Rutina nocturna

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Después de una ronda de sexo donde la estufa Liliana los hizo transpirar más de la cuenta, ambos se quedan en la cama acurrucados sintiendo como el frío lentamente vuelve a sus cuerpos, hasta que no aguantan más y tienen que levantarse rápidamente...

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Después de una ronda de sexo donde la estufa Liliana los hizo transpirar más de la cuenta, ambos se quedan en la cama acurrucados sintiendo como el frío lentamente vuelve a sus cuerpos, hasta que no aguantan más y tienen que levantarse rápidamente para tomar una larga ducha caliente donde Sebastián aprovecha para dejar pequeños besos por toda la ancha espalda de su novio, el codiciado Martín Hernández, que más de uno y una idealizan por su imagen, por su carrera y por su familia. Pero es un pelotudo mimoso más de tantos, encima dependiente y bastante maricón.

Sin embargo, a Sebastián Artigas le encanta, a él también lo desean en el trabajo y en la facu; tal vez piensan que con él tendrían largas horas de sexo salvaje, que siempre estaría provocándolos, que siempre se ve hermoso como se lo ve en cualquier lugar público. Pero en realidad no tienen más sexo del promedio, tres o cuatro veces por semana, bueno, tal vez sea bastante más para el promedio, pero está lejos de ser una fiera sexual. Más bien es quisquilloso y le encanta que Martín lo mime, que lo endulce hasta que entregue, que conozca sus puntos especiales, esos que lo hacen gritar de placer y satisfacción hasta dejar una estela blanca sobre su abdomen o el ajeno. Por otro lado, rara vez se encontraba bien arreglado en el interior de su departamento, más bien andaba con la ropa más vieja y olvidada de su ropero, y apenas si se peinaba los fines de semana.

Al salir del baño, Martín se asegura de que su Sebas esté bien tapado, porque se enferma fácil, porque es muy alérgico al cambio de tiempo y después está fastidioso por la irritación en su nariz. Mientras le seca el cabello con el secador eléctrico, deja besos en su nuca, en sus mejillas, sobre sus hombros y todo lugar al que alcancen sus labios. Son las una de la mañana, ambos están cansados y al otro día tienen que ir a trabajar y después estudiar y más luego quejarse de que todo está más caro. Así que no se extiende demasiado en ese juego y ambos se ponen unos joggings calentitos, unas camisetas y Martín también se manda un saquito de hilo porque es más friolento y ya tienen que apagar la estufa porque después van a llorar al ver la factura de Epec.

Después Sebas se va rápido a la cocina para poner la pava, no le gusta dormir sin tomarse al menos dos matecitos cada uno. Martín mientras tanto cambia las sábanas y agrega otra frazada, porque prevé que para eso de las tres de la mañana se hará una bolita sobre sí mismo cagado de frío y Sebas se despertará y doblará en dos esa otra frazada para dejarla sobre él, porque él no es tan friolento y con el acolchado térmico le basta. Para cuando Sebas vuelve, Martín ya está tapado hasta la cabeza. Deja el termo y el mate sobre su mesita de luz, y se mete en la cama para también taparse hasta la cabeza así encuentra a ese hombre que ama con una locura desmedida que ni siquiera puede poner en palabras. Martín sonríe al verlo con la luz de su celular donde está chusmeando algunos tweet random que le tira el algoritmo destrozado del Elon Musk, Sebas quita el maldito aparato de en medio y lo agarra del cuello para estamparle unos cuantos besos, los suficientes para obligarlo a emerger a la superficie por la falta de oxígeno.

Cuando están de nuevo sentados con las espaldas apoyadas en el respaldar acolchado de la cama, Sebas comienza a cebar a los mates y Martín empieza a contarle algunos hechos que escuchó en la radio o en el noticiero de las doce; algunos son tristes otros más alegres. Sebas en cambio le hace un listado de chismes del trabajo y otros tantos de la facu, Martín lo escucha con atención, añade varios comentarios y ambos se ríen de sacarle el cuero a medio mundo. Finalmente, cuando se acaba el agua del termo, Martín apaga la luz de la pieza, mira por última vez el celular y ve que son las dos de la mañana, al despertar temprano estará algo cansado, pero vale la pena si es por contemplar al hombre más hermoso de todo Uruguay. El cual es bonito al final del día y al comienzo de este, cuando está enfermo o cuando está feliz, o cuando está enojado o cuando está triste. No recuerda ni un solo momento en donde no haya pensado "la pucha que es hermoso este hijo de puta".

Antes de que sus ojos se cierren, Martín lo abraza por detrás y le susurra te amo al oído, Sebas pregunta cuánto, Martín dice demasiado como para morirme si no estás conmigo y Sebas sonríe en la oscuridad. Luego le responde con yo también te amo y te voy a cortar la pija si me dejas, pero su novio y prometido no lo escucha, porque ya se quedó dormido, ya está soñando, soñando con su Sebas, pero ahora tienen dos hijos, unos gemelos tan hermosos como el uruguayo. Uno lleva lentes y se enoja con facilidad, el otro es más alegre, pero siempre quiere atención, siempre quiere estar a upa de su papá Martín. Sebas lo reta, le dice que lo mima demasiado, pero él no puede resistirse a los pequeños que completan su futuro ideal con Sebastián Artigas, el cual sabe que es cuestión de tiempo para que sea una realidad.  

  

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Mates dulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora