dije con nostalgia, casi sin prestar atención a las palabras que escupía mi boca.

_ ¿Qué te pasa Armonía? Es la primera vez que te veo callada… ¿todo bien con la misión?

_No, todo es un desastre-dije sincera, tenía tantas cosas en la mente y no tenía a nadie a quien contarlas, así que usare a Lullaby, aunque valla a contarle todo a Viola y ella se enoje mas conmigo- puedo decirte algo y me prometes no contarlo a nadie.

Un Cuarto para las 12.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora