CAPÍTULO 1: DUELO (PRIMERA PERSPECTIVA)

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Elisabeth Kübler-Ross había afirmado que el duelo debía transcurrir por cinco fases antes de poder superarlo. Aunque, inicialmente el duelo se había enfocado en fallecimientos de familiares y allegados, lo cierto era que cualquier tipo de ruptura generaba un proceso similar, siendo bastante evidente cuando se trataba del cese de una relación duradera.

En el caso de Alan, estaba seguro de que había superado finalmente las relativas a la negación, la ira y la negociación, por lo que debía encontrarse en la cuarta: la depresión.

A diferencia de sus antecesoras, la depresión mantenía un nivel constante de dolor que resultaba irritante y asfixiante; pero, aún así, la prefería a volver atrás. Lo peor de las anteriores fases había sido que el autoengaño lo había inducido en una especie de coma cerebral en el que creía que los problemas que tenían Wen y él se podrían solucionar, por lo que, los instantes en los que la cruel verdad se encarnaba frente a él, había sentido la dolorosa realidad como una estocada en su pecho que le había impedido respirar.

Agradecía que hubiera sido capaz de desechar los dolores punzantes y las faltas de respiración, pero estaba cansado de sentirse de aquella forma e incluso se planteaba que, si superar una ruptura resultaba una experiencia tan enrevesada, iniciar una nueva relación no compensaba su riesgo.

—Probablemente lo peor sea el silencio —escuchó el pequeño eco de sus palabras.

Todavía le resultaba extraña la soledad en su apartamento, así como el nuevo efecto de sonido que arrasaba en su hogar desde que Wen se había llevado todas sus pertenencias.

Pensaba que acostumbrarse al silencio sería un trabajo mucho más sencillo. Después de todo, Alan destacaba por considerarse una persona tranquila, que disfrutaba de dedicar su tiempo libre a estar en casa y salir a correr por las mañanas temprano. Nunca había disfrutado de las fiestas a las que le habían invitado, y le había supuesto un sobreesfuerzo cuando la presión de sus amigos o el interés excesivo de Wen lo habían conducido a tener que asistir a alguna de ellas, sintiéndose agotado mentalmente cuando terminaban.

Sus amigos se burlaban de él y lo llamaban aburrido, sorprendiéndose cuando empezó a salir con alguien tan chispeante y carismático como Wen. Tampoco podía enfadarse con ellos por pensar de aquella forma, dado que él mismo siempre había sido inseguro durante su relación, considerándose inferior a Wen.

Lejos de mejorar su autoestima, la disparidad de personalidades entre ambos miembros de la pareja lo había hecho sentir peor consigo mismo. Sabía que aquella sensación lo había conducido a actuar de forma errática y absurda, prolongando la agonía de un noviazgo que hacía demasiado tiempo que había terminado.

No había sido capaz de dejar ir a Wen y había sido egoísta por intentar mantenerlo a su lado, aunque el intento forzado les generase una infelicidad permanente el uno al otro. Sentía que Wen había sido quien había convertido al aburrido banquero cuyas mayores aficiones eran los números, los crucigramas, la música clásica y salir a correr por las mañanas en alguien sobresaliente. Consideraba que Wen lo había mejorado, y que había convertido a alguien ordinario en extraordinario.

¿Cómo podía despedirse de algo así?

¿Era posible romper la conexión con el pasado?

¿Olvidar todos los recuerdos de una relación que se le hacían tan presente?

—Oh... mierda... ¿Estaré todavía en fase de negación? —gimió, lanzando con brusquedad el libro de autoayuda que se estaba leyendo al respecto— Esto ha sido un error —se apresuró a recoger el libro, dado que su colocación anárquica lo estaba inquietando, y los instaló nuevamente en la pequeña librería del salón—. Así está mejor —cruzó los brazos sobre su pecho, admirando su obra.

Lo que no nos explicaron (AlanGaipa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora