Alan se acercó a llenarse una copa de vino cuando comprobó que sus dos sobrinos se encontraban durmiendo profundamente en la habitación para invitados de su nuevo apartamento. Disfrutaba de pasar tiempo con ellos, pero reconocía que su nivel de energía era demasiado alto para el que estaba acostumbrado a manejar, por lo que solían agotarlo.
Se había ofrecido a cuidarlos aquel sábado, de manera que su hermana y cuñado pudieran tener un día a solas sin los niños. Anteriormente, cuando estaba con Wen, se proponía con bastante frecuencia para ayudarles con la crianza de los niños; pero, desde que había empezado a salir con Gaipa, las noches habían sido dedicadas a su pareja.
No mentiría. Se había propuesto a quedarse con los niños para evitar el aniversario de Wen. No tenía problemas cuando se celebraba entre el pequeño grupo de conocidos de Gaipa; pero Jim había decidido que la ceremonia aquel año sería a lo grande, por lo que el banquero quería evitar a toda costa las amistades de Wen que habían compartido durante su relación.
Wen no era el problema. De hecho, desde hacía bastante tiempo, su relación había mejorado, hasta incluso recuperar la amistad con la que comenzaron inicialmente. Lo había echado de menos, por lo que volver a integrarlo en su vida sin que existieran rencores ni culpa de por medio, había sido un logro del que estaba muy satisfecho.
Sin embargo, los amigos de Wen eran distintos. Y Alan nunca se había sentido del todo cómodo con ellos.
En más de una ocasión había tenido que escuchar a hurtadillas que se preguntaban cómo alguien como él había sido elegido por Wen, dado que se alejaba muchísimo del tipo de hombre con el que había estado saliendo anteriormente, además de otros muchos comentarios no muy favorecedores. Otras veces, la vivaracha conversación que habían estado manteniendo se transformaba en silencios incómodos una vez Alan se unía al grupo.
También era cierto que no había intentado esforzarse por completo en integrarse, pero para Alan, formar parte de un grupo siempre se había hecho complicado, por lo que no le era fácil mostrarse extrovertido, especialmente en un ambiente joven y fiestero que distaba mucho del suyo.
—Uh —enarcó una ceja—, ¿por qué tengo treinta y dos llamadas de Wen?
Supuso que debía de haber bebido demasiado y que habría estado jugando con su teléfono, llamando sin querer, ya que no era la primera vez que le sucedía, por lo apago el dispositivo, a fin de evitar que despertara a los niños.
El timbre de la puerta sonó, y Alan se aproximó a mirar por la mirilla, verificando que Gaipa se encontraba al otro lado.
Le extrañaba que se hubiera acercado tras la fiesta, pero se sentía pletórico, ya que había echado en falta sus mensajes aquella noche.
—No te esperaba —le sonrió tras abrir la puerta.
Los ojos de Gaipa se veían irritados y su cabello estaba hecho un desastre. Estaba empapado, pero la tormenta había finalizado hacía casi un par de horas, por lo que carecía de toda lógica que se encontrara en esa situación.
El chico entró a su salón, calando la entrada con sus pasos. Parecía absorto en sus pensamientos, ya que no pronunciaba ninguna palabra. Su mirada estaba perdida en el suelo. No parecía el novio amoroso que siempre lo besaba con una sonrisa cuando entraba por su puerta.
Alan se asustó al verlo en esas condiciones, e incluso creyó que había sido atacado, por lo que se puso a inspeccionar su cuerpo por si hubiera señal de heridas en algún lugar.
—Gaipa, ¿qué ocurre? —le susurró.
—Oh, te estoy dejando la casa hecha un desastre —se frotó los ojos con la manga, percatándose que habían empezado a originarse algunas lágrimas en su mirada—. Perdona. Tenía que haberte llamado antes quizás.
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Lo que no nos explicaron (AlanGaipa)
FanfictionAmbos estaban intentando superar sus respectivos duelos: uno, ante la ruptura de la relación sentimental que más le había marcado; el otro, la pérdida de su madre. Ambos se sentían solos... hasta que sus caminos se cruzaron. Pequeño fanfic sobre la...