Capítulo Veintiocho

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Debilidad, estrés cansancio, debilidad en la sangre.


Reposo y alimentación adecuada.


Leí y releí la receta médica, después los análisis de sangre que me habían hecho. Doble la hoja y la guarde en mi mochila de Daniel.


Mire a ver a los chicos, Tom patinaba intentando nuevos trucos que al final no le salían y solo maldecía y maldecía sin lograr nada.


Suspire un poco agotada y busque una escusa en mi cabeza, una escusa para irme de aquel lugar, Adela necesitaba de un tiempo a solas con ella misma.


—Daniel deja de amargarte y ven vamos a patinar.


—La verdad es que no me siento muy bien, les pido que me disculpen solo quiero descansar, nos vemos mañana o cuando se junten nuevamente.


—Está bien como quieras.


Camine por todo el parque esta llegar a una esquina, en la cual siempre doblaba para ir a mi casa, seguí caminando sin ánimo alguno. Después de ahí no recuerdo cómo fue que dormí esa noche, como fue que comí o cómo fue que llegue hasta la mañana del día siguiente; aun seguía sin ánimo alguno.


— ¿Cómo te has sentido?


—Bien—Le mentí una vez más a mi tío mientras me apresuraba a acomodar mis cosas, así el cuestionario no seguiría


—Estamos listos—Anuncio Bill tomando su mochila, la misma que se llevo a la espalda.—Entonces es hora de irnos.


Mi tío se despidió de mi tía con un beso y caminamos con la esta llegar a su automóvil.Solo pensaba en muchas cosas y ahora ya casi no pensaba en Tom y en Andy menos porque ellos eran los que enfermaban mi cabeza de malas ideas e intenciones. Simplemente los había logrado bloquear un poco de mi mente.


—Adela—Sentí su mano posarse en mi hombro derecho, estaba un poco nerviosa y cuando sentí su cálida mano sobre mí, entonces mi situación empeoro mucho mas. Trate de ignorarlo pero él seguía de pie detrás mío esperando una respuesta mala o buena, a estas alturas para el cualquiera de las dos era buena.


—Tom—Gire sobre mi misma y lo mire, con lo primero que me tope fue con sus hermosos ojos color miel. — ¿Qué quieres?


—Eso ya lo sabes.


—Oye ahora mismo no tengo tiempo, el maestro ya entro.


—Que mentirosa eres. Si tu maestro estuviera en tu salón, tu estarías sentada delante de tu silla como la nerd que eres.


—Solo no quiero hablar.


— ¿Aun no me perdonas?


—Esa es una pregunta estúpida, mejor déjame en paz Tom. —Mire por arriba de los hombros de Tom, el maestro se aproximaba. A su lado venia una chica de cabello negro, pero no la reconocía. Tampoco la podía mirar bien. —Ahora si la nerd se va.

¿Adela o Daniel? Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora