17. Angel caido.

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Después de una noche agitada donde solamente existieron ellos dos y nadie más la mañana cayó con normalidad, nada había cambiado pero al mismo tiempo todo lo había hecho como si hubieran descubierto la verdad del universo, su corazón se sentía cálido y aquella calidez no recuerda haberla tenido desde hace mucho tiempo y pareciera que era el recuerdo de otra persona o quizá de otra vida, realmente no sabía dónde tuvo o donde dejó aquella calidez que en ese momento tenía pero no le importaba en lo más mínimo, le gustaba y le importaba más estar con su chico en ese momento. Vio a Yut-lung dormir plácidamente en sus brazos mientras algunos mechones de cabello caían de su rostro como si fuera un río, la imagen era simplemente perfecta a sus ojos y le encantaba como sin hacer nada para él era simplemente perfecto.

Acaricio sus cabellos con ternura y devoción quitandolos de su cara y viendo con ternura su rostro, mentiría si no dijera que no soñó con ese momento, mentiría si dijera que no esperaba el momento de decirle sus sentimientos y ser correspondido pero quizá en esta vida podía ser feliz a su lado aun con todo lo vivido en ese mundo,  no olvida su misión, no la olvida al tenerla marcada en su alma y cuerpo pero al mismo tiempo olvida todo y nada, aquella contradicción lo volvía loco, con trabajos recordó la droga y su primera muerte gracias a que lo volvió a ver y sabe que tiene que cuidarse, tienen que salir de ese problema y espera que en dos años no suceda nada malo respecto a ese tema, no quiere estar involucrado y menos involucrarlo a él.

—¿Por qué me miras cuando duermo, te gustó o que?—. La repentina mirada del menor que está fijada en sus ojos le sorprende, quizá pasó mucho tiempo viéndolo hasta que despertó.

—Si, me gustas, Yut-lung Lee.

El menor sonríe y diablos, es la mejor sonrisa que a visto en su vida, de verdad con solo verlo su día a mejorado de mil sentidos aun si apenas comienza, ambos sonríen y disfrutan del momento y aunque saben que nada en sus vidas han cambiado tienen que fingir que si, que al menos existe una pequeña esperanza de que todo esto salga bien pero tiene el presentimiento que a olvidado algo, esa pequeña espina no a parado de sangrar y cree que cada gota que sale de esa herida lo deja peor con cada paso, ambos salen de la habitación después de relajarse y bañarse para disimular lo que a sucedido esa noche. Con cada movimiento que hace el chino lo tiene hechizado, no importa si es un paso o solamente es su boca moviéndose con cada palabra que dice realmente no le interesa que es: tiene su mirada puesta en él.

En cuanto tienen que salir de la puerta de su nido de amor lo entienden, saben que no siempre pueden ser felices, al menos no durante dos años seguidos, ambos se ven y le da una sonrisa tranquilizadora para luego acomodar uno de sus mechones rebeldes que sobresalen de su oreja y trata de calmarlo, un poco más, ambos salen tomados de la mano y resisten esa guerra inexistente y que solo ellos dos saben lo que sucede porque nadie más lo sabe ni si quiera sus padres saben en que están metidos pero aunque no les han dicho directamente ellos lo suponen, suponen cada uno de sus pecados con la gran cantidad de dinero que les pagan con cada trabajo ilegal o en el peor de los casos con alguna mancha roja en sus ropas, tratan de no dejar evidencia pero les es inevitable y terminan con x o y prueba de sus demonios. En cuanto llegan a la oficina de Hua-lung traga saliva y sabe que una avalancha de preguntas y gritos siguen a continuación aunque lo odie, tiene que justificar el casi fracaso de la misión e incubrir la droga, en el mejor o peor de los casos tengan que matar a su hermano después de esto pero espera que no tenga consecuencias.

—Váyanse y acaben con este tipo, últimamente a estado haciendo cosas nada agradables y nuestros socios no están felices con ello, no dejen a nadie irse.

Y aunque odian eso lo tratan de soportar por el otro aunque se estén partiendo a la mitad.

En cuanto salen de la mansión y se dirigen a la camioneta que los llevará con la persona indicada son detenidos por la mujer china que tiene una bolsa en manos, ambos chicos se ven con sorpresa sin entender nada y con cada paso que se acercan siente la mano del menor tensarse en el agarre que comparten y trata de tranquilizarlo con un suave beso en el dorso de su mano, al hacer esto recibe una mirada de sorpresa y miedo del menor que de poco en poco se suaviza hasta quedar una más calmada y sabe el poder que tiene sobre el menor, ambos llegan hasta la madre de Yut-lung y le sonríen, en cuanto quiere soltar la mano del menor este no lo permite y le lanza una mirada de desaprobación ante su gesto.

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