Prólogo.

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Era un día lluvioso cuando mamá llegó a casa después de tres días sin aparecer. Había sentido frío y hambre cada noche. Ya no sentía miedo porque no era primera vez que esto sucedía, pero otras veces mamá dejaba comida, y supuse que ahora se le había olvidado. En el refrigerador solo encontré una caja de leche, que luego me di cuenta de que estaba vencida, porque los vómitos no tardaron en venir. Odiaba vomitar, y es que solo era una niña, apenas había cumplido los seis años. Deseaba que mamá hubiese estado acariciándome la espalda y diciéndome que todo estaría bien, pero no, estaba sola, en la oscuridad.

Había empezado la escuela, y me gustaba mucho ir, pero en estos días no había asistido, ya que mamá me dejó todas las puertas cerradas. Seguro sabía que se iba a demorar y quiso protegerme de que fueran a entrar desconocidos. En el fondo ella me quería.

Hacía tanto frío que estaba cubierta hasta el cuello con las mantas de mi cama mientras abrazaba mi muñeca, una que me trajo mamá una vez que estuvo varios días sin venir. Dijo que era para que no estuviera sola, que la muñeca me protegería, y tenía razón, como siempre. Cuando la abrazaba, me sentía más fuerte.

El sonido de la puerta me saca de mis pensamientos.

«Por Dios, ¡esa debe ser mamá!».

Corrí hacia la puerta, y claro que mamá estaba ahí, pero ella se veía muy mal. Al parecer, tuvo un accidente.

—Mamá, ¿estás bien? —le pregunté sin acercarme a ella. Tenía miedo y había dejado a mi muñeca en la cama.

—¿Qué quieres? —me cuestionó sin mirarme.

—Tengo hambre —contesté con lentitud.

Ella se veía muy mal y también muy molesta tenía miedo de que fuera a hacerme daño.

—¿Y por qué no comes? ¿Acaso eres estúpida? —me gritó muy enojada. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Odiaba que me gritara. No me había portado mal. De hecho, no había tocado nada de la casa, todo estaba como cuando se fue.

—No había comida —dije en un susurro.

Ella no dijo nada por unos segundos, supuse que se enojó más.

No había dinero tampoco para ir a comprar y aunque hubiera dejado, todas las puertas estaban cerradas.

Reinando el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora