3. AMOR DE HERMANAS

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KAHNARA CAVALIER

Hoy era el dichoso día donde llegaba el maldito de Hayes y la cruel de Rhea a su castillo después de dos meses conquistando tierras y parecía que la mismísima Diosa Luna bajaba del cielo.

Si bien yo era el obsequio del invitado estrella, no me salve de preparar todo para la fiesta de bienvenida porque, en palabras de la reina, cada rincón del castillo debe estar perfecto para su llegada. Mientras que Denisse y Anne hacían los arreglos flores en el enorme salón, bajo la sombra y el olor de la comida, a mí, Dalma me mandó a barrer todo el jardín delantero.

Limpió mi sudor con la manga de mi vestido. Llevó solo una cuarta parte del enorme jardín y sus caminos de piedra y estatuas de lobos hechas de un material blanco.

Por suerte, era la tarde, aún hay sol y no hay señales de que muchos nocturnos se hayan despertado aún, salvo los guardianes de la muralla, aquellos ni siquiera han de pestañear seguramente.

—Es inestable, pero creo que lo he perfeccionado lo suficiente para una prueba—Escucho una voz provenir de los enormes arbustos cuadrados, que daba inicio al laberinto. —No pongas esa cara y confía en mí, Ziah.

—Me dices que es un collar hechizado con una magia que no se ha creado todavía ¿Te sorprende que no confíe en ti?

Me acerco más, fingiendo barrer en el aire. La palabra “Magia” había magnificado mi curiosidad. Pego una vaga y fugaz mirada detrás de los arbustos, que me dio una imagen de la escena. Era Diana Eckvan con una mujer de cabello negro, alta y de cuerpo delgado.

—Lo harás sí o sí.

— ¿Y por qué? ¿Por qué me lo ordena una Eckvan?—Cuestiona con burla.

—Porque si no lo haces, buscaré otra híbrida salvaje para probarlo.

¿Cómo es que logra meter a dos híbridas salvajes al esta fortaleza?

—¿Así?—Suelta la hibrida con pizcas de enojo.

Siento las risas de Diana ser calladas de repente, con preocupación me asomo nuevamente para ver si se la había comido. Vaya que sí, pero no de la forma que yo pensaba. La tal Ziah la tenía contra el arbusto, besaba a la menor de las Eckvan con experiencia. Diana suelta un gemido cuando la híbrida baja a su cuello.

—No dejes marca otra vez o mamá me matará—Suelta Diana en un suspiro.

Mis mejillas estaban rojas de la vergüenza, y supe que era hora de huir, porque se nota a leguas que esto era un amor prohibido y me metería en problemas si ella sabe que las vi.

Al momento de darme la vuelta, mi camino es bloqueado por una figura alta. Aprieto el mango de la escoba al ver que era la hibrida que un instante compartía saliva con la princesa.

—Tenemos a una omega pervertida— Dice ella. Me hace retroceder hasta posicionarme frente a Diana. —¿Qué hacemos con ella?

Diana me da una mirada de pies a cabeza, juzgándome de todas las maneras posibles, su semblante se tornó de amenaza. Después de 10 años, la vuelvo a tener frente a mí, ella cambió mucho, las facciones de niña dulce e inocente se habían amueblado al rostro que debe tener un Eckvan, mirada despiadada y sin emociones y una expresión que solo un depredador puede tener.

Y yo ruego por haber cambiado lo suficiente para que no me reconozca.

—Dalma me envió a limpiar el jardín, princesa—Susurro con la mirada en el piso. —No era mi intención interrumpirlas.

— ¿Interrumpir qué?— Espeta Diana. —Mírame.

En este momento, las palabras de mi abuela se reproducen en mi mente, si quiero sobrevivir debo jurarle lealtad a la menor de los Eckvan. Paso saliva y levanto la cabeza. La observo a ella solamente.

The Black OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora