Duelo (I)

2 0 0
                                    

Llevo una semana sin ir a clase. Emma y Kato me han consolado. Me han traído chocolate con galletas, pizza, palomitas... Pero nada. Nada ni nadie ha conseguido que vaya a clase. Para la asignatura de Jordi, me han dicho que ha venido un sustituto. No iba a ser como él, así que, ¿para qué ir a clase? Estoy rota de dolor. Sabía que esto llegaría a su final, pero no me lo esperaba. No cuando mejor estábamos. Esto es tan injusto, ¡JODER! Y tiro una almohada con mi pierna. 

Estoy sola. No sé qué hacer. Ahora mismo están todos en clase, menos yo. Debería de ir, pero me duele mucho el alma. Ya no es solo el corazón, sino el alma también. Tengo los ojos rojos de tanto llorar, la nariz también roja de tanto sonarme los mocos... También muchos pañuelos por el suelo, latas de Coca Cola, apuntes tirados por el suelo...

Ni siquiera Alex me ha escrito. Diría que me ha bloqueado. Veo que al principio leía mis mensajes, pero luego me bloqueó. ¿Y si fumara? Jordi fumó una temporada hasta que Alex nació. Podría hacer lo mismo.

Me pongo algo de ropa y salgo de la habitación. Creo recordar que unos chicos de Química vendían cigarrillos y en la tienda de la uni unos mecheros con el logo del centro. ¡Bingo! Pero de repente me tropiezo con alguien, al que tiró sus libros sin querer.

—¡Ay! ¡PERO MIRA POR DONDE VAS! ¿NO?

—Perdona. Llego tarde a la clase de economía.

Ambos estamos en el suelo. El pobre chaval se disculpa, aunque en realidad no es su culpa. Pobrecito mío. No lo vi, pero no estoy de humor. No sabe por lo que estoy pasando.

—Ya. Pues yo no estoy yendo a clase a propósito.

—¿Por?

—¿Y a ti que te importa?

Me arrepiento de haber dicho eso, pero me ha pillado en mi peor momento. Así es la vida. That's life!

—Perdona, pero es que estamos en tan buena universidad con clases tan excelentes y magníficas y unos profesores de calidad como para ir desperdiciando el tiempo. Siento si ofendo, pero es lo que creo.

—No pidas perdón. Es verdad. Aun así, no estoy de humor. Estoy pasando una mala racha y simplemente necesito tiempo.

—Entiendo. Eres española, ¿no?

—Lo dices por mi acento, ¿cierto?

—Un poco.

—Sí.

—Vale. ¿Y no crees que estudiar en Nueva York, por muy corta que sea tu estancia, no vale la pena?

—¡Claro que sí! Pero es que estoy pasando por mi segunda ruptura desde que vine aquí.

—¿De verdad estás disfrutando cómo deberías?

—Sí, he tenido momentos buenos, pero...

—Siendo sincera, no. Te las pasas faltando a clase y sufriendo por amor cuando puedes estar... ¡VISITANDO NUEVA YORK!

—Muchas gracias por la motivación. Creo que cada fin de semana saldré del campus para conocer la ciudad un poquito más.

—¡Muy bien! Y aprovecha los consejos de los profesores, conversa con ellos, hazte amiga de ellos y conoce a gente de su entorno. ¡Te será de utilidad para el futuro!

—Sí... Eso ya he visto que funciona —y miro para arriba intentando que no me lea mis pensamientos con la mirada.

—Si ahora estás depre, díselo a tus profesores y da las clases virtuales. Eso también cuenta como presencia.

—Muchas gracias por tus consejos... Mmm... ¿cómo te llamas?

—Albert.

—Einstein

Nos reímos.

—Ya, esa broma es muy típica. Bueno, me alegro haberte ayudado, eh...

—Esther.

—Esther, encantado. ¡Pues hasta la próxima!

—¡Adiós!

De repente, noto cómo mi corazón se siente mejor. Noto el calor de Dios. No es que me guste ni nada, pero creo que Dios me ha intentado ayudar a través de Albert. Y gracias a eso, miro mis pintas, vuelvo a la habitación, me visto un poco y voy a clase online. Les escribo a los profesores que perdón por no haber asistido a clases que tenía asuntos personales que lidiar y que a partir de la próxima semana iré a clase de manera presencial; que por ahora será online.




NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora