17. BRUJITA MALA

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KAHNARA CAVALIER

Observo con detenimiento mi camisón tendido en el respaldo de la silla hace un largo tiempo, tratando de recordar si fui yo o ella quien lo dejó ahí y cada vez me convenzo más de que fue ella. Se remueve nuevamente a mis espaldas y yo cierro mis ojos de inmediato, por sí ya se despertó.

No sé cómo enfrentarla, no sé que decirle y no tengo explicación de lo que me pasó.

Ahora tengo la gran duda de que si las brujas también entramos en celo, o de lo contrario, no hay excusas. Tenía la leve esperanza de que cuando despertara, ya no estaría en la cama, pero no fue así, justo hoy, justo conmigo, decidió comportarse como un ser con decencia.

Hace un rato dejé de escuchar los pajaritos afuera, lo que significaba que la noche estaba próxima, y que Kassia y Diana despertarán. No quiero que nos vean así, sobre todo mi hermana.

Con cautela, desnuda, me doy vuelta para toparme con ella y mi ceño se frunce al tenerla tan cerca, parecía tan indefensa. Y yo tengo mi navaja en mi abrigo. Aprieto mis labios, observando mi abrigo, colgando en la pared ¿Qué pasaría si lo hago? ¿Cómo reaccionarían Diana y Kassia?

Hasta ahora, todo lo que me han contado de ella, yo no lo he visto, el lado despiadado del que tanto me han dicho, lo viví una vez, sin embargo no sé con certeza si ella mató o no a mi madre, pero si me dejó vivir. Ella se apiadó de mí, su padre no lo habría hecho.

Él es el problema. No ella ¿Verdad? Ella no podía ser tan mala.

Ella es muy hermosa. Su belleza dura me parecía irreal, no tiene espacio para imperfecciones. Y sus ojos, Diosa, son la cosa más rara posible, pero deseo verlos a cada momento, deseo que me recorran completa como lo hicieron ayer.

Un mechón de su caótico cabello rojo cae en su rostro, y provoca que arrugue su nariz, molestándola. Esbozo una sonrisa divertida. Sin darme cuenta, su cabello se desliza por su piel hasta pasar por debajo de su oreja. Mi magia no parece entender que Rhea no puede verla, porque la odia. Pero cada vez que ella me toca, se descontrola…

Ayer tiré varias cosas, sin que ella se diera cuenta, quiero creer. Mi abuela me lo dijo una vez, me advirtió que tuviera cuidado con quien hiciera “cosas de grandes” por la magia se nos escapa de las manos cuando nuestro cuerpo está expuesto a fuertes emociones.

Pero por supuesto, eso ayer no lo recordé, como a mi dignidad y honor, junto con mi pudor. Todo eso se lo entregué en bandeja de plata a esta malvada híbrida que está a punto de abrir sus ojos.

Ella frunce el ceño un momento, dándose cuenta con quién y en donde estaba.

— Buenas noches, Nara — Suelta con voz somnolienta.

—Buenas noches, Alfa— La saludo. Guardo un silencio, observando mis dedos. Siento su mirada directo a mi rostro.—Alguien podría entrar y vernos...

—¿Me estás corriendo?—Su tono cambia a uno de sorpresa. Ante mi silencio, ella entrecierra sus ojos. —Me siento como una cualquiera, solo faltó que me lanzaras tres lunas de oro a la cara.

Ruedo los ojos. Es tan dramática.

—No, no—Digo. —No quiero que ellas se enteren, y usted tampoco, por la forma que me callaba los gemidos—Ella asiente. — Y la que recibe una moneda cada luna llena soy yo de su parte por mi arduo trabajo.

Su mano acaricia mi hombro.

—Excelente trabajo—Insinúa con sonrisilla. —Dime cuantas monedas quieres recibir.

La detengo, me separo de sus brazos, me siento, viéndola frente a frente. Conservo el poco pudor que me queda sosteniendo las sábanas para tapar mis pechos y ella suelta una risa ronca ante esa acción.

The Black OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora