CAPÍTULO 5: PRIMERAS CITAS

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Era la séptima vez que quedaba con Gaipa, pero se seguía sintiendo igual de nervioso que la primera vez.

No culpaba al joven en absoluto de sus nervios, dado que Gaipa hacía todo lo posible para garantizar su comodidad, logrando que en más de una ocasión las defensas de Alan se relajaran por unos instantes y su tensión llegara a desaparecer. Sin embargo, la victoria no se prolongaba demasiado y la incomodidad de Alan volvía a él.

A decir verdad, ni siquiera sabía por qué Gaipa seguía queriendo salir con él. Estaba seguro de que podía ubicar a alguien mucho más divertido, espontáneo y pasional que Alan; pero, extrañamente, el chico parecía interesado en repetir la experiencia una y otra vez con él, a pesar de que Alan era consciente que sus progresos en la relación se habían estancado por la actitud del banquero.

—Quizás no te gusta —Gong se encogió de hombros con una mera mueca.

—No se trata de eso —le había replicado Alan, parpadeando nervioso.

En realidad, le gustaba.

Muchísimo.

Y ese era el problema.

—Quizás no has olvidado todavía a Wen —añadió—. Después de todo, creo recordar que Wen me dijo que os acostasteis en la segunda cita —rio.

Alan puso los ojos en blanco, aspirando una risa.

—Realmente no se qué hago hablando de esto contigo.

—Oye, intento ayudarte, amigo.

—Pues, no lo hagas —gimió antes de cambiar de tema.

No se había dedicado a comparar a los dos muchachos antes de que Gong planteara aquella opción que a Alan le parecía en aquellos instantes del todo ridícula; pero, si pensaba en ello, Gaipa y Wen eran dos personas que distaban mucho de ser similares.

Su expareja había sido descarado, impetuoso, despreocupado y desinhibido; entretanto Gaipa era un joven más ingenuo, reflexivo, tranquilo y, lo que más le gustaba de él eran las contradicciones que podía representar. Por un lado, podía mostrarse avergonzado y, al instante siguiente, flirtear descaradamente con él en un lugar público. Incluso su primer beso había sido iniciado por el propio muchacho, por sorpresa del banquero.

Parecía que algunos aspectos de Gaipa los iba conociendo a medida que sus encuentros se multiplicaban, revelando que aquellas facetas que le había atribuido en un primer instante formaban parte meramente de su tarjeta de presentación, erradicándose cuando llegabas a conocer al chico más en profundidad.

— ¡Llegaste! —Gaipa le recibió con su usual sonrisa deslumbrante y su cándida mirada— ¿Te costó encontrar mi casa? —se apartó para permitirle el acceso al interior de la vivienda.

—No. Fue fácil —Alan le devolvió la sonrisa, encandilado por el aroma de la estancia privada de Gaipa en cuanto penetró en su interior.

Gaipa posó su mano sobre la mejilla del banquero, acariciándosela antes de robarle un beso en los labios.

Alan sintió su espalda erguirse, provocando que Gaipa se apresurase a finalizar con la presión de ambos labios. Cuando parecía que el contacto iba a cesar, Alan presionó la espalda baja del joven y la nuca, aproximándolo de nuevo para que el beso no finalizara.

El banquero sintió su labio superior ser acariciado por los homólogos de Gaipa, succionándoselo como petición de entrada en el interior de su cavidad. Alan separó sus labios, sintiendo la lengua del joven entrar ávida de alimentación en busca del choque de su gemela.

Y ahí estaba aquella contrariedad de Gaipa que Alan amaba tanto.

— ¡Oh! —Gaipa se separó cuando notó que el objeto que se encontraba entre ambos cuerpos casi cae de la mano del banquero cuando éste empezó a imitar sus movimientos— ¿Llevas algo?

Lo que no nos explicaron (AlanGaipa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora