- HÁBITOS Y CRÍA DEL ZORZALINO VIPERINO -

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Parte 2


Es impresionante que, en mis años de cría y educación de Vesperion aun en aislamiento de sus semejantes salvajes, él manifiesta rasgos marcados con sus congéneres, aunque no los conozca y yo me convirtiera en el sustituto de sus padres, estos atisbos silvestres se presentan en menor grado, porque carece de la misma agresividad territorial a favor de entender una jerarquía de obediencia inquebrantable. Le he premiado la razón sobre el instinto, aunque sea ilógico para un animal de orígenes tan silvestres, pero en palacio no hay lugar para la fuerza sobre la razón y más aún para un animal sin control, su vida aquí depende del aprendizaje no de sus impulsos, aun así, sin importar qué, la naturaleza fue más fuerte para algunas cosas de su carácter, de lo que yo pude llegar a hacer en él.


La señorita Fio a pesar de carecer de mis resistencias o la altura, ha logrado apañárselas y adaptarse a las circunstancias, no ha necesitado usar los zapatos de dedal para cubrirle las garras y los espolones por protección, y tampoco en todos los años a mi servicio a usado el antisuero que le he entregado desde los inicios de su utilidad, porque aún cuando es instintivo de Vesperion desafiar a cualquiera que vulnere los 10 metros de su ruidosa advertencia, la señorita Fio solo tiene que inclinarse levemente para disuadir cualquier intento de combate, aunque en mis largas ausencias la señorita Fio menciona que "rara vez" se ha visto desafiada y solo ante mi presencia es que él se pone exigente.

Tanta es la confianza que Vesperion transmite con la señorita que ella misma ha podido pedirle "favores pequeños" pues, aunque con orgullo se reúsa a ser un animal de carga incluso para mí, fuertes son mis sospechas de una conspiración orquestada por la "alianza felino aviar", pero la señorita Fio no se ha dado cuenta como yo, que él no es un buen mentiroso, ya que más de una vez soy capaz de presenciar que es apto de entender órdenes simples, diferenciar colores, formas y personas, incluso puedo intuir que es capaz de reconocer a alguien por su forma de caminar o los manierismos. Pero desconozco si tales conocimientos son útiles en su supervivencia en lo salvaje o es parte de mi enseñanza y adoctrinamiento, sea como fuere, debo decirle a la señorita Fio que no le dé más serpientes de Catachan como premio tan seguido y de esa manera disolver lentamente desde la raíz la "coalición de gatos y aves" para derrocar a un custodio.

Acostado en la cama de sus aposentos, incapaz de cerrar los ojos, lee ávido las páginas de un diario sin nombre y de caratula negra, acomoda la cinta dorada en la última página que ha podido leer cerrándolo con cierto pesar, pues al dedicarle mirada al ave enjaulada, acentúa lo que lleva ocurriendo día tras día en un "sin descanso" que roza lo espeluznante, el ave no deja de mirarlo, y si no fuera necesario tomar agua, podría continuar casi en perpetua vigilancia, esperando el descuido de su nuevo señor, con intenciones homicidas.

- ¿Yo? Claro que puedo vivir sin dormir ¿pero tú? O sea, aquí el hermano Artem describe lo "inteligente que eres" - le enseña al ave el diario negro a modo de gesto- y deberías saber que un custodio no negocia con prisioneros, pero ¿realmente lo eres? ¡Mírate! Atacaste a tu único aliado y el hermano debió ser efectivo disolviendo la herejía de tu alianza con los gatos ¡así que ni cuentes con ellos! No comes, no duermes, apenas tomas agua ¿todo para qué? Porque si he cerrado los ojos ligeramente solo he despertado por el sonido de tus incesantes intentos de escape, y desconozco como has logrado destruir los 3 candados que venían con tu jaula... ¿pero sabes qué? - señala los cerrojos de la jaula- ¡Esta vez voy ganando yo! El candado nuevo es de armamento industrial y deberías dar gracias al Emperador que no explota. - con fría calma se aproxima a la jaula para demostrar dominancia y su mal humor al cautivo, pero, aunque Musan no se inmutó, la distancia fue suficiente para enardecer al ave que apoyó su peso en la jaula y encajó sus patas en los barrotes de su prisión con fuertes y obvios deseos de guerra. Por tanto, aunque el barullo fuera insoportable le dedica unas palabras más al condenado antes de retirarse por su deber – ¡Deberías aprovechar en mi ausencia para meditar obediencia y sumisión! Porque al volver te obligaré a comer, así tenga que meterte un embudo en el gaznate.

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