7. El mejor (peor) día para una fiesta

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Capítulo 7:

El mejor (peor) día para una fiesta.

El mejor (peor) día para una fiesta

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Llegó el día que la mayoría de mi curso estábamos esperando y, a la vez, no. La fiesta era una forma de compartir entre todos, pero también significaba aceptar que comenzaban nuestras últimas semanas en la escuela, juntos como compañeros. La emoción y la nostalgia se mezclaban en el aire, como un cóctel de sentimientos que no sabía cómo manejar.

Hoy me desperté súper temprano para alistarme. Según el dueño del local, debía llegar muchísimo antes que todos para ver, ahora sí, cómo quedaría todo. La idea de ser la primera en llegar me llenaba de nervios, pero también de una extraña satisfacción. Era la fiesta que daba paso a los exámenes. Quería que todo saliera perfecto.

Llamé a Cris, a Carlos y a Aksel para que fueran conmigo. Todos dijeron que no, porque tenían que organizarse y ya tenían todo planeado. Lo peor es que tenían toda la razón. Por eso tampoco llamé a Dany. La decepción me golpeó un poco; pensé que estarían más emocionados por la fiesta.

Debería haber ido con el comité del aula, aquellos compañeros que no habían hecho más que darme ánimos con pompones y silbatos para seguir adelante con la organización de la fiesta. Justo hoy, cuando debería estar alistándome para mi fiesta de fin de curso, la pesadez de llevar un cargo me estaba abrumando.

Consejo del día: Jamás aceptes ser organizador de una fiesta, porque el resto que dice que te apoyará, al final solo te echa porras desde un rincón muy, pero muy lejano.

Al final, ni se aparecen. En la primera reunión, todos fueron a escoger al delegado: a mí. También para seleccionar al comité, los que nunca se aparecieron. En la segunda reunión faltaron dos, luego tres, y así sucesivamente, hasta que en las reuniones solo estaba yo, sintiéndome como la única persona comprometida en un proyecto que parecía no interesar a nadie más.

Ni mamá ni Nicki podían acompañarme. Lo de mamá era comprensible porque está trabajando. ¿Pero Nicki? Ahora jugar a los videojuegos se le llama trabajar. ¡Qué descaro! Me sentía sola en un mar de responsabilidades.

Ahora tendría que llamar a un Uber. Solo faltaba que me secuestren y que todos aquellos que no me quisieron acompañar se la pasen muy mal. La idea de que nadie se preocupara por mí me hacía sentir aún más desanimada.

Salí de mi habitación un poco cansada, pero con un outfit increíble. Agradeciendo siempre a Pinterest por sus buenas ideas. La ropa que elegí me hacía sentir un poco más segura, como si, al menos, pudiera controlar esa pequeña parte de la situación. Sin embargo, también estoy muy feliz porque en el examen simulado saqué una de las más altas notas. El único curso que me bajó fue química, y unas respuestas de aritmética que se me dificultaron. Por lo demás, estuve bastante bien. Por eso, y por estar organizando por primera vez una fiesta, estoy contenta. Así que necesito hoy, por última vez, celebrar lo que me hace feliz. Será la última porque soy consciente de que está mal beber alcohol. También estoy totalmente consciente de que después de esta fiesta, algunos nos separaremos, ya que viajarán a la ciudad o a otros lugares para seguir con sus estudios. A pesar de que la fiesta está organizada por la institución, en esa no se permite ningún tipo de alcohol.

Trato cumplido © (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora