CAPÍTULO 01

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No es distinta la sangre

El sol recién había salido a alumbrar los tejados de las pequeñas casas en el reino de Althárian. Muchos hombres de familia yacían despiertos desde temprano, muchos de sus familiares dependían de ellos, algunos trabajaban para ayudar a sus mujeres, otros para dar de comer a sus hijos, pero él trabajaba para llevar sustento a su madre y hermana.

Baladdar Winske es un joven aldeano de 21 años que se levantaba todos los días a las cuatro de la mañana a buscar el sustento en su casa. Sus endurecidas y fuertes manos lo ayudaban a talar árboles como nadie más lo hacía en Althárian.

Ganaba dinero proveyendo madera que usaban como leñas muchos de los habitantes del pueblo Taini, algunos otros la usaban para construir sus casas, carreras, cubetas, tinas y uno que otro mueble para el hogar.

El pueblo de Taini se encontraba en Althárian, pero estaba alejada del lugar, divida por un gran puente y muros de más 15 metros que cubrían el reino separando a los ricos de los pobres.

Baladdar no era el único que se dedicaba a conseguir madera, su mejor amigo, Tuile Vorgel, un chico de 19 años iba con él, junto con su hermano, Dares, quien tenía 22, los tres preferían derribar los árboles que estaban medianamente alejados del río, no ha de ser que pudieran provocar un accidente con las mujeres del pueblo que iban allí a lavar sus ropas y la de los hombres que buscaban el sustento para ellas y sus hijos.

El sol de la mañana era muy refrescante para los chicos, por lo general los sábados no se trabajaba mucho, aquel día era el 12 de junio de 1621, a eso de las ocho de la mañana, los chicos terminaban de recoger la madera para así cambiarla por algo de dinero y comprar comida para el resto de la semana.

─La noche cubre ya con su negro crespón, de la ciudad las calles que cruzan las gentes con pausada acción. La luz artificial con débil proyección, propicia la penumbra que esconde en su sombra venganza y traición. ─Cantaba Tuile mientras tocaba la guitarra─. Después de laborar vuelve a su humilde hogar, Luis Enrique el plebeyo, el hijo del pueblo, el hombre que supo amar y que sufriendo está esa infamante ley de amar a una aristócrata siendo plebeyo él.

Baladdar y Dares terminaban de subir la madera a la carreta, pero todo hubiera sido más fácil si Tuile los ayudara más y cantara menos.

─Oye, Tuile, ¿Por qué no nos ayudas? ─Baladdar le hacía señas con la mano mientras Tuile se hallaba sentado en la parte delantera de la carreta.

─Estoy ayudando, armonizo el ambiente, así a la hora de irnos no habrá ningún problema con Cherry.

─Es solo un caballo. ─Las palabras de Baladdar provocaron que Tuile quedara boquiabierto, de la impresión, Dares solo se reía.

─¿Cómo te atreves a hablar así de mi bebé? Que sea un animal no significa que ella no tenga sentimientos... Los animales tienen sentimientos, discúlpate.

─Disculpa, Cherry, no sabía que tu dueño tenía sentimientos. ─Dares se burlaba a carcajadas por el chiste de Baladdar, era obvio que no era de esos hermanos que se metía a defender al otro.

─¡Qué gracioso! Y por eso menos voy a ayudar, además, es sábado, quiero descansar.

─Para eso está el domingo ─anunció Dares─. Son los días libres y no hay que trabajar... Deberías ayudarnos para terminar.

─No veo el caso de llenar la carreta, hoy es sábado, no se podrá caminar por el pueblo, y menos cuando lleguen los bobalicones extranjeros al reino.

─¿Por qué llegarían? ─preguntaba Baladdar por el comentario de Tuile.

─Es el segundo sábado de junio, lo que significa que es hora de que la princesa encuentre esposo. ─La explicación que Dares le había dado a Baladdar hubiera bastado si Tuile se hubiera quedado callado.

LOS CIEN DÍAS DE LA PRINCESA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora