Conociéndonos

32 6 12
                                    

Salimos del teatro y nos separamos de la gran multitud de personas que también han asistido a ver la obra. Miro el reloj y veo que son las 23:05. Sé que es tarde y debería llevarla ya al campus, pero le prometí que íbamos a cenar. No le voy a hacer la faena de que se busque ella la vida para cenar, ¿no? No resultaría del todo apropiado. Si dije que iba a hacer algo, lo cumpliré. Solo que no tengo ni idea a dónde le puedo llevar...

—Lo primero de todo, lo siento porque sea tan tarde.

—No te preocupes, Jordi, en serio. No pasa nada. 

Ante tal respuesta, no puedo evitar sonreír; me alegro mucho de que ella me entienda. Además, está particularmente guapa esta noche. Por eso, no dude en decírselo nada más verla. Ella se sonrojó un poco y comentó que yo también lo estaba. No sé si por pura compasión o por si de verdad lo piensa. Sea como fuere, sé que le gusto, que ella también me gusta y que de momento nos lo estamos pasando muy bien.

—Además que los actores han actuado estupendamente, ¿no crees?-añade ella ahora.

—¡Claro, por supuesto! Llevan ya bastantes años dedicándose a eso. ¡Para no ser ya unos expertos!

—Oye, Jordi, una cosa... ¿Ya es tarde para ir a cenar?

—Eh... No. Pero debo de reconocer que no tenía pensado en ningún restaurante. Lo siento mucho-admito algo avergonzado.

Ella se ríe un poco, me mira detenidamente unos segundos y, totalmente decidida,  me agarra de la mano y empezamos a caminar.

—¿Sabes una cosa? Las mejores cosas nunca se planean, simplemente suceden así por que así, sin pensarlo.

¡Cuánta razón tiene! Sin embargo, empiezo a pensar que ese comentario tal vez tenga otras intenciones. No sé la verdad... Mejor permanezco callado y no digo ninguna tontería. ¡No vaya a ser que meta la pata! 

Tras considerar que ya casi todos los restaurantes están cerrados y que queda poco tiempo para que los demás también cierren, optamos finalmente por comer comida rápida en una hamburguesería que se encuentra muy cerca del teatro.

Entramos, vemos un poco el menú y vamos al mostrador a pedir nuestra comida, que resulta ser la misma: una hamburguesa con queso, tomate, lechuga y una salsa hecha en este restaurante. Lo único que yo voy a beber un poco de cerveza y ella una Coca Cola Zero. Una vez ya con los pedidos, nos dirigimos hacia una mesa al lado del cristal del restaurante y nos sentamos dispuestos a comer nuestras apetecibles hamburguesas.

—¡Qué aproveche!

—Igualmente.

—Pediste lo mismo que yo, ¿no?

—Sí.

—Mmm... La verdad es que está muy buena.

—Lo sé —respondo tomando un sorbo de mi cerveza.

—¡Oye! ¡Qué tienes que conducir luego!

—¡Lo sé, lo sé! ¡Pero tú tampoco eres la indicada para advertirme sobre los efectos del alcohol!

Tras soltar esa frase, me arrepiento en seguida de haberla manifestado. Tal vez no debería haber dicho eso. ¡Seré estúpido! No obstante, ella se ríe cuando termina de beber un poco de Coca Cola. Es realmente guapa y, además, su risa resulta bastante encantadora y adorable.

—¡Vale, vale! No digo nada. Confío en que eres una persona muy prudente. ¡Más que yo, seguro!

—Bueno, a tu edad era como tú, he de reconocer.

—¿Ah, sí? —ella se sorprende mientras ríe—. La verdad es que me hubiese gustado conocerte durante esos tiempos.

—¿Por qué dices "esos tiempos"? ¡Ni que fuese Tutankamón!

Y, de repente, vuelve a sonar su risa. Parece que se lo está pasando bastante bien conmigo, al igual que yo también estoy bien con ella.

—¡Vale, vale! Lo siento. Pero ahora en serio, ¿cómo eras de adolescente?

—Muy bueno la verdad.

—¡Sí venga!

—Si, cierto. Era el típico chico al que le gustaba Queen y Los Beatles. Aunque soy de Cataluña, viví en Bilbao durante esos años junto a mis hermanos y a mis padres. Sacaba buenas notas; ni era aquel que tenía sobresaliente en todo, ni tampoco era el chico que coleccionaba suficientes. Aunque tuviese asignaturas que me gustasen y otras que no, naturalmente, siempre me gusto mucho el inglés. Por eso, me licencié en Filología Inglesa en la universidad de Bilbao; después, trabajé un poco en Madrid; y, finalmente, me marché a Nueva York a trabajar en nuestra universidad.

—¡Woah! No está nada mal.

—Bueno, ¿y tú que?

—Pues yo empecé el año pasado a estudiar Comunicación Internacional en una universidad privada de Madrid y aquí estoy yo ahora, haciendo el intercambio en segundo curso y no en tercero, que es lo habitual. 

—Interesante... ¿Y qué música te gusta?

—Pues escucho un poco de todo, por la radio y eso... Pero cuando estoy en mis tiempos libres escucho pop, country y música clásica... Algo de rock, pero no mucho, sorry.

—Ah, nada.

—¡Aunque también me gustan los Beatles!

—¿Ah, sí? ¿Cuál es tu canción favorita de ellos?

Help.

—Está muy bien esa canción.

—Sí, es muy bonita. Me ayudo mucho durante una época muy dura de mi vida...—añade Esther mirando hacia su plato.

—Si no quieres responderme, estás en tu derecho a no hacerlo, pero, ¿qué te pasó?

—Sufrí depresión con quince años. Solo quería cerrar los ojos y desaparecer, me sentía muy sola, aunque sabía que estaba mi madre a mi lado y dos amigas más.... —deja de hablar y permanece un buen rato en silencio mirando al suelo, mientras yo me limito a escucharla y a mirarla con compasión hasta que ella se recompone de nuevo—. Bueno, ¡no quiero dar pena! ¡Estamos aquí para divertirnos!

—Sí, ¡cierto! Pero que sepas, Esther, que estaré a tu lado durante todo este año. Para todo lo que necesites.

—Vale, muchas gracias —me responde ella con su maravillosa sonrisa.

Esther es encantadora, eso no se puede negar. Haría lo que fuese por hacerle sonreír todos los días, se lo merece más que nadie. Seguro que ha pasado por algo terrible, además de lo ocurrido recientemente con ese niñato. Sin embargo, no va estar sola mientras yo esté ahí.

Terminamos de cenar, nos levantamos de la mesa y esta vez soy yo la que la cojo de la mano mientras salimos del restaurante. La miro y veo que ella está sonriendo sonrojada mientras mira al suelo. Está tan guapa y tan adorable que ahora mismo me apetece mucho besarla. Echo una ojeada a mis alrededores por si acaso estuviera Marta o algún otro conocido, pero no es el caso. Me detengo y me pongo a pensar en lo que estoy a punto de hacer. Puede que sea una locura, pero ¿acaso no hay que vivir la vida? ¿Acaso mi mujer no me está poniendo los cuernos? Ni que fuese tan grave besar a otra persona... 

Esther se muestra algo confusa; sin embargo, justo cuando va a decir algo, hago lo que quería hacer y la interrumpo con un beso en sus preciosos y delicados labios...




NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora