No sabía que hora era, en realidad, nunca lo sabía. En su celda no había ni si quiera una ventana que pudiese indicarle si ya había amanecido. Sin embargo, podía suponer que era de madrugada. Después de todo, tras cinco años encerrada en ese lugar, aprendió a identificar el silencio absoluto como el momento de descanso de los trabajadores del lugar.
Así, con el paso del tiempo, la ausencia de ruidos se había convertido en su sonido favorito, pues identificaba a ese momento de paz donde nadie se acercaba, nadie la torturaba. Pero la presencia de la luna nunca duraba demasiado, o eso sentía ella, y, cuando ésta se escondía para dar paso a un nuevo día, los experimentos se repetían.
La idea de escapar y huir lo más lejos posible de aquel sitio era tentadora, llevaba mucho pensando en ello. También, era consciente de lo peligroso que dicho acto podía resultar, pero para este entonces morir no parecía la peor de las opciones. Seguir allí encerrada se asemejaba tanto a un infierno que no le importaba si tenía que descubrir cómo de malo era el verdadero.
Con esos pensamientos constantes rondando en su cabeza unió las palmas de sus manos mientras cerraba los ojos y, sin necesitar demasiada concentración, las separó formando entre ellas una esfera compuesta en su totalidad por agua. Una vez conseguido el primer objetivo se dedicó a dividirla y crear pequeños orbes de este elemento que danzaban a su alrededor cada vez con mayor velocidad. A los pocos minutos ya se encontraba rodeada por un pequeño torbellino de agua pudiendo permanecer en su interior sin que la dañara.
Era parte de ella, era su magia, el agua la obedecía. Nadie podría cambiar eso, jamás. Y es que ella había nacido siendo una mortal sin nada de especial, pero si algo le agradecía a aquel lugar era convertirla en alguien fuerte, poderosa. Aunque, definitivamente, cambiaría esos poderes que le habían dado con tal de volver con sus padres, con tal de que siguiesen vivos.
Sin embargo, como aquella no era una opción viable tendría que seguir con su plan. Y es que aquellos horribles hombres le habían otorgado, sin saberlo, los dones necesarios para huir. Ninguno de ellos se esperaba que, aquella niña de tan solo diez años estuviese más capacitada de lo que parecía.
Deberían haberlo sabido, tantos experimentos, tanto empeño en que alguna de las lácrimas no fuese rechazada por su pequeño cuerpo, tanto esmero en fortalecerla y entrenarla como si de un arma se tratase. Tendrían que haber pensado que ya no era aquella infante inofensiva que llegó llorando y llamando a gritos a su madre.
Tras pasar lo que parecieron pocas horas reflexionando comenzaron a escucharse los primeros pasos de la mañana. Entonces, la pequeña suspiró y trató de darse ánimos a sí misma en sus pensamientos. Después de todo esa noche definiría su futuro, escaparía o moriría en el intento, pero no seguiría allí lamentándose. Eso no le había servido de nada en esos cinco años.
Cuando llegó su turno no lloró, ya nunca lo hacía. Había aceptado su realidad y aprendido a convivir con el dolor que le producían los intentos de, según esos hombres, "mejorarla". A pesar de todo, el pensar en la noche ayudaba a la niña a sentirse ligeramente mejor. Lo lograría, o eso se estuvo repitiendo mientras las descargas eléctricas pasaban por todo su cuerpo.
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Una vida amándote (Gray Fullbuster x OC)
Hayran KurguHabía pasado gran parte de su vida mirando esas cuatro paredes: frías, oscuras y sin vida. Desde hacía años sentía que su pecho se oprimía, que jamás hallaría la salida a ese mundo y, mientras opacaba su tristeza con ira, buscaba escapatorias. Reco...