𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏: 𝐃𝐫𝐞𝐚𝐦𝐬 𝐖𝐨𝐯𝐞𝐧 𝐈𝐧 𝐓𝐡𝐞 𝐃𝐚𝐫𝐤

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El resplandor de la luna iluminaba la habitación de Heesung mientras yacía en su cama, sus pensamientos danzando entre el mundo real y el reino de los sueños. Los ojos cerrados, sintieron cómo la brisa nocturna acariciaba su piel, llevándolo a un lugar donde los límites del tiempo parecían difuminarse.

En ese instante, un rostro familiar emergió en su mente. Jaeyun. Aunque el chico solo fuera un producto de la imaginacion del joven Lee, Heesung sentía como si hubiera conocido a Jaeyun durante toda su vida. No eran simples sueños, eran vínculos tejidos en la oscuridad de su subconsciente.

Cada sueño era una aventura compartida. Caminaban juntos por calles iluminadas por farolas doradas, explorando rincones secretos de una ciudad que parecía surgir de la imaginación. Se reían a carcajadas mientras compartían lo que ellos sentían como como horas largas y demasiado extensas para ser verdad. En esos sueños, Heesung no solo veía a Jaeyun; lo sentía, lo conocía.

Pero como un castillo de naipes, todo se desmoronó una mañana. Heesung despertó con los recuerdos de su última conversación con Jaeyun aún bailando en su mente. Intentó agarrar las palabras, las imágenes, pero se desvanecían como niebla al amanecer. Una sensación de pérdida lo invadió mientras luchaba por retener los detalles fugaces.

"¿Qué está pasando?" se preguntó Heesung mientras se sentaba en su cama. Cerró los ojos y trató de recrear la conexión, de volver a sentir la presencia de aquel chico de cabellos castaños. Pero solo quedó con una sensación de déjà vu, como si las emociones compartidas en esos sueños ocurrieran en un eco distante.

No quería darle importancia, pero rondaba en su cabeza la necesidad de saber qué había olvidado. Se miró en el espejo, observando su expresión vacía. Algo faltaba y él lo sabía. Se echó agua en el rostro y trató de despejar su mente. Tenía que ir a trabajar y realmente no tenía mucho tiempo para pensar.

Se dio un baño rápido y dedicó el resto del tiempo que le quedaba para vestirse y comer algo, para no ir con el estómago vacío. Salió de su casa directo al café en el que trabajaba. Hoy le había tocado abrir el café a Yeonjun, así que solo tuvo que llegar y ponerse su delantal. Automáticamente empezó a preparar los cafés con la fórmula que conocía de memoria, mientras Yeonjun estaba en la caja.

En algún punto, sus pensamientos empezaron a revolotear en la laguna de su memoria, distraído viendo a lo lejos mientras recordaba fugazmente unos ojos chocolate que lo miraban con limerencia.

—¡Hee! ¡Demonios, Heesung, ¿qué estás haciendo?! -Yeonjun lo sacó de sus pensamientos, gritándole lo suficientemente fuerte como para que pudiera escucharlo sin espantar a los clientes-. ¿Qué mierda estás haciendo? -le preguntó, señalando con obviedad la cantidad exagerada de café que estaba derramando, y entonces se dio cuenta de que la taza que estaba llenando rebosaba montones de café esparcidos sobre el mesón. Su camisa blanca y su pantalón estaban manchados, y solo pudo maldecir por lo bajo.

—Dios, cuanto lo siento... -dijo en voz baja mientras limpiaba el mesón. Yeonjun soltó un suspiro y negó-.

—Está bien, solo por favor baja de esa nube de sueños, hoy estás muy pensativo -comentó mientras miraba a su contrario, tratando de adivinar que le pasaba, un sonrojo avergonzado corrió por las mejillas de Heesung mientras rascaba nerviosamente su nuca.

—Lo siento mucho, creo que realmente sí estoy muy distraído -Yeonjun hizo un gesto de negación con la mano. -Ya no pasa nada, solo ve a limpiarte, anda. le agradecí, dando una pequeña reverencia, y me retiré al baño.

Traté de limpiar inútilmente mi camisa y, una vez consideré que estaba limpio, volví a mi puesto de trabajo. Yeonjun me dio una sonrisa y el resto de mi turno solo me dediqué a cumplir con mi deber. Luego de mi arduo día de trabajo, no fue sorpresa encontrarme con Jay a las afueras del café, fumando como era costumbre. La oficina de Jay quedaba a tan solo unas cuadras y siempre pasaba aunque fuera para saludarme.

—Hey, Hee, ¿día duro? -preguntó al verme manchado de café, alejando el cigarro de su boca. Asentí, mostrando una sonrisa cansada.

—La verdad es que sí, un poco -dije colocando mis manos en los bolsillos, y Jay me miró con una mirada analítica.

—Otra vez tú y tus sueños, ¿no? Amigo, no es por nada, pero creo que deberías tratar de dejar de fantasear con ese chico. No es real -me dijo y volvió a tomar una calada. Lo miré con confusión y como una chispa algo dentro de mi cabeza encajó.

Los ojos chocolate en los que estaba pensando eran los de ese chico. Un nombre picaba en la punta de mi lengua y no sabía cuál.

—Hey -Jay chasqueó sus dedos enfrente de mi cara y reaccioné-. ¿Ves de lo que hablo? Vives en las nubes -dijo negando y miró su reloj con desinterés.

—Lo siento, no logro recordar de qué me hablas. Siento que desperté con amnesia -dije riendo suavemente.

—Como sea, Jungwon me espera en casa. No te vayas a estrellar contra los postes -dijo en tono bromista, tirando el cigarro al suelo y apagándolo de un pisotón-.

—¿Quieres que te deje en tu casa? No me robas tiempo -dijo y negué rápidamente-.

—No es necesario. Aparte, caminaré un poco para despejar la mente.

—Como quieras, atleta -dijo mientras subía a su BMW-. Me mandas un mensaje cuando llegues a tu casa. Quiero estar seguro de que no terminaste en algún hospital por andar soñando despierto.

—Te prometo que lo haré, papá -bramo entre risas-.

—Está bien, te veo mañana, querido hijo -dijo Jay siguiéndome el juego y solo pude ver el auto arrancar y desvanecerse en la lejanía.

Largos y exasperantes días  pasaron, y Heesung seguía inquieto. Los recuerdos fugaces de aquellos sueños empezaban a atormentarlo, buscaba respuestas que parecían escurridizas. se sentia en una profunda laguna de sus propios recuerdos. Cada intento de recuperar los detalles lo dejaba frustrado y anhelante.

Hasta que un día, cuando el sol dorado se asomaba por el horizonte; Heesung se encontró en un rincón de la ciudad que le parecía extrañamente familiar. Calles adoquinadas y farolas doradas. La sensación de déjà vu lo envolvió de nuevo, pero esta vez; un nombre picaba en la punta de su lengua: Jaeyun.

creia que estaba soñando, lo estaba viendo pero sus ojos se negaban a creer. Ante él, una figura familiar se acercaba. Jaeyun. Los ojos de Heesung se encontraron con los de Jaeyun, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. Un gesto de reconocimiento cruzó el rostro de Jaeyun, y Heesung supo que este no era un encuentro casual.

Sus corazones latían en un ritmo compartido, desesperado e irregular y mientras se acercaban el uno al otro. El vínculo que había tejido en la oscuridad de los sueños se manifestaba en la realidad. Y mientras el sol ascendía en el cielo, iluminando su encuentro; Heesung supo que era el y aunque aun no estaba convencido de estar despierto se permitiría fundirse en esos ojos chocolate que parecian ser su mayor debilidad recien descubierta.

Ambos se acercaron lentamente, como si ambos aspiraran a tocarse, a inhalar el olor contrario; fundirse en un cálido abrazo, pero un golpe de pensamiento les llegó y sacudieron sus cabezas suavemente para salir del trance que el otro les provocó. Estaban frente a frente y los dedos les picaban con insistencia, deseando tocar al contrario para asegurarse de que era real; que no era una mentira y que no estaban soñando. Se miraban, tratando de buscar el error, corroborar la mentira; pero todo era real y después de un arduo análisis se miraron nuevamente a los ojos. Y fue como magia.

Los ojos de Heesung y Jaeyun se encontraron en medio de la calle adoquinada, y un silencio llenó el espacio entre ellos. El aire vibraba con una energía palpable, como si el destino mismo hubiera guiado este encuentro.

Heesung finalmente rompió el silencio, su voz temblando ligeramente pero llena de determinación. "¿Tú eres... Jaeyun?"

Jaeyun asintió con una sonrisa suave en los labios. "Sí, soy Shim Jaeyun. Y tengo la sensación de que tú eres Heesung, ¿verdad?"

Heesung asintió, sintiendo un nudo en la garganta. A pesar de las incertidumbres y las lagunas en sus recuerdos, la conexión entre ellos era innegable. Era como si los fragmentos de sus sueños compartidos se estuvieran uniendo en ese momento.

Entwined Destinies: The Well of Forgotten DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora