Un extraño secuestro, una muerte inesperada, un tatuaje, una cárcel, nuevas amistades y una misteriosa puerta harán que Álex viva su peor pesadilla.
Una llamada. Un acto tan simple cambió totalmente la vida de Álex. Tras ser secuestrada por un desco...
El destello de las luces le hace imposible poder abrir los ojos. Pasan segundos hasta que por fin consigue agudizar la vista. A su alrededor, pudo ver el interior de lo que parece una furgoneta, solo que esta tenía el techo cubierto por un cristal que permite el paso de la luz.
Ya es de noche y las farolas alumbran todo a su paso. El sonido de los vehículos circulando veloces por la carretera retumba en sus oídos, y para colmo, se escuchan gritos de una persona en la parte delantera. En ese momento, comienzo a recordar. Ella no había llegado allí por su propia voluntad, sino que una figura que no logró reconocer le golpeó al abrir la puerta de su casa. Pensó en su madre, en lo preocupada que debe de estar cuando vea que no está en casa; y en su seguridad, ya que hasta la mañana siguiente, nadie sabrá que no se encuentra segura en su hogar.
Los gritos de la parte delantera cesan, y Álex busca algún hueco para descubrir quién la tiene prisionera en aquel vehículo. Mueve algunas cajas, hasta que encuentra una pequeña verja de metal tras ellas. Intenta moverla haciendo el menor ruido posible, consiguiendo así abrir un hueco desde el que se puede ver al conductor. Asoma todo lo que puede la cabeza por aquel minúsculo agujero y consigue ver que sus predicciones eran ciertas, ya que la persona que se encontraba conduciendo aquel vehículo era un hombre, solo que no tan mayor como ella creía, ya que el chico aparentaba su edad o como mucho dos años más que ella.
Puede ver como el desconocido encendía una pequeña radio y, acto seguido, buscaba una emisora para poder escuchar.
Para sorpresa de la chica, no era una radio cualquiera, ya que no desprendía ningún tipo de música. Tras mover unos cuantos botones, una voz masculina—esta vez mucho mayor a la suya—se hizo paso en el aparato.
Álex intentó meter la cabeza un poco más para intentar escuchar parte de la conversación.
—¿Tienes el paquete?—preguntó la voz del hombre de la radio.
—Sí, señor. Voy camino hacia la base, y por ahora no ha habido ninguna complicación.
Según pudo deducir, el paquete era ella, así que la llamada que recibió antes de terminar en aquella furgoneta no era un error, sino que aquel señor estaba hablando en clave.
El chico y el señor de la radio bajaron la voz, así que por más que se esforzase, no pudo escuchar nada más.
Tapó de nuevo el hueco con la verja y colocó las cajas en su sitio. Logró hacerlo todo sin levantar sospechas, así que pensó que quizá tendría alguna posibilidad de escapar de allí. Buscó algún lugar por el que salir, y solo encontró dos posibles salidas: una de ellas, sería la puerta, aquella cosa que inventó un señor o señora que ella desconocía y que se usaba para salir de los sitios. Fue gateando hasta ella e intentó empujarla para abrirla, aunque no obtuvo el resultado que ella deseaba, ya que estaba cerrada con llave. En ese caso, solo quedaba una opción: el cristal del techo. Lo único malo es que aquella salida tenía dos inconvenientes; uno, tendría que romperlo para salir, cosa que le supondría hacer ruido, aunque era su única salida; y dos, que no era lo suficientemente alta para alcanzarlo. Maldijo interiormente a su metabolismo por no hacerla más alta y pensó en otra—de las muchas que tuvo que pensar hasta el momento—idea para alcanzarla. Inspeccionó todo su alrededor, y vio que su respuesta estuvo ante sus ojos todo ese tiempo.
Movió de nuevo todas esas cajas que tapaban la verja por la que espió a su secuestrador y las colocó una a una bajo el cristal que hacía de techo.
Todo iba bien hasta que empezó a subir por las cajas, como lo hacían los monos por los árboles. Le temblaban las piernas y eso hizo que las cajas empezasen a tambalearse, lo que produjo que lo que contenía en su interior comenzase a moverse.
El vehículo comenzó a frenar, hasta que quedó totalmente parado. Eso era una buena señal, ya que si el conductor se bajaba de la furgoneta ella podría escapar fácilmente.
Tal y como ella dedujo, el chico que iba conduciendo se bajó del vehículo. Una vez escuchó cómo la puerta delantera se cerró, empezó a subir más deprisa por la torre de cajas que acababa de construir. El ruido comenzaba a hacerse mayor, aunque no le importó ya que se encontraba sola. O eso creía hasta que sintió cómo se habría la puerta trasera por la que ella había intentado escapar minutos antes, apareciendo un chico tras ella. Nada más verla, quedó sorprendido ante lo que estaba intentando hacer. Rápidamente, subió al maletero y tiró las cajas para que la chica cayera al suelo; aunque no fue así, ya que el chico la cogió para que no sufriera daño alguno. Se quedaron así unos segundos, hasta que Álex comenzó a moverse para escapar de los fuertes brazos del chico. Tras varios intentos, lo consiguió, sorprendiéndose a sí misma por la fuerza que poseía.
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