CAPÍTULO DIECINUEVE

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YeoSang acababa de regresar a casa del trabajo cuando fue
abordado por su madre.

—Necesito que revises la lista de posibles omegas que he
compilado para MinGi —dijo TaeYeon.

YeoSang hizo una mueca, recordando la escena que él y SeongHwa habían presenciado involuntariamente. Realmente dudaba qué su hermano se alegrara de escuchar los planes de su madre para él.

—Estoy cansado, madre —dijo brevemente, caminando más rápido hacia la habitación de SeongHwa.

No había contestado su teléfono cuando YeoSang lo llamó, y después de su conversación esta mañana, YeoSang estaba preocupado. Si SeongHwa había hablado con su padre y no había salido bien... Quería ver a SeongHwa, asegurarse de que estaba bien.

—¡YeoSang! —TaeYeon dijo bruscamente, trotando para alcanzarlo—. No me ignores cuando te hablo.

—Dije que estoy cansado —espetó.

Ella se estremeció y dio un paso atrás, con una expresión de
asombro en su rostro. Le tomó un momento darse cuenta de que había usado su voz con ella.

YeoSang hizo una mueca. Nunca había recurrido a usar su designación contra su madre y su hermana. Hasta ahora, aparentemente. Solo quería ver a SeongHwa. No tenía paciencia para los planes matrimoniales de su madre para MinGi.

—Lo siento, madre —dijo, obligándose a sonar más suave—. Estoy realmente cansado y necesito hablar con SeongHwa.

En lugar de parecer pacificada, su madre parecía más irritada ahora.

—SeongHwa —dijo—. No tengo nada en contra de SeongHwa, pero ¿te das cuenta de cuánto tiempo pasas con él cuando estás en casa? ¡Apenas te vemos!

—Él es mi marido —dijo YeoSang, su enojo en aumento—. Por supuesto que paso mucho tiempo con él.

Los labios de su madre se fruncieron.

—Pero no es un matrimonio real.

Los ojos de YeoSang se entrecerraron. Esta vez, permitió que su olor se espesara y llenara el aire entre ellos a propósito.

—Te aseguro que mi matrimonio es muy real. Quise decir lo que le dije a MinGi: SeongHwa es mi esposo y espero que lo trates como a mí.

El desconcierto cruzó su rostro.

—Pero... pero no son compañeros, YeoSang.

Algo caliente y enojado llenó su pecho. Su mano se apretó.

—El hecho de que sea un alfa y no tenga las hormonas necesarias para que tome la marca de apareamiento, no lo hace menos mío. No te equivoques, madre: es mío. Y no permitiré qué ninguno de ustedes lo trate como un extraño. ¿Está claro?

Ella lo miró fijamente por un momento antes de asentir lentamente. YeoSang se alejó a grandes zancadas, con los nervios aún tensos por el encuentro. Parte de él estaba sorprendido y perturbado por la fuerza de su reacción, pero sobre todo estaba enojado. No son compañeros, YeoSang.

Algo en esas palabras le molestaba, le hacía sentir ganas de buscar a SeongHwa y poner su marca, su marca, sobre él. SeongHwa era suyo. Excepto que no lo era, y ese era el problema, ¿no? Mientras SeongHwa no usara su mordisco permanentemente, el alfa en él nunca estaría satisfecho, sin importar cuán imposible fuera para él recibir mordisco. SeongHwa era un alfa.

El mordisco de YeoSang nunca resistiría; lo sabía racionalmente. Pero saber algo racionalmente no era lo mismo que sentirlo. Quería marcar a SeongHwa. Quería que SeongHwa oliera a él. Porque era suyo, maldita sea. YeoSang respiró hondo y soltó el aire mientras se detenía frente a la puerta de SeongHwa.

1. AlfasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora