VII: Similitudes curiosas

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N/A: No corregí el capítulo y tal vez esta semana no vaya a tener tiempo, lo hago después. Que lo disfruten.


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El emperador Garrison salía de su jacuzzi después de haber tomado un relajante baño. Sus sirvientes no tardaron en aproximarse para cubrirlo con una bata adecuada de color verde brillante. Tomó asiento en una silla reclinable, cerrando sus ojos para permitir que colocaran frescas rodajas de pepino sobre de estos y que su anaranjada piel por los constantes bronceados fuese cubierta por una mascarilla pastosa y rosada.

Respiraba hondo, completamente dichoso de su posición, reputación, fama, poder, riqueza.

Era el jodido emperador.

Podía joder a cualquier inepto por cometer cualquier pequeño error, y joder desde un sentido literal, no solo metafórico.

No existía nadie que fuese capaz de desobedecer sus preciadas reglas. Era el amo de casi un continente entero.

Reinaba sin objeciones, sin alteraciones a sus leyes, sin cuestionamientos, en completa paz y con absoluta autoridad...

— ¡Garrison!

Y la voz frágil de su amado vampiro se hizo presente, encantando sus oídos.

— ¡Garrison!

Aunque descubrió cierto tono chillón que solo usaba su amante cuando existía un problema.

¿Problemas? ¿Qué no veía que justo ahora estaba en sus preciados sesenta minutos de relajación total? Estaba loco el Señor Esclavo si creía que detendría su mascarilla facial solo por sus molestos gritos y problemas insignificantes.

— ¡Garrison, esto es en serio!

Y continuaba. Fastidiado, Garrison quitó las rodajas de pepino de sus ojos y las lanzó hacia la sirvienta más cercana a él. Emitió un gruñido, después castigaría al guardia que le permitió pasar a su amante, cuando él había dejado muy en claro que no quería que nadie más entrara a su spa personal.

— ¿Se puede saber por qué carajos estás chillando? ¿Eh? ¡Señor Esclavo! —gritó Garrison como respuesta, sacado de quicio.

—Ay, pero no te enojes —y el vampiro de ropas de cuero, ceñidas, oprimió sus labios, ofendido con esa contestación — ¡Y no me grites!

—Como sea, di lo que tengas que decir —el brujo Garrison terminó sentándose en su silla reclinable, con pesar.

— ¡Esto es urgente, mira! —El Sr. Esclavo se terminó de acercar y le entregó un panfleto a su amante —Los vigilantes del noroeste encontraron esto.

Garrison giró los ojos y con un ademán exigió a sus sirvientes que le devolvieran sus gafas, estos con un poco de torpeza por su exigencia se las entregaron en la palma de su mano y él se las colocó cuidando, que no se embarraran de la mascarilla que llevaba esparcida por toda la cara.

—Espero que sea importante...

Farfullaba con molestia, y con una vista más esclarecida gracias a las gafas, notó que se trataba de un folleto que anunciaba las audiciones de una obra de teatro. Estuvo a punto de frenar su lectura al resultarle ridículo ¿Y eso qué le importaba? Bueno, por suerte para él mismo, no lo hizo, continuó. Terminando de leer comprendió que esa tonta audición buscaba recrear, en una supuesta obra de teatro, la noche en la que sucedió el golpe de Estado que lo llevó al poder.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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El último príncipe del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora