• P R Ó L O G O •

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— ¡Ike! ¡Patea al bebé!

— ¡No! ¡No patea al bebé!

Entre los jardines del palacio de invierno, el joven príncipe elfo jugaba un inofensivo juego con su pequeño hermano menor, consistía en patearlo, deslizándolo por la nieve; así el infante de cuatro años rodaba por el jardín cubriéndose por completo de la fría y espesa nieve.

— ¡Kyle!

El joven príncipe elfo, quien cubría su boca con ambas manos para contener la risa después de realizar esa "inofensiva" travesura contra su hermano menor, dio un pequeño salto sobre su sitio, cuando la aguda voz de su madre se hizo presente detrás de él.

— ¡Mira cómo has dejado a Ike! —la emperatriz Sheila fue hacia el pequeño infante humano, parecía un muñeco de nieve, lo levantó del suelo sacudiendo sus finas ropas para limpiarlo —. Tendremos que cambiar su túnica, no puede presentarse así.

—Pfff... —continuaba presionando su boca con fuerza.

—Kyle, en vez de estar haciendo tonterías deberías de ir a saludar a tu abuela. Ella ha hecho un largo viaje para llegar al cumpleaños de tu hermano —señaló la emperatriz Sheila con enfado, mientras cargaba con el menor entre sus brazos, dirigiéndose a buscar a algún sirviente que la ayudara a cambiar las prendas llenas de nieve del cumpleañero.

— ¿Ya llegó mi abuela? —exclamó Kyle con emoción.

No esperó a que se lo repitieran, alzó la parte delantera de su túnica turquesa y se apresuró a entrar al palacio. Corrió entre los extensos pasillos con una sonrisa igual de brillante que los ornamentos de oro y mármol que decoraban el interior del palacio.

El príncipe frenaba cada tanto para acomodar el tocado que llevaba en la cabeza como tiara, muy incómoda de usar por lo alto que era e igual de pesada que la túnica turquesa con la que hacía juego. Pero aunque Kyle prefiriera usar otro tipo de ropas que fueran más cómodas, esta era una ocasión especial; el cumpleaños de su hermano menor adoptivo, el infante Ike Broflovski. Por lo tanto, al volverse un acto público, debía de verse presentable o eso decía e insistía su madre.

— ¡Hey!

En una intersección con otro pasillo, mientras nuevamente se distraía para acomodar ese molesto tocado; terminó chocando con otro joven de compostura robusta que cargaba con una gran pila de pergaminos que obstaculizaba su vista.

— ¡Ay!

Ambos terminaron tropezando. Los pergaminos rodaron por el suelo al igual que el tocado del príncipe.

— ¡Fíjate inútil! —le gritó ese otro niño que parecía tener su misma edad, entre once o diez años, vestía como lo hacen los aprendices de mago, pero Kyle enseguida detectó que ese chico no tenía orejas de elfo, sino de humano.

— ¡Que insolencia! —Gritó el príncipe tras levantarse del suelo, alzando su frente con dignidad y así confrontar a ese otro niño humano de cabellos castaños que se atrevió a insultarlo — ¿Cómo osa hablarme así? Y... ¡Por Moisés...! —Levantó el tocado del suelo — ¡Ha roto mi tocado! —exclamó con espanto al ver parte de la tela rasgada.

— ¿Yo? ¡Has sido tú que no te fijas por donde andas, elfo pretencioso y estúpido! —gritó el niño gordinflón, claramente ofendido y a la defensiva, el aún continuaba en el suelo tratando de juntar los pergaminos que se regaron al caer — ¿Acaso estás ciego?

—Estoy seguro que usted es el ciego aquí —frunció el ceño, sus pecas se arrugaban junto con su gesto, incrédulo de la impertinencia de ese plebeyo —, estoy seguro que por esa montaña de pergaminos que cargaba no se fijó adecuadamente por dónde...

El último príncipe del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora