14. ALMAS GEMELAS

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KAHNARA CAVALIER

—Disculpe, ¿Sabe donde encontrar a Stewart Rus...— No me deja terminar la frase, y el enorme híbrido me ignora, golpeando bruscamente su hombro con brusquedad.—¡Pudo decir que no!

La multitud gente apenas dejaba paso a para circular a los carruajes y a pesar de su supervelocidad y que pueden llegar de un lugar a otro a grande saltos, los comerciantes eran los que provocaban los estancamientos.

Las calles de la capital del Reino Eckvan, según lo que he escuchado, es la más habitada, millones de híbridos viven en ella. Sus calles están iluminadas por lámparas colgantes, que cuelgan como una serpiente arriba de nosotros.

Me detengo en un puesto con dos grandes fuentes de cristal que burbujeaban con un líquido rojo. El vendedor sumerge el cucharón hasta el fondo y lo saca para llenar un vaso chico de metal, antes de dárselo al pequeño híbrido a mi lado.

—¿Quieres uno?— Lo miro.—Ocho lunas de oro.

—¿Qué es?—Pregunto, a pesar de solo tener cinco lunas de oro.

—Fusión dulce.

—¿De frutos rojos?—Ladeo mi cabeza.

Él suelta a reír, y niega con la cabeza repetidamente, como si hubiera contado el gran chiste. Entendí con rapidez, y niego el trago que me ofrece.

—¿Sabe donde encuentro a Stewart Russo?— Pregunto.

Me señala una gran casa de tres piso, tan dorada como el oro: Russo, decía su cartel de letras rojas. Le agradezco al tipo, y huyo lo más rápido que puedo, no quiero ser parte de su fusión.

Un olor a flores entra por mi nariz con una bonita canción cuando cruzo la puerta, y una campanita suena por todo el lugar avisando mi llegada. Hermosas telas de todos los colores cuelgan de las paredes, pero sin tocar el suelo.

Me acerco a una especie de candelabro pequeño que se balancea del techo, eran trozos de diamantes y piedras preciosas, amarradas con hilo de plata y oro, la corta brisa lo sacudía delicadamente, y provocaba un melodioso tintineo que me hace sonreír.

Entonces, por el reflejo de un diamante, noto como una gota de agua, cae alguien que estampa sus pies en la madera y endereza su postura, sobrepasando mi altura.

Me doy vuelta, con el corazón en la boca. Un hombro corpulento de cabello blanco hasta los hombros me mira con su ceño de tres pelos fruncido. Su expresión seria me hace retroceder un paso.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Y por qué estás tan sucia?—Pregunta.

Carraspeo.

—Me llamo Nara, la princesa Yris me mando a entregarle esto—Extiendo la bolsita. —Y es una larga historia.

Alza una ceja, tomando la bolsita con desconfianza, solo le basto sacudirla para cambiar su semblante. Noto que en su cabeza, tenía una tiara de zafiros, tal y como una princesa.

—Bien. —Dice con una sonrisa. —Soy Stewart Russo.

Le estrecho su enorme mano. Levanto la mirada al techo, porque saber como es que bajo de ahí me estaba matando.

—Trabajo mejor de cabeza—Explica, encaminándose a un mesón enorme al centro de su taller, para guardar la bolsa en una de sus cajones.

Todas sus herramientas colgaban por una cuerda.

—Eres muy joven para ser doncella ¿Cuántos años tienes?—Me pregunta, mientras revuelve un cajón.

—Estoy lo suficientemente adulta para serlo—Digo. —Tengo 23 años.

The Black OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora