16. ATRAPASUEÑOS

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KAHNARA CAVALIER

-Ya tengo lista la mayoría de sus vestidos, mi princesa-Stewart hace una reverencia. -Y sus tiaras, también.

Una sonrisa enorme aparece en el rostro de Diana.

-Muéstramelo-Ordena.

Se hace a un lado para dejarnos pasar a su taller, lo saludo con una sonrisa antes de seguir a Diana. Stewart se reverencia ante Rhea para entrar. Dos ayudantes mujeres se llevaron a Diana para probarse los vestidos.

Supe que sería tardado cuando Rhea saca un libro del librero de Stewart, y se acomoda en el sofá de a terciopelo verde, subiendo groseramente los pies a la preciosa mesita de roble de Stewart.

Me mantengo lejos de ella, de pie, para nada cómodo, pero lejos de ella. Que es lo importante.

-¡Ew!-Exclama Rhea, con la nariz arrugada. -Detesto la poseía europea-Masculla asqueada. -¿No tienes algo más interesante?

Stewart asoma su cabeza, por fuera del probador.

-Grimorios, Alfa, extraídos de aquelarres nórdicos-Menciona.

Abro mis ojos, y mi interés crece a magnitudes, endurezco mi postura. Rhea se levanta, para acercarse al librero.

-Leer como las brujas locas cortan las ancas de rana es mejor que leer 800 páginas que hablan de sentimientos-Asegura, lanzando el libro de poesía al escritorio.

Se lanza nuevamente al sofá, y yo muero de curiosidad, el grimorio que eligió era de piel roja, con una cruz invertida en el centro. Reúno el valor para preguntar y carraspeo.

-¿Puedo leer uno también, Stewart?-Mi pregunta no tardo en ser respondida.

-Claro, copito de nieve.

Su apodo me hace sonreír, y escucho el bufido de Rhea. Envidia. Me encamino librero, y mi sonrisa poco a poco se desvanece al acercarme a él. Era demasiado alto, incluso para un híbrido promedio, los grimorios estaban en la repisa más alta y la que yo no puedo alcanzar.

A menos que apareciera otra Nara y la montara sobre mis hombros, estoy jodida.

Doy saltos una y otra vez, estirando lo posible mi brazo derecho. Me detengo al escuchar una risa burlona. Cuando la miro, seria, ella finge leer el grimorio pasando a la siguiente página, sin una expresión en su tonto rostro.

Idiota.

Busco algo que pueda acercar aquí, y subirme en él para alcanzarlos, pero era más que obvio que un híbrido del tamaño de Stewart no tendría un banquillo. Solo se me puede ocurrir una cosa, la mesita de centro donde Rhea apoya sus botas pulidas.

Me acerco a ella, con el mentón en alto. No me mira, pareciera que si lo hace, se pulverizara o algo. Suspiro y esbozo mi sonrisa más sumisa, complaciente y servicial que tengo.

-¿Me permitiría un instante la mesita, Alfa Rhea?-Pregunto. -Por favor.

-¿No veo por qué no?-Se encoge de hombros, pero no baja sus pies.

La miro, esperando que los saque, pero eso nunca llega. Relamí mis labios, queriendo despistar un poco mi molestia. Y tomo los bordes de la mesa con ambas manos, y empujo, sin éxito.

¿Cómo era posible que pese tanto una mesita de roble?

Intento otra vez, y me es imposible moverlo, siquiera sacudirla. Me levanto con las manos en mi cintura.

-Cualquiera pensaría que si viene de la realeza, tendría modales.-La acuso, pero me arrepiento de inmediato. Por fin me mira, pero a juzgar por su semblante, dudo que este feliz. -Disculpe, Alfa.

The Black OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora