¿Qué es lo que escondes, Krishan Park?

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Krishan

«2 DE ENERO, 12:38H»

Tres días. 72 horas. 4320 minutos.

Hacía ya exactamente tres días que sentía como un mazo golpeaba mi nuca sin piedad y el insistente zumbido en mis oídos lo hacía peor, cada vez menos soportable y más doloroso, por más que este apareciera cada tanto. Cada 5 minutos.

Dolía, carajo, dolía. ¿Era el otro yo pretendiendo advertirme que estaba a punto de llegar a cero y explotar de aburrimiento? Ah, no creo. Él era tan resentido que este dolor no se comparaba con los berrinches que hacía; una vez me torturó un día entero con películas y animes gore.

—Agh.

Recordar ese episodio de mierda fue suficiente para darme arcadas otra vez y, con una mano en la boca, toqué la puerta del baño.

Toc toc.

Abrí la puerta al no recibir una respuesta de parte de nadie y entré a la velocidad de la luz.

Siempre que empleaba mis habilidades más tiempo de lo habitual, de lo que estaba acostumbrado, los efectos secundarios se constituían por ser ligeros pinchazos en la frente y la sien a causa de la fuerza que ejercía en controlarlo. Pero este tipo de dolor no lo había sufrido antes.

Se me pasaría en un abrir y cerrar de ojos y lo superaría. Solo...

"No vuelvas a acercarte a mí"

La silueta de Isanova surgió ante mis ojos internos. Una imagen en primer plano la enfocó exclusivamente a ella y sus expresiones que, en ese momento, manifestaron sobresalto.

Ok, no era posible arrancármela de la cabeza, lo tuve claro desde el primero de enero cuando desperté en medio de la madrugada a causa del recuerdo de la sensación de pánico que irradió de ella. Por cada parpadeo largo que daba, se dibujaban fragmentos de Isanova y lo que había sentido, sus emociones tomando la forma de una enredadera (lianas), donde lo disparejo e inestable de la situación se veía reflejado en los distintos colores y tonalidades que habían adquirido durante la pelea.

Era atosigante.

Como segunda vez en el día, para quitármela de ahí, caminé hacia la ducha a medida que iba quitándome los pantalones. La encendí, girando la llave de agua fría y me desnudé completamente, a lo que miré de reojo el espejo desde mi posición.

"¡Hijo de..."

Otra imagen brotó en un flash: el primer puñetazo en la cara.

Golpeé mi frente contra la puerta de vidrio de la regadera y seguidamente me volví en cuerpo completo al espejo. Gemí a duras penas por el roce de unos de los cuantos moretones de mi cara con el dedo pulgar.

Y pensé que a pesar de que ya no eran tan visibles, permanecía el dolor en mi carne como el infierno en la mente de algunos.

El espejo era estrecho. Por esta vez odiaba que lo fuera. Lucía tan vacío, tan delgado que parecía que los márgenes estaban a poco de comerme.

Me dispuse a observar los demás hermanos, pequeños y grandes, como una rutina estos últimos días para alejar la culpa que volaba como polilla al rededor, y volví a gemir sin haber tocado uno de ellos.

Sonaba extraño como una chica de ese tipo —común y corriente para mis ojos— había sido capaz de hacerme sentir de este modo debido a lo que pasó en la fiesta: cansado y con una carga que necesitaba mitigar en cuanto antes. Además, sus deseos de lastimarla no estaban ahí atormentándome. En ese caso, ¿debía estar sorprendido o aliviado? ¿Sorprendido de su vaga reacción ante el comportamiento de esa chica? ¿Aliviado de que él no decidiera vengarse de ella y hacerle daño?

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