Capítulo 10: Mi gloria o mi perdición

378 31 1
                                    

"Tan cruel como para tener casi una belleza animal"

Charles Bukowki

Él cerró la puerta detrás de mí. Di otro paso al darme cuenta de que estaba demasiado cerca de él, y no me gustaba. Miré alrededor. Era un departamento lujoso, muy lujoso, pero claro, aparte de narcotraficante, era empresario. Muy inteligente. Yo jamás me esperaría que este tipo fuera un temido narcotraficante, y también asesino. Nunca me esperaría que este hombre hubiera matado a sangre fría a su padre, pero claro, las apariencias engañaban.

—¿Qué quieres proponerme? —pregunté, ya que él no decía nada.

—Sé que te persigue la policía. —Eso lo sabía toda la ciudad ya—. Te ofrezco protección, y a cambio trabajas para mí.

¿Trabajar para él? Román apareció en mi mente de inmediato. No quería hacer los trabajos que él hacía porque sabía que no eran para mí. Quería ser algo mejor. Pero, por otro lado, él tenía razón, la policía me buscaba, y sabía que debía pasar desapercibida y él tenía razón. Yo necesitaba protección y esa no podría dármela Román, tampoco quería inmiscuirlo en esto, él ya tenía bastante con su madre.

—¿Qué clase de trabajo haría? —inquirí. Él caminó hacia mí y yo retrocedí.

—Para que veas que soy generoso, te tengo dos opciones. En realidad, solo una doble.

Se dio la vuelta, caminó hacia el sofá y se sentó en los brazos de este.

—¿Puedes explicarte mejor? —No entendí nada, la verdad—. ¿Quieres que venda droga?

Negó y me sentí un tanto aliviada.

—Ya tengo muchos hombres en la calle que venden, y la verdad las mujeres no son muy buenas para el cobro del dinero. —Movió la mano—. Quiero que seas mi secretaria, pero mi secretaria para los negocios sucios, ya sabes.

No entendía nada.

—Pero ya tienes una secretaria —dije confundida. Y una muy linda en comparación conmigo.

—Pero ella es mi secretaria de la empresa. Ella no sabe las cosas que yo hago, y normalmente me reúno con los chicos ahí. —Se levantó para ir a por un maletín que había en otro sofá. De él sacó unos papeles, que me acercó.

Por lo que podía leer, eran escrituras.

Era pobre, pero no quería serlo toda la vida, por lo que en la biblioteca me resguardaba mucho.

—Esas son compraventas en tu barrio, que compro a muy bajo valor o simplemente a cambio de droga. —Se encogió de hombros. Yo lo sabía. Prácticamente todo el barrio era suyo, nadie fiscalizaba y él los dejaba quedarse a cambio de que trabajaran para él. Se libraba de pagarles, claro está. Todo el beneficio era para él—. Que yo vaya a hacer las escrituras es muy riesgoso para mí, por lo que tú te encargarás de eso, de recoger el dinero como hoy, cosas como esas, y a cambio te pagaré, y de paso obtienes protección.

Reinando el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora