CAPÍTULO 4
Tras la marcha de su hermana Doña Cristarda y el tarado de su marido, Doña Genoveva quedó sumida en hondas reflexiones. Caminó durante varias horas por su dormitorio analizando la historia que acababa de escuchar y que, sinceramente, nunca pensó que escucharía.
-Bernarda, sé que estás tras la puerta. Pasa.
Al momento, Doña Bernarda abrió la puerta y entró en las dependencias privadas de la duquesa.
-Has escuchado toda la conversación, y sabes mejor que yo las implicaciones que pueden tener estos hechos para nuestro bienestar. Tú fuiste quien recibió el dedal de manos de mis difuntos padres y las instrucciones para custodiarlo. Sabes mucho más que eso, aunque yo nunca me he interesado por conocer más de lo que conozco, pero ha llegado el momento. Siéntate y háblame de sus poderes. Y no dejes nada sin decir, tu vida depende de ello.
Doña Bernarda suspiró resignada, tomó asiento en una de las sillas cercanas a la cama de la duquesa y comenzó su relato.
-Cuando yo era una joven y bella moza, entré al servicio de vuestros difuntos padres…¿Vos? ¿Joven y bella? Si empiezas tu relato con mentiras, Bernarda, puede que a tu cabeza le quede poco tiempo apoyada sobre tu cuello. Vuelve a empezar.
-Lo fui, duquesa. Aunque lo que aquí veis ahora, en mi vejez, sea poco menos que un despojo, una vez lo fui. Tuve la fortuna de entrar al servicio de vuestros padres, como os decía, por medio de mi tío Vingardo, el tartamudo, que se ganaba la vida como bufón en el castillo. Cuando vuestra madre quedó embarazada de vos, su primera hija, no tuvo más remedio que buscar asistencia, ya que por su carácter digamos hosco, no toleraba a nadie a su servicio. En la pequeña granja de mis pobres padres, yo malvivía cuidando a tres hermanos que nacieron deformes, debido a que mi madre tenía una afición desmesurada por el licor de castañas, que ingería en grandes cantidades, causando así los abortos mentales que parió más tarde.
-Hablas como comes, Bernarda. No me interesa en absoluto tu vida pastoril. Vete al grano.
-Así lo haré, dijo Bernarda aguantando su rencor. Pues bien, la cuestión es que en una de las cacerías de vuestro padre, que en ocasiones duraban varias semanas dado el tipo de presas que perseguía…
¿Qué presas eran esas que tanto tiempo le alejaban de mi madre? preguntó Doña Genoveva curiosa.
-Vírgenes, dijo maliciosamente Bernarda, -buscaba jóvenes vírgenes para él y sus caballeros Doña Genoveva. Vuestro padre tenía una cierta inclinación a las mujeres, por decirlo así.
-Continúa, replicó la duquesa arrepentida por preguntar.
-La cuestión es - prosiguió complacida Doña Bernarda - que durante una de sus cacerías, vuestra madre y yo, que de manera insospechada nos habíamos hecho muy amigas, encontramos una vieja caja de madera labrada en los sótanos del castillo mientras jugábamos al escondite. De hecho, la caja la encontré yo misma. Estaba oculta dentro de un tonel de vino en el cual yo buscaba refugio. Como buena sirvienta, la entregué a vuestra madre. Al abrirla, descubrimos el dedal que vos conocéis, un dedal de costurera de tamaño considerable, tallado en oro y plata con una cruz incrustada en el interior. La propietaria de aquel dedo debió ser una mujer de tamaño notable, pensamos, ya que un hombre puede beber un vaso de vino en él sin la menor dificultad.
-Estás jugando con fuego, Bernarda. Termina de una vez y dime lo que quiero saber.
¿Tenéis prisa, duquesa? Cientos de veces he querido contaros
esto por vuestro bien, y vos habéis dedicado vuestro tiempo a pasarlo con jóvenes amantes.
La cara de Doña Genoveva empezó a enrojecerse y Doña Bernarda prefirió resumir.
-El dedal proviene de Santa Poularda, una costurera deforme que vivió en este mismo castillo hace muchos siglos. Dicen que sus dedos eran como morcillas, y que los ángeles del Señor se apiadaron de ella entregándole el dedal para hacer más fácil su trabajo, y además lo dotaron de poderes mágicos. Como sabéis, ya que con él obligamos a todos los que vienen a veros a tomar “el sorbo”, tiene el poder de hacer que quien bebe de él dice siempre la verdad. Pero los poderes que no conocéis también son importantes. Dice la leyenda que el Rey Gundar, fundador de La Orden de Margueritte y sus caballeros, beben de él cada doscientos años para seguir vivos y continuar siendo los últimos cazadores de dragones sobre la faz de la tierra.
-Así que es posible, que a tenor de los acontecimientos sucedidos, ese Icwick sea uno de los caballeros de la Orden que viene en busca de su sorbo para poder seguir vivo en su heróico propósito, dijo Doña Genoveva.
No solo es eso, duquesa, sino que habiendo un dragón en
nuestras tierras, Icwick no será el único caballero que vendrá en su busca. Puede que otros acudan en su ayuda y en estos momentos estén ya de camino hacia aquí.
-Y si descubren que el Dedal está aquí querrán llevárselo, concluyó la duquesa.
-Puede que ya sepan que el Dedal está aquí, Doña Genoveva.
-Bien Bernarda, envía un correo a caballo al castillo de Felons para que avise a mi hermana de nuestra llegada, pasaremos allí el tiempo necesario hasta que esto termine.
-¿Y el dedal, duquesa?
-Vendrá con nosotras, Bernarda, yo misma me encargaré de protegerlo.
Horas después, el correo enviado por Doña Genoveva llegaba a los dominios de Felons. Los soldados que custodiaban la puerta del castillo le franquearon el paso al ver el estandarte que portaba el soldado. Éste, al llegar al patio interior, fue rápidamente recibido por dos mozos de las caballerizas que al momento se hicieron cargo de su montura.
En el centro del patio se divertía como un niño Archibaldo,
Duque de Felons, que montado en un columpio y siendo
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El dedal de Santa Poularda
HumorDoña Genoveva de Brumoise debe salir de su castillo para poner a salvo el Dedal de Santa Poularda, objeto mágico que corre peligro de ser robado, pues otros andan tras él. Junto a su fiel sirvienta, Doña Bernarda, su hermana, la ligera Doña Cristard...