Capítulo 10: Pensando en ti

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Canción del Capítulo:

"Thinking out loud"— Ed Sheeran

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De: Edward Cullen

Para: Isabella Swan

Fecha: 08 de enero de 2014 19:43

Asunto: Sus pecas...

Estimada Señorita lo discuto todo:

No sé en qué universo paralelo, no le enseñaron que omitir no es mentir y yo, no le he mentido. Usted se ha atrevido a difamarme y eso me ha dado una idea genial: Demandaré a sus pecas por injurias y calumnias... Estoy casi seguro que esas coquetas marcas que adornan la punta de su nariz, son la fuente de poder de la inusitada furia que posee una chica tan linda y menuda como usted...

Debería aprender a frenar ese irreflexivo ímpetu y en vez de acusarme de esa forma, podría haberse detenido a pensar un par de minutos el porqué de mis «supuestas» mentiras, pero en vista y considerando que no lo hizo, yo tampoco me tomaré el tiempo de explicarlo; estoy seguro que si lo hago, sus pecas le ordenarán enojarse de todos modos.

Por otro lado, si protagoniza o no escenas impúdicas con su noviecito en plena calle o en la cúspide de la torre Eiffel, déjeme decirle que no es de mi interés y mucho menos de mi incumbencia, yo solo exijo que no las efectúe delante de mi pequeña hija, aunque después de que me ha informado que su novio es bailarín de ballet, la verdad es que lo dudo; aunque creo que no está de más recordárselo.

Hasta pronto, pecosa...

Atte. Edward Cullen.

Pd: Gracias por su honestidad y por preocuparse de mi hija... Intentaré de ahora en adelante no omitir aquellos detalles importantes, porque lo cierto es... que a mí también me gustaría que continuara cuidando de Anne.

Era la enésima vez que Isabella releía la respuesta de Edward, para el furioso correo que ella le había escrito. Desde que recibió la réplica, se sorprendió así misma releyéndola cada cierto tiempo, sin saber muy bien el porqué. Sus sentimientos eran una mezcla de anhelo y exasperación.

Anhelo, porque a pesar que estos días se habían comunicado vía teléfono, mensajes y video llamadas, su relación se mantuvo estrictamente formal, educada y encasillada en la apropiada interacción que debe tener un subordinado y su jefe, e Isabella ―aunque no lo quisiera reconocer de forma abierta― extrañaba de una manera que le parecía casi enferma y perversa, ese constante tira y afloja que existía entre ellos desde la noche en que se conocieron. Además ―y tal vez esa era la razón más importante―, porque las palabras expresadas en ese correo, parecían tener un mensaje oculto, juguetón, uno donde Isabella imaginaba que salía a relucir el verdadero Edward; todo lo contrario al hombre seco y compuesto que hablaba con ella por teléfono.

Eso era lo que le exasperaba...

Hace unos minutos lo había visto vía Skype y Edward, únicamente se limitó a darle instrucciones para la próxima salida con Esme Cullen y luego, se dedicó a conversar con Anne. Sabía que no le debiese importar su indiferencia, pero el sentimiento de vacío que se alojó en su pecho fue inesperado e inevitable.

Sentada desde la cama —para darle espacio a la pequeña—, escuchó la conversación donde Anne se dedicó a relatarle a su padre, sin dejar escapar ningún detalle, del fantástico día que había pasado en el ballet y de los simpáticos que eran todos los amigos de Bella, sobre todo Jacob y Demetri y, por supuesto en su inocencia, tampoco olvidó recalcar lo tierno que era Riley; información que Isabella hubiese preferido que la niña omitiera ya que cuando se despedían, Edward pidió hablar con ella y no fue agradable.

Cuando ya no te esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora