Movida

39 8 15
                                    

Acabamos de finalizar la clase de teoría de comunicación que tenía ahora a las tres. No ha estado nada mal la verdad. Dimos contenido que ya di el año pasado, pero en profundidad y más detallado. Hemos visto teorías desarrollados por varios teóricos que explican lo compleja que resulta la comunicación humana, lo cual me fascina, porque tratan aspectos de nosotros mismos que no somos conscientes de ello a la hora de comunicarnos. No obstante, debo de admitir que el profesor no es tan interesante como el de inglés, a pesar de que teoría de la comunicación resulta bastante fascinante.

Salgo por la puerta de clase y me encuentro con Kato y Emma, que se encuentran muy serias.

—Hola, chicas. ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué estáis tan serias? ¿Ha ocurrido algo más?

—Tenemos que hablar, ahora —añade Emma.

Me agarran de las dos manos y me dirigen hacia un aula vacía. Entramos y cierran la puerta de golpe.

—Vale, Esther. ¿De verdad qué quieres saber el motivo por el que hemos estado tan raras esta mañana?

—Sí, por favor.

Kato suspira y continúa hablando.

—Está bien... Creíamos que era apropiado no decirte nada, pensábamos que te lo diría Miguel, pero me temo que no va a ser así. Mientras que tú estabas en la clase de teoría de comunicación, hablamos con él. Resulta que el domingo, después de que os os despidierais, hubo una fiesta.

—Sí, eso lo sé. ¿Y qué paso?

—Creo que resulta evidente, Esther...—comenta ahora Emma.

Me intuyo lo que pudo haber ocurrido, pero me gustaría confirmar mi sospecha. A veces he creído que pasaba una cosa, cuando en realidad era lo contrario.

—¿Me ha puesto los cuernos? —pregunto en un tono bajito y con ganas de llorar.

Kato me mira con pena, coge su móvil y empieza a buscar algo en su móvil. De repente, hace un gesto de que ya lo ha encontrado lo que buscaba. Y entonces me enseña la fotografía. Miguel salía besándose con la chica que nos habíamos encontrado el primer día. No solo estaba esa foto, había más y cada vez resultaban más dolorosas. Estaban enrollándose y parecía que estaban a punto de hacer el amor.

—Las hicieron unos chicos y las difundieron por las redes sociales. No mencionaron tu nombre, solo pusieron que había sido infiel a su novia española.

—No puedo creérmelo... Bueno, sí, pero no de esta forma... Me ha humillado... Yo...—intento hablar, pero no puedo. Tengo tantas ganas de llorar que no puedo evitar caerme al suelo del disgusto.

—Cariño...

Siempre supe que Miguel era un mentiroso, pero nunca que sería capaz de hacerme algo así. Seré estúpida por no haberlo abandonado en su momento. Esto ha llegado a su fin. Jamás volveré con él.

Grito y lloro sin parar, no puedo controlarme, aunque mis amigas intenten hacerlo.

—¿Y si vamos al cuarto? Estaremos mucho mejor.

Asiento la cabeza, me levanto y salimos las tres. Me encuentro apoyada sobre mis amigas, porque tengo miedo de volverme a caer al suelo.

—Pero antes sugiero ir al baño.

—Perfecto.

Vamos al baño más cercano y así aprovecho también para hacer pis. Antes de entrar en el baño, vemos a un chico haciéndonos fotos. No lo comprendo. ¿Para qué querrá hacernos fotos yendo al baño? Entramos, hago pis y luego me lavo las manos, la carita y me sueno los mocos con el papel del baño. 

—Antes de salir, vamos a relajarnos, ¿de acuerdo?

—Está bien.

—Inspira y expira. Hazlo otra vez —indica Kato—. Cuando nos encontramos ante estas situaciones estresantes, nos cuesta mucho respirar y, en consecuencia, ocurren los ataques de ansiedad.

—Sí, lo sé muy bien. En el último año de instituto, me dieron muchos, aun paseando tranquilamente. Y el año pasado también, cuando tuve que hacer un trabajo de lengua... 

—¡Lo ves! Necesitas relajarte. Al final todo saldrá bien. Ya verás.

—Sí, la verdad es que sí. Yo creo que hay algo ahí arriba que pone todo en su sitio. Siempre que algún chico se ha portado injustamente conmigo y me hace sufrir más de lo debido, acaba pasando por lo mismo. A su vez, cada vez que he hecho malo, también paso por eso y aprendo la lección.

—¡Pues por eso todo va a acabar bien! Yo ya te veo con alguien maravilloso, mientras que Miguel se da cuenta de lo mucho que ha perdido y se arrepiente, pero ya será demasiado tarde.

—Muchas gracias, chicas. Ahora me encuentro bastante mejor.

Nos damos un abrazamos, salimos del baño y nos dirigimos hacia nuestro cuarto. Notamos que nos sigue el mismo chico que nos está haciendo fotos con su móvil; sin embargo, optamos por ignorarlo. Solo es un niñato que le gusta mucho perder el tiempo.

Salimos del edificio y nos dirigimos tan tranquilamente hacia nuestro edificio. No obstante, veo a Miguel con sus amigos en el jardín. Me paro y lo miro con mucho asco. Me entran muchas ganas de darle una gran paliza.

—No hagas nada —me sugiere Emma.

Sin embargo, mi tristeza y mi odio son tan grandes que no puedo evitar escaparme de los brazos de Emma y Kato para dirigirme a Miguel.

Salgo corriendo y me encuentro con él. Me ve y finge una sonrisa.

—¿Qué tal, Esther?

—¡¿Qué tal estoy?! ¡Serás un capullo! ¡Imbécil! ¡Idiota!

—¿Pero qué narices te pasa, loca?

—¡¿Cómo diantres me llamas loca, cuando aquí el único que lo está eres tú?! ¿Cómo pudiste engañarme?

Entonces la cara de asco que tenía Miguel se cambia a una de decepción.

—¿Cómo te has enterado de eso?

—¡A través de mis amigas que las conozco desde hace poco, pero que son más honestas que tú! ¡Además, en las redes sociales ya sale la noticia gracias a ese amigo tuyo que nos ha estado siguiendo con el móvil! —grito, mientras me giro para ver que no solo él estaba contemplando la situación mientras grababa con su móvil, muchos más estaban atentos a nuestra discusión.

—Lo siento mucho, Esther...

—¿Qué lo sientes? ¡Yo te mato, capullo!-grito, mientras le pego con su carpeta.

—¡Vale, vale! ¡Ya está bien, Esther! ¡Vámonos! —me agarra Emma que intenta que nos vayamos ya al cuarto.

Me giro y le digo una cosita a Miguel en un tono más calmado.

—Antes de irme, quiero decirte que Dios existe y que pone a todos en su lugar adecuado. No me sorprendería que acabarás mal. Pero no como otras vez, sino peor. Has perdido a la única chica capaz de soportarte y de perdonar todas las maldades que has hecho. Por lo que yo no pierdo con esta ruptura; de hecho, gano y tú pierdes algo valioso: el amor verdadero.

—Bueno... Ni que fueras tan maravillosa. ¿Sabes que, Esther? Tú siempre has sido una attention whore. Harías lo que fuera por ser el centro de atención. Esa es la verdad. Yo sí que gano al no tener que soportar a una persona tan paranoica, celosa y dependiente. ¡Hasta nunca!

Me quedo con la boca abierta. Me ha vuelto a llamar ese ofensivo insulto, como en 2º de bachillerato. Me encantaría responderle, pero Emma y Kato me apartan rápidamente de él y nos dirigimos ya hacia nuestro cuarto, donde no puedo evitar tumbarme boca abajo en la cama. Aunque sé que esto solo es el principio de algo maravilloso, me siento muy triste. No pensaba que esto podría ocurrir. Ahora mismo no me apetece nada más que echarme la siesta...

NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora