I: Rebelión

370 48 29
                                    



El emperador Gerald luchaba ferozmente, intentando detener la horda de vampiros que inundaban su palacio, buscando a ayudar a evacuar a los invitados que aun quedaran atrapados en el salón. Invocaba su magia élfica a través de su báculo con ayuda de su esposa, la emperatriz Sheila, un par de generales y su buen y viejo amigo; el rey humano, Stuart.

La reina humana, Carol, se despidió de Stuart con apuro. La pelirroja huyó en compañía de sus tres hijos; evacuando en compañía de otros nobles y guardias elfos a través del jardín.

Pero como se mencionó, hizo su aparición el brujo Garrison, complicando aún más el conflicto, puesto que a diferencia de los vampiros que solo poseían súper fuerza, armas y algunos trucos baratos de hipnosis, él guardaba un gran poder espectral que no dudó en usar contra de los guardias reales, aumentando de este modo las bajas de los elfos que no se encontraban preparados para un ataque de esta magnitud.

Aunque eso no significaba que el emperador Gerald se diera por vencido, le encargó a su mujer que cubriera su espalda para así acercarse al brujo. Se deslizó por los suelos de mármol y usando gran parte de su energía invocó una raíz de tamaño colosal con la cual logró atrapar a Garrison.

— ¡Garrison! ¡Detén todo esto ahora mismo! —gritó Gerald con tenacidad, alzando en lo alto su báculo para mantener preso al traidor — ¡Haz llegado demasiado lejos!

— ¡Jamás!~ —respondió el brujo Garrison con un claro jadeo, en realidad disfrutaba de ser asfixiado por esa resistente y vigorosa raíz, incluso se retorcía más para que así esta apretara más fuerza — ¡Jamás me rendiré, aunque me asfixies hasta la muerte!~

—Ay, Dios... Te dije que nunca le dieras trabajo a ese marica —masculló el rey Stuart, asqueado con tales expresiones, a la vez que ayudaba a cubrir la espalda de Gerald rebanando a los vampiros, que se osaran acercar.

—Mhg... —el emperador elfo tosió para componer su voz, muy apenado, no estaba seguro si aún era pertinente amenazar al brujo con asfixiarlo hasta la muerte — ¡Garrison, deja de compórtate como un marica imbécil! ¡No puedo tolerar el caos que has creado! ¡Ríndete ahora mismo y ordénale a estos chupasangre que paren!

— ¡No me rendiré hasta destruir a cada integrante de tu familia! —Decía Garrison en un tono burlón, sin inmutarse — ¡Tienes una sola oportunidad para revelarme donde ocultas la vara de la verdad y quizás considere perdonar a tu asquerosa dinastía!

—Así que de esto se trató todo este tiempo ¡Jamás te entregaré la vara de la verdad, Garrison!

Gerald decidió tampoco dar más oportunidades, estaba claro que Garrison no daría su brazo torcer, tenía que acabar de una vez con ese patético traidor.

Pero justo cuando estaba por ejercer más fuerza para triturar sus huesos, un veloz murciélago cruzó el salón, como un rayo, robando en un parpadeo la gema azul que no solo decoraba el báculo del emperador, sino que también potenciaba su magia, y al ser arrebatada sin previo aviso desestabilizó su poder. El brujo Garrison por supuesto que no desaprovechó esta brecha para usar su magia y pulverizar la raíz que lo apresaba. Gerald tuvo que retroceder con rapidez al desprenderse un enfermizo miasma venenoso.

El brujo Garrison logró ponerse pie al caer de la raíz y el travieso murciélago que hizo la hazaña de robar la mágica gema azul del emperador posó sobre su hombro, entregándoselo.

— ¡Stuart!

Gerald regresó para ayudar a su aliado salir del miasma en la que quedó atrapado. Al ser humano sus reflejos no actuaron con la rapidez necesaria y el corrosivo miasma entró a los pulmones de Stuart. Gerald prácticamente lo arrastró para poder alejarlo del peligro.

El último príncipe del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora