Volver a ser amigo de alguien que tiene el poder de exponer tus secretos

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Krishan

«3 DE ENERO, 00:31H»

Había encontrado por fin a Isanova por mera casualidad, como si ella quisiera eso mismo: que la encontraran. No se había dado cuenta de mi presencia. Aproveché la ocasión y lo hice luego de procesar ideas a tiempo record e inducirme unas que me permitieron alcanzar un fuerte autocontrol.

Mis deseos de hablar con ella superaban los que tenía su hermano de localizarla y de que estuviera a salvo. Pero él merecía estar bien, estar en calma. De modo que dejé a un lado mi egoísmo y le hablé a su cerebro.

"Vuelve a casa, por favor, vuelve a casa con Tay".

Antes de ello, camino a casa, tras deambular por las calles sin razón alguna, no esperaba otra sorpresa mayor que la que tuve hacía unos minutos cuando un coche rojo descapotable estuvo a punto de arrollarme.

Fue mi culpa, no atendí al semáforo como cualquier persona sobria haría, me aparté demasiado tarde y las dos luces que fingían ser los ojos del auto lograron cegarme por unos segundos, quedando manchas en mi visión luego de que el conductor hiciera una maniobra milagrosa y evitara mi muerte.

El conductor no estaba solo. Todos ellos, chicos y chicas más jóvenes que yo, escupieron distintos insultos al mismo tiempo.

Sonó tan gracioso en mis oídos que lo que hice al final fue reírme.

­—¡Maldito, hijo de puta! ¡Mira por dónde vas! —gritó uno, en particular, con lentes de sol.

¿En plena noche?

Fue en ese transcurso mínimo de tiempo, entre el ataque verbal del tipo y el sonido agudo de mi carcajada, que decidí ir a una tienda de conveniencia y comprar unos lentes de sol también. —De esa forma, quizás la gente ya no tendría miedo de mirarme—. La más cerca y la única que atendía todo el día en el sector, alumbraba toda una esquina con su letrero neón "24H".

Caminé. Entré. Y bostecé para llamar la atención del natural que trabajaba allí: el mismo del mes anterior y del anterior y del anterior. Normalmente, estos acababan renunciando al mes, pero él había roto con la supuesta maldición de convertirse en uno de mis títeres... digo, objeto de mi poder mental.

No iba mentir, esta era mi tienda favorita, no era casualidad que estuviera caminando por aquí, conocía al chico y se había vuelto la única persona del exterior con quien disfrutaba hablar de vez en cuando.

Kyle era sordo, la comunicación se daba a través de señas, sus tímpanos no vibraban a causa de mi voz; cuando usaba mi telepatía llegaba a oírme y saltaba asustado, sin embargo, no servía de nada, no me entendía. Terminé aceptando, al cabo de días, que aprender a emplear las manos para iniciar una conversación resultaba más sencillo que enseñarle el significado de cada palabra que decía.

Alguien tan enfermo como Krishan Park era capaz de hacer nuevamente amigos.

—Yo también quiero ser tu amigo, Kris.

—Agh.

—Hola, me llevaré estos —gesticulé, aun así comprendió el movimiento de mi boca.

Kyle asintió tranquilo. Pasó los lentes negros de plástico por el lector de código de barras y me tendió el POS.

Entonces, recordé. Estaba en blanca, ni siquiera tenía para comprar un bendito Halls.

—Genial. Perdón Kyle, no...

Isanova brotó como flor de primavera a mi izquierda y el olor que desprendió fue el mismo perfume que usó esa noche. Aquello bastó para largarme de la tienda de inmediato. Ella no me reconoció, aunque tampoco se tomó el tiempo de hacerlo; tenía compañía, una tipa de cabello blanco.

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