UNO

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Mariela

15 años

Me subo al autobús que me llevará lejos de Bogotá, tengo que irme de aquí si quiero que mi bebé tenga algún futuro. Él no tiene la culpa de nada de lo que ha pasado, es un ser inocente. Agacho la cabeza caminando por el pasillo, la gente me juzga con la mirada, seguramente piensen que soy una piroba que se quedó embarazada por no cuidarme. Está tan lejos de ser verdad, ojalá hubiera sido un error. Me siento al final del autobús en el asiento junto a la ventana, mi bebé se mueve dentro de mí. Ojalá Nahuel estuviera aquí, extraño tanto a mis hermanos y a mi madre, llevo meses sin verlos, desde que supe que estaba embarazada. Tuve que huir para no romper mi familia más de lo que ya lo estaba, si alguien se llega a enterar de lo que pasó me moriré de vergüenza. Él me dijo que todos pensarían que yo era una zorra que lo había seducido, nadie me creería a mí, sólo a él por ser un empresario respetado. Apoyo la cabeza en el cristal, la lluvia ha comenzado a caer como las lágrimas por mis mejillas. Me siento tan avergonzada por todo lo que he tenido que hacer para sobrevivir estos meses, he llegado a robar dinero para poder comer y alimentar a mi bebé. Un hombre con muy malas pintas se sienta a mi lado, aprieto mi mochila contra mi pecho.

—¿A dónde tan solita?— me pregunta.

—¿Y a usted qué carajos le importa?

—Ya, muchachita, sólo estaba tratando de ser amable.

—Púdrase viejo pervertido, vaya a ser amable a otro lado.

—Tengo dinero.

—¿Quiere que le diga lo que puede hacer con su dinero viejo malparido?

El viejo asqueroso se levanta del asiento, camina hacia la parte delantera del autobús y se sienta solo en otro asiento.

—Viejo hijo de puta— murmuro— ¡Pervertido!— le grito.

Ahora me importa bien poco que la gente me mire, le quiero arrancar los ojos a ese malparido. Subo los pies al asiento de mi lado, no quiero que nadie más se siente aquí. El autobús se pone en marcha, pronto estaré en mi nuevo hogar, no sé qué haré cuando llegue allí, tendré que buscar algún refugio hasta que encuentre trabajo y una casa para vivir.

14 meses más tarde

La lluvia cae sin parar em Cartagena, intento tranquilizar a mi bebé, no deja de llorar.

—Mamita, sé que tienes hambre, yo también, por favor, cálmate, ahora te doy de comer.

Las lágrimas caen por mis mejillas, mi bebé ya tiene diez meses y aún no he sido capaz de encontrar un empleo ni una casa en la que podamos vivir. Las calles de Cartagena se han convertido en nuestro hogar.

—Por favor, Sofía, cálmate— sollozo— Soy una madre terrible, ¿verdad?

—No lo eres— dice una voz masculina.

Me giro asustada, un hombre trajeado me mira con compasión. Tiene el pelo oscuro y los ojos del color del mar, parece alguien importante.

—¿Cómo te llamas?— me pregunta.

—Mariela Mendoza.

—Encantado Mariela, yo soy Elías Reyes. ¿Necesitas ayuda?

Niego con la cabeza mientras abrazo fuerte a mi bebé, los hombres sólo buscan una cosa, seguro que él también quiere algo de mí.

—A mí me parece que sí la necesitas— me dice.

—¿Qué quiere a cambio de ayudarme?

Elías sonríe.

FRÁGIL #1.3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora