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La mañana comenzaba a apreciarse en todo su esplendor, una briza fresca y fría recorría el ambiente; el clima ideal para salir a respirar un poco de aire

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La mañana comenzaba a apreciarse en todo su esplendor, una briza fresca y fría recorría el ambiente; el clima ideal para salir a respirar un poco de aire. Mictia quería aprovechar eso, por ello, les había propuesto a Soarinng, Duxo y Aquino, dar una caminata matutina por la orilla de la playa.

Los cuatro amigos caminaban por la orilla de la playa mientras bromeaban amigablemente, de vez en cuando, hacían pequeñas pausas en su camino para apreciar las pequeñas cosas que el mar arrastraba a la orilla, como galletas de mar, algas, conchas —que Mictia recolectaba por alguna extraña razón— y alguno que otro pez no muy vivo que se hallaba por ahí.

―Mira, Aquino, está si está completa —dijo la chica de cabellos castaños, mostrándole una pequeña galleta de mar al mencionado.

—Mira Duxo, este también está tieso —le dijo el de ojos bicolores al ojivioleta.

—¡Soarinng, deja eso no lo toques! —regaño Aquino.

—Esperate, creo que todavía respira —menciono Duxo mientras veía fijamente al pez.

—¿Oigan no tendrán otra bolsa que me presten? —preguntó Mictia.

—¿Ya se llenó la que trajiste? —preguntó Aquino.

—Sip

—¿Y para que quieres tantas conchas Mictia? —preguntó curioso Soarinng.

—Na' más. Pa' tenerlas —respondio sencillamente.

—Ven Mic, vamos a conseguir otra bolsa —dijo el castaño de cubre bocas.

—Oki —respondio la chica.

—Ustedes dos, esperenos aquí —les dijo Aquino como si fuera una figura paternal.

Y nuevamente se encontraban solos aquellos dos chicos de relación tan extraña ¿Acaso será el destino que los quiere ver juntos? Nah', bien dicen por ahí, "Si el destino no los quiere ver juntos... ¡¡FUERZENLO!!".

El sonido del mar revolviéndose invadía el ambiente. Soarinng opto por sentarse en la arena, sin importarle terminar con arena en lugares donde no debería de haber; Duxo prefirió quedarse de píe, pues quería evitarse esa molestia. Los ojos bicolor del castaño miraron discretamente al de baja estatura, quizás... Y solo quizás este sería el momento perfecto para decirle lo que siente por el. Ya había pasado un buen tiempo desde que habían llegado a la playa, tiempo en que no le ha podido hacer su confesión.

En un intento por hablar, una briza fría y fresca soplo, causando un escalofrío en el castaño. Sintió un ligero peso en sus hombros y un aroma conocido llegó a sus fosas nasales; volteo a ver a su acompañante y efectivamente, este no traía su característico suéter de paloma.

—Duxo no es necesario —dijo Soarinng levantándose de su lugar intentando entregarle el suéter a su dueño.

—Quédatelo, yo no tengo frío —mentira. El castaño podía ver como este temblaba por lo fresco de la mañana, pero también sabía que el ojivioleta no lo aceptaría, lo conoce bien y sabe que él es un tipo muy orgulloso.

Duxo estaba concentrado en lo frio de su cuerpo, que no se dio cuenta cuando el de mirada heterocromática se acerco a el y lo abrazo de la espalda. Sorprendido ante tal acto, no pudo evitar sonrojarse ante el contacto físico tan cercano que estaba teniendo con su enamorado.

—¿Pero que mier-

—Ey ey ey, no digas malas palabras —interrumpió Soarinng y siguió abrazando al azabache—. Como no quieres tu suéter, te doy un poco de calor físico.

Duxo podía escuchar perfectamente los latidos del corazón de Soarinng los cuales latian rápida y fuertemente, él se preguntaba si sería por la cercanía o estaba teniendo un ataque de asma, pero fuera por lo que fuera, realmente ese abrazo, esa cercanía, esa sensación, hacía sentirlo una gran calidez en su interior.

Por su parte, Soarinng se moría de nervios, este era el momento perfecto para hablar. —Duxo —llamó el de cabellos castaños.

—¿Qué pasó SoarinngChu?

Lo tenía claro, sería directo y le diría las cosas como son —Me gu-

—¡¡Chicos volvimos!! —Gritó Mictia a lo lejos, quien ahora traía una maleta llenas de conchas y galletas de mar.

Ambos chicos se separaron del abrazo. Soarinng le devolvió el suéter a Duxo quien lo acepto esta vez, pues le castaño de ojos bicolor ya no le daría de ese calor corporal que tanto disfrutó.

—¿Interrumpimos algo? —preguntó Aquino viendo cierta frustración en el rostro de Soarinng.

—Bueno Soa-

—No, nada importante —intervino el de ojos bicolor.

—Pero me ibas a decir algo —mencionó Duxo.

—Te lo puedo decir otro día, no es importante —excusó—. Ahora sigamos con la caminata.

—Pero... —quizás era su imaginación, pero por un momento, Duxo había pensad que Soarinng le diría la palabra que empieza con "g" y termina en "ustas".

 —quizás era su imaginación, pero por un momento, Duxo había pensad que Soarinng le diría la palabra que empieza con "g" y termina en "ustas"

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¿𝐔𝐧 𝐅𝐢𝐟𝐢𝐭𝐚? | 𝐃𝐮𝐱𝐨𝐚𝐫𝐢𝐧𝐧𝐠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora