12. LO PROHIBIDO

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KAHNARA CAVALIER

No pude dormir ayer, la imagen de Rhea arrojando a Gabriel al helado y oscuro mar se repetía en mi mente una y otra vez. Mi corazón palpita con dolor al pensar siquiera que mi alma gemela murió ahogado.

—Hazlo de nuevo—Me pide Diana.

Cyrias estaba en el bracero, como una pequeña ave negra encarcelada. Los ojos de Diana brillaban de emoción, rogándome que lo hiciera por cuarta vez.

—Lemdoqün—Pronuncio.

Cyrias se enciende, llenado todo el bracero con sus llamas oscuras. Diana chilla, como la niña que aún es y da saltitos de felicidad. Va por la jarra de agua, y la hecha sobre su demonio.

No se apaga, prende más

—El fuego negro del inframundo es indestructible y mío—Exclama Diana, con una voz maquiavélica. Me voltea a ver, con una enorme sonrisa. —Te tengo un regalo.

Corre a su escondite de libros debajo de su armario, y esculca por un tiempo entre sus dibujos, cuentos que Rhea le leía de pequeña y el grimorio antiguo que robo de la librería de Yris. Yo observo a Cyrias, y todavía no lo entiendo… ¿Qué magia era esta? ¿Y por qué nadie la había escrito en libros? ¿Mi abuela saber de los demonios?

¿Por esto mi padre secuestró a Diana ese día?

—Toma—Me extiende un grueso libro, con una tapa de cuero negro y bordes de plata. Lo recibo, con el ceño fruncido. — Toda gran bruja necesita su grimorio.

Cuando lo abro, una hoja se desliza y la atrapo por poco.

—Es un hechizo para que solo tú puedas ver lo que escribas.

—Gracias—Susurro.

Ella rueda sus pardos ojos, y me da un golpe en el hombro.

—La vida sigue, Nara—Me “anima”. —Además, quien quiere a un licántropo campesino que te lleve a una pocilga cuando puedes tener a Rhea Eckvan para que te construya un castillo.

—Tienes un tacto de bebé, Diana—Mascullo con sarcasmo.

Se encoge de hombros.

—Yo le pediré que el mío tenga todo el piso cubierto de oro, puertas cubiertas de diamantes y esculturas mías en cada esquina— Sonríe. —El tuyo podría tener el techo cubierto en oro ¿Lo prefieres con tres o dos torres?

—Cinco—Bromeé a secas.

—El de Sereh tiene seis— Suspira. — Ahí tienes una mujer que juega bien sus cartas con Rhea, y no llora por pordioseros.

—A veces no sé por qué te ayudo—Menciono, haciéndola reír.

La puerta es tocada dos veces, y Diana borra su sonrisa. Calmo a Cyrias y ella lo envía a arriba con los demás. Abro la puerta, escondiéndome detrás de ella, en el caso de que se trate de Rhea. Pero por el rostro de Diana, no era ella.

—¿Qué quieres?— Pregunta ella, con frialdad.

—¿Esa es la manera de saludar a tu hermana mayor?—Reconozco la voz de Yris.

—¿Qué mierda quieres, hermana?—Repite Diana, con una sonrisa.

Por la pequeña abertura, doy un vistazo, la princesa siempre estaba cubierta de joyas, y los mejores vestidos, era un espectáculo verla. Su largo y rojo cabello siempre estaba cuidadosamente peinado. Es alfa, pero a diferencia de Rhea, ella no gana guerras, su labor es más diplomático.

Mis ojos bajan a la chica a su lado, mi corazón se acelera, y una sonrisa aparece instantáneamente en mi rostro. Kiara, mi hermana, también se vestía como una princesa, y la tiara en su cabello castaño le quedaba hermoso.

The Black OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora