En peligro

22 6 18
                                    

Ya lleva dos semanas Jordi sin hacerme caso, en concreto, catorce días mostrándose distante conmigo. Ya ni puedo hablar en clase, ni me mira, ni indirectas, ni nada. Desde lo ocurrido el viernes 8 de septiembre con Kato, todo me va mal. Me llevé una bronca por parte de ciertos miembros directivos de la universidad, la gente murmura cuando paso cerca de ellos, me miran mal, incluso los profesores y, encima, todos me consideran una guarra. ¡Joe! A todo el mundo en algún momento de sus vidas se ha visto afectado un poquito por el alcohol. ¡Qué nadie vaya de digno ahora!

Supongo que Jordi lo habrá visto y, por eso mismo, haya optado por ignorarme. ¡Seguro que piensa mal de mí! Sin embargo, antes de lo ocurrido, también se mostraba frío conmigo. Así que no debe de ser por eso. Todo me resulta muy confuso; por esa razón, voy a pedir explicaciones a Jordi. ¡Ya basta de que me tomen el pelo! ¿Acaso parezco una estúpida niña? Al contrario, yo creo que soy bastante inteligente y fuerte. Nadie me puede negar que he pasado por bastantes bandazos emocionales y soy yo la única que me he ayudado a levantarme de nuevo tras tropezarme con piedras muy grandes.

Decidida a plantarle cara, me encuentro dispuesta a entrar en clase, aunque no haya nadie todavía; sin embargo, noto que alguien me agarra la muñeca, me altero un poco y veo que Miguel se encuentra aquí mismo y que me está acorralando contra la pared del pasillo.

—¿Qué diantres estás haciendo? ¡Me has pegado un buen susto!

—Vale, Esther... Necesito que me escuches un momentito. 

—Tengo clase, Miguel —respondo totalmente seria.

—Te quedan cinco minutos. Es justo lo que necesito para que me escuches.

—Está bien...—suspiro dándome por vencida y dejándole hablar—. Empieza.

—Sé que la fastidie contigo. Mucho. Sé que debes de estar muy harta de mí.

—Uf... No tienes ni idea...

—Lo sé, pero quiero que vuelvas.

—¿Cómo?

—Necesito que estés a mi lado. Te echo de menos. No sabía nada lo que tenía hasta que lo perdí. Esther, tú eres mi todo. Tú me haces mejor persona. Sigo sin poder superarte. Si no lo hacía en bachillerato, ahora menos, que ya sé como eres en una relación. 

—Miguel, yo...

—Además, tienes que admitir tú también que desde que lo rompimos, llevas una mala racha...

—¿Perdona?

—Hombre, lo que paso el viernes no es normal, Esther. Puede que al principio pensase que eras una guarra alcohólica y que te pusiese verde delante de mis amigos, pero he cambiado.

—¿A qué vienes? ¿A insultarme?

—¡No, cariño! ¡A estar contigo de nuevo! Nos conocemos desde hace bastante tiempo. Nadie me hará sentir como tú lo haces y nadie más te hará estar tan enamorada como lo estabas de mí. Como ves, ahora soy sincero; de otra manera, no te estaría contando nada de esto. Vuelve conmigo, Esther. Estamos destinados a estar juntos toda la vida.

—Mira, Miguel, por más remota posibilidad que exista de que nosotros dos volvamos juntos, seré yo la que me encargue de que desaparezca para siempre. ¿Entendido? ¡Jamás volveremos juntos! ¡Nunca!

—Bueno, eso ya lo veremos...—responde acercándose más a mi con la intención de darme un beso.

A pesar que yo no quiera besarlo e intente escaparme de él, no logro hacerlo. Grito con la intención de pedir ayuda, pero nadie hace nada. ¿Pero qué universidad es esta? ¿Nadie ayuda a una chica a la que están acosando sexualmente? Me está tocando todo el cuerpo, me siento muy incómoda y horrorizada ante esta situación. No sé que hacer. Me está sujetando el cuerpo tan fuertemente que no soy capaz de huir de él. Encima, su olor a alcohol me provocan naúseas.

Cuando creía que todo estaba perdido y que al final tendría que besarlo para que me deje en paz, alguien logra separar de manera brusca el cuerpo de Miguel del mío: Jordi.

—Bueno, Esther, me parece brillante el trabajo que estás haciendo —comenta Jordi, intentando cambiar de tema, mientras me lleva hacia clase agarrándome de la mano, lo cual me hace sonrojar y asentir tímidamente.

Ya en clase, me lleva hasta su mesa y me acaricia las manos de una manera muy delicada.

—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? —me susurra.

—Ahora estoy bien. Muchas gracias, Jordi. No sé qué hubiese pasado si no hubiese sido por ti.

—De nada, mujer. Ví que estabas en serio peligro y es mi obligación la de proteger a cualquiera que se encuentre en estas situaciones.

—Lo sé —respondo en un tono bajito y mirando al suelo.

La verdad es que me he llevado un buen susto. Notaba sus manos por mi espalda que estaban empezando a bajar poco a poco. Nunca había visto a Miguel actuando como un verdadero violador. Es una nueva faceta desconocida, la cual me hace alejarme más de él. Si ya tenía claro de que jamás volvería a salir con él, ahora estoy cien por cien segura de ello.

—Eh, no pasa nada, Esther —me dice al notar que algunas pocas lágrimas derraman sobre mis mejillas.

Entonces, va él y me da un abrazo muy reconfortante. Mi piel, fría por la espeluznante experiencia que acababa de experimentar, empieza a notar la calidez de la piel de Jordi, por lo que empiezo a sentirme cada vez mejor y a sonreír. Noto cómo mis pechos rozan su cuerpo y, a su vez, también cómo mis manos acarician su espalda.

Gracias a Dios, el abrazo transcurre unos diez segundos. Sin embargo, aunque haya durado más que un abrazo normal, me hubiese gustado que durase una eternidad. Ciertas muestras de cariño deberían de durar toda una vida y no solo unos cuantos segundos.

Tras el abrazo, nos encontramos algo incómodos y ambos miramos al suelo sin saber que hacer. Por un instante me olvidé de lo que tenía que hacer, ahora que me acuerdo, me encuentro dispuesta a pedirle explicaciones con buenos modales.

—¿Puedo realizarte una pregunta, Jordi?

—Sí, claro.

—¿Por qué te mostrabas tan indiferente conmigo estos días?

Él guarda silencio, mientras vuelve a mirar el suelo. Tose un poco y se pone firme de nuevo.

—¿Por qué no hablamos de esto en mi departamento al acabar la clase?

—Vale, está bien.

—Oye, y si quieres y necesitas, puedes irte a tu cuarto a relajarte un poco por lo ocurrido. Me imagino que no estarás en condiciones para estar en clase. Yo te comprendo, tranquila. Ya nos veremos luego.

—No, no te preocupes. Ahora estoy mucho mejor, Jordi.

—Me alegro —responde con su usual sonrisa, tan bonita, maravillosa y perfecta que hace que me olvide de todo y solo me centre en sus preciosos e irresistibles labios.

NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora