De: Isabella Swan
Para: Edward Cullen
Fecha: 12 de enero de 2014 09:26
Asunto: Pecas asesinas v/s francés famélico
Estimado, Señor Cullen:
Yo que usted considero este como su día de suerte, ya que mis pecas se han levantado benevolentes para franceses con gusto de comida para niños y con cierto apego a que lo mimen con ella. Por otro lado, creo que es algo injusto adjudicarles tal crueldad, después de todo ellas también desean que cierto francés —aunque la mayor parte del tiempo sea un idiota— vuelva a París para ver a una hermosa francesita que lo extraña...
Hoy la mañana está extrañamente cálida para la época, los rayos del sol, caprichosos, se cuelan por las copas de los árboles del jardín desprovistos de hojas, imagen que evoca en mí, un acogedor restaurante, manteles cuadriculados de rojo y blanco, tarantela y deliciosas pastas...
Noras's Italian Cuisine, 6020 West Flamingo Road, pregunte por Victoria y dígale que va de mi parte.
Atte, «benevolente» señorita lo discuto todo.
Ps: Para cuando lea este mensaje estaremos de paseo... ¡Espero disfrute su comida de niño!
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Isabella cerró el notebook al mismo tiempo que de su pecho escapaba un profundo suspiro. Sus castaños ojos contemplaron el hermoso jardín que rodeaba la propiedad y por alguna extraña razón, que era incapaz de explicar, este le recordaba a Edward. El motivo era mucho más simple de que lo ella imaginaba y radicaba en el simple hecho que la mayoría de las conversaciones entre ella y Edward, más los intercambios de mails, se habían efectuado en ese mismo lugar.
Ahí, sentada en el femenino living de su habitación era donde todos los sentimientos que Edward le generaba, la envolvían como un remolino; uno peligroso y adictivo, porque de lo que sí tenía conciencia es que aquel intercambio de escuetos y provocativos mensajes, le comenzaba a fascinar.
Sonrió al imaginar que Edward se pondría furioso cuando se enterara que nuevamente saldrían de paseo y que ella, ni quiera tuvo la consideración de consultarle y también porque apostaba la cabeza, a que un hombre tan suficiente como él, detestaría que lo llamaran «niño». La sonrisa de Bella se amplió al imaginarlo con ojos iracundos y el ceño fruncido, las pobladas cejas casi juntas y esos tentadores labios, abriéndose solo para decir pesadeces; luego en su exasperación, pasaría esas grandes manos por su cabeza, alborotando su cabello en todas direcciones.
Bella volvió a suspirar, deseando transportarse los miles y miles de kilómetros que los separaban, sólo para tener el placer de presenciar a Edward gemir de gusto, al probar las deliciosas pastas del restaurante de la mamá de Victoria —una buena amiga de su infancia y actual novia de James, —su exnovio—, tal como lo había hecho la única vez que cenaron juntos y, más de un sexy gemido de satisfacción se le escapó al degustar los macarrones con queso, preparados por Rachel.
Su imaginación fue más allá, cerró los ojos y permitió que la nostalgia invadiera su corazón... Le pareció escuchar las suaves notas interpretadas por el violinista de la trattoria; románticas melodías italianas, para los enamorados del apartado.
«Después, tal vez ir a dar una vuelta en góndola al Venetian...», Aquel pensamiento fue que el explotó su alucinación, su mente estaba volando a terrenos por lejos inapropiados para un chica con novio.
Frustrada, se levantó de golpe, Edward confundía sus pensamientos. ¿Se puede detestar a un hombre y a la vez, sentirse atraída por él? Aquella posibilidad le parecía tan descabella como inverosímil. Amas u odias. ¿Es posible que sentimientos tan extremos coexistan al mismo tiempo, además de profesarlos hacia una misma persona?
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Cuando ya no te esperaba
FanfictionCuando tienes diecisiete años crees tener el mundo en tus manos: te sientes poderoso, capaz de lograr cualquier cosa; más aun, si estás enamorado. Asimismo lo creía Edward Cullen, hasta que un día, de manera trágica e inexplicable, su mundo se derru...