Mientras estoy en mi celda, acostada en mi camarote, espero el ataque del que me habló Dereck.
Estúpido, es así como lo veo.
Hay tres guardias de seguridad fuera de mi celda, y en los seis años que he estado aquí la mitad de las reclusas me tienen miedo, mientras que la otra mitad, me alaba. No corro ningún tipo de peligro.
Colleen me enseñó a pelear, no soy la misma mujer frágil de hace seis años que se echaba a llorar.
Me cuesta mantener mis ojos abiertos, es por eso que los cierro aun sintiendo que no debo hacerlo.
Un fuerte golpe en mi cabeza me despierta en vez de hacer todo lo contrario. El mareo se intensifica más, provocándome que mi visión se torne borrosa.
El chorro de sangre que sale seguramente de mi cabeza me alarma.
―¡A...Ayuda!
―Nadie puede oírte―La voz de una mujer―Más te vale que no te mueras, las instrucciones han sido claras, y tengo un mensaje para ti.
Se acerca a mi oído, intento forcejear con ella, pero me da un puñetazo en mi estómago, sacando todo el aire de mis pulmones.
―Quieta―Me ordena y aunque no quiera, el dolor no me deja hacer otra cosa―Tengo un mensaje del más allá: No intentes hacer nada cuando salgas de aquí, no metas las narices donde te la pueden quemar. Te salvaste una vez, no te salvarás de la segunda. El círculo no da segundas oportunidades... déjalo ir. No querrás acabar como tu marido.
La mujer quita su mano de mi rostro, escucho la alarma de emergencias y otras reclusas intentan ayudarme, pero es en vano.
El golpe en la cabeza ha sido fuerte que me cuesta mantenerme despierta.
Me doy por vencida mientras sigo sintiendo la sangre correr por toda mi nuca y espalda.
―¡Ayuda! ¡Alguien que haga algo! ¡Va a morir! ¡Emily!
No aguantaba más, cerré los ojos esperando que sucediera algo, pero me invadió un sentimiento de impotencia y rompí en llanto, me tiré a lo que llamaba cama resignada, pues era una tontería, nada pasaría, esas cosas sobrenaturales sólo sucedían en las películas, los libros y los cuentos de hadas. Abrí los ojos, limpié las lágrimas amargas que resbalaban lentamente por mis mejillas, me levanté con un ímpetu inquebrantable y corrí hasta la sala, me paré en frente de una foto familiar que había decorado por años aquella pared sin vida, y con la mirada fija en el rostro del hombre al que amaba y que mintió, susurré:
—No puedo más con este dolor, sin ti la vida no es vida. ¿Por qué te fuiste, Harry? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Estabas aprendiendo a amarme de nuevo. ¿Nunca dejaste de amarme? ¿Cierto?
Pasaron diez minutos, pero para mí parecieron horas, si algo necesitaba en ese momento era que el tiempo me salvara, o me matara. En este caso, me mataba lentamente, pues un sinnúmero de pastillas que me había tomado horas antes empezaban a hacer efecto. Sentí como el veneno corría por mis venas, me mordí el labio en señal de dolor y me concentré en respirar... me tranquilizó, pues la suerte ya estaba echada.
Volví a mirar aquella foto y casi sin fuerzas susurré:
—¡Te amo! Sólo quiero abrazarte. Voy a reunirme contigo, Harry. Perdón por la tardanza, perdón por no haber tenido el valor de hacerlo antes.
Cerré mis ojos y me sumergí en un sueño eterno. Morí irónicamente de tristeza, pero feliz... porque por fin vería de nuevo a Harry. Volví a morir de nuevo una y otra vez, al darme cuenta que solamente estaba soñando.
ESTÁS LEYENDO
Una Criminal Culpable
RomanceEmily Thompson es declarada Culpable de un delito: El asesinato de su esposo. Mientras cumple su condena, lee las cartas que dejó antes de morir donde le confiesa la vida secreta que tenía: Un líder de El Círculo, un asesino. Ahora Emily Thompson es...