Corazón en la boca, ampollas en la yema de los dedos

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Nova

«15:47H»

—¿Pero qué mierda?

Tay no me dijo lo se suponía que iba a contarme ayer; aquello que parecía tenerlo tan intrigado que los círculos oscuros bajo sus ojos no habían sido solo por la borrachera, sino más bien un desvelo que le había durado desde el día de su cumpleaños hasta mi regreso.

Lo que se suponía que iba a ser el primer secreto sacado a la luz a través de sus labios quedó al pendiente luego de que me diera cuenta que había desaparecido otra vez.

Encima, en lugar de recibir algo bueno tras mi crisis en el piso de arriba, un corte profundo en el dedo fue lo que obtuve.

Cuando Lee y yo nos encontramos con una puerta trasera rota y vidrios partidos en piezas, tanto minúsculas como buenas candidatas a ser armas, regadas por todo el piso, no pude evitar pensar en un posible secuestro cuya víctima había sido mi hermano, siquiera preguntarme si es que esto correspondía a un pista de su nueva desaparición.

Sentí cómo la emoción recorrió todo mi cuerpo.

Encontrar a mi hermano antes de que él mismo volviera, me emocionaba, aunque sonara extraño. Pero Lee preguntando a la nada y asintiendo con una expresión calmada, dejaron en claro que la escena no era una del crimen.

—Dicen que fue un accidente.

Él y sus fantasmas.

—¿Un accidente? ¿Acaso Tay estaba tan borracho que se olvidó tocar la puerta primero?

—No —lo dijo tan rápido que creí que se había molestado por mi pregunta irónica—. Fue alguien más, no saben quien. Estaban discutiendo y ese alguien la hizo pedazos.

Esto había sucedido antes, mucho antes de que yo llegara. La nieve que descansaba dentro, en el suelo de madera, pintaba de blanco algunas esquinas y más allá cerca a la puerta que daba a la cocina, también llegaban a verse manchas de un castaño oscuro como producto del tiempo pasado y el derretimiento.

Alguien más había venido a casa y Tay quiso decírmelo hasta que el rencor se le subió a la cabeza. Yo lo deduje por su reacción, pensé que había sido un acierto estúpido, pero al parecer no.

Suspiré.

El hecho de pensar en el culpable hizo que me dieran ganas de volver a dormir.

—Au.

—Ya está. Es profundo, pero nada que no se pueda arreglar —Sonrió.

Estaba en la cama, junto a Lee, contemplando la curita que me había puesto.

—Gracias.

—Avísame si te duele mucho. No lo he desinfectado aún porque sé cómo te pones.

Alcé las cejas.

—¿Cómo? —Curiosidad, solo curiosidad.

—Problemática, chillona, agobiante y desesperante. Ah, y llorona.

—Eso no es cierto.

—Lloraste una vez, solo porque tenías una tonta estilla en el dedo gordo, Nova —dijo entre risas.

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