NUEVE

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James

No quiero dejarla ir, sé que debo hacerlo, pero no quiero. He pasado la mejor noche de mi vida gracias a ella, me ha ayudado a dormir mucho mejor, hemos hecho el amor tantas veces durante el día y la noche que casi he gastado la caja de condones que había comprado el día anterior a recogerla de la clínica. La penetro más fuerte, se abraza a mi cuerpo mientras se corre, ya van dos orgasmos, le he provocado dos orgasmos desde que la estoy follando. La aviso de que yo también voy a correrme, no aguanto más y lleno el condón con mi semen. Salgo de su interior con cuidado, está un poco sensible, pero no quería irse a su casa sin que lo hiciéramos una vez más. Voy al baño para quitarme el condón y meterme en la ducha, odio tener que llevarla a su casa, lo estamos pasando bien juntos.

—¿No tienes que trabajar hoy?

Doy un pequeño salto por el susto.

—Lo siento— se ríe.

—Estaba perdido en mis pensamientos— le digo— Entra, bebé.

Me hago a un lado para que entre conmigo en la ducha, cambia el agua caliente por la fría.

—Puedes resfriarte— le digo.

Niega con la cabeza.

—La necesito así— dice.

—¿Por qué?

—Porque Sofía siempre se duchaba con agua fría.

—Bebé...

—No lo he superado y nunca voy a hacerlo, estoy mejor, lo llevo mejor, pero no supero la muerte de mi hija, ella era mi mundo, James— su voz se rompe.

La atraigo a mis brazos para que se desahogue, su llanto me rompe el alma.

—Hacer las cosas que ella solía hacer me mantiene cuerda, cerca de mi bebé— solloza.

Limpio las lágrimas de bajo sus ojos con mis pulgares.

—No puedo imaginar lo que estás pasando, Mariela, si bañarte con agua fría te ayuda a estar más cerca de tu hija es genial, ¿de acuerdo?

—¿No parezco una loca?

—No, bebé, te hace parecer una madre que ha perdido a su hija.

Termino de ducharme antes que mi mujer, bajo a la cocina a prepararle el desayuno antes de llevarla a su casa. Escucho sus pasos bajando las escaleras unos minutos más tarde, niego con la cabeza.

—Mariela, ¿por qué has bajado la maleta? Podría haberlo hecho yo.

—Puedo hacerlo yo misma, ya no soy una enferma desvalida.

Dejo su plato sobre la encimera.

—Siéntate enferma desvalida— le digo.

Me lanza un trozo de fruta en la cara mientras se ríe.

—No entiendo por qué tienes que irte— le digo molesto.

—Porque quiero ver a Carmen, a Tadeo y porque les debo una explicación a Sandra y a Gala.

—No les debes ninguna explicación.

—James, las hice sentir incómoda por mi propia incomodidad al verlas, apenas pudieron visitarme en la clínica.

—Bebé, no lo hacías a propósito.

—Lo sé, aun así...— respira hondo— Siento que les debo esto.

—Está bien, bebé, lo entiendo y si es lo que quieres te apoyo.

—Gracias— dice sonriendo.

Mientras desayunamos, ella me cuenta algunas cosas que le sucedieron en la clínica, de nuevo, cosas que Carmen ya me había contado, pero que prefiero escuchar de ella. Está tan hermosa recién duchada que apenas presto atención a lo que me cuenta, se empieza a reír por algo que le ocurrió a otro paciente, le doy un beso en los labios.

FRÁGIL #1.3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora