La Suicida

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08.

Viernes, 5 de mayo de 2017

Rápidamente, Álex se abalanzó hasta el filo de la azotea. Al mirar hacia abajo, comenzó a marearse un poco. Al ver que el hombre se acercaba, comenzó a decir:

—¡Atrás! No se acerque o sino...

Hizo ademán de caerse para advertir de lo que era capaz. Estaba cansada de que todo el mundo hiciese con ella lo que quisiera, así que decidió tomar las riendas del juego.

—¡Vale! No te haremos nada, pero no te tires—dijo el hombre del helicóptero.

—O voy con Álvaro, o me tiro.

El hombre que quería llevarse a Álex hizo una mueca graciosa.

—Sé que no eres capaz, Álex. Te conozco más de lo que crees.

El corazón de la chica dio un vuelco inesperado. ¿Cómo sabía su nombre aquel hombre? Intentó hacer memoria y recorrió todos sus recuerdos en busca de alguna pista de aquel señor, pero, desgraciadamente, no encontró nada.

—Eso es mentira, sé que me está engañando. Usted no me conoce.

—Yo no diría eso señorita, sí que te conozco, y tu a mi también.

Eso era imposible, Álex no tenía ni idea de quién era ese hombre.

—Puedes ir con Álvaro si quieres—prosiguió diciendo—, pero creo que no te va a gustar mucho lo que encontrarás a su lado.

¿A qué se refería aquel hombre? Sí, Álex se sentía insegura al lado del chico, pero era el único al que al menos conocía un poco.

Álex bajó de la azotea rodeada por los tres hombres. Los dos a los que apenas conocía se dirigieron en dirección contraria a la que ella había tomado junto al chico. Caminaron por un largo pasillo que les condujo hasta un pequeño aparcamiento.

—Por favor dime que no tenemos que hacer otro viaje. Estoy cansada de todo esto, de no saber a dónde voy o con quién.

Inevitablemente, Álex se derrumbó en el suelo y varias lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. Álvaro, al ver el estado de la chica, se arrodilló y le secó las lágrimas de sus ojos.

—Joder, tranquilízate; sé que no entiendes nada y que quieres volver a tu vida normal, pero...eso no va a poder ser.

—¿Por qué?

—Lo siento, me encantaría poder decírtelo, pero no soy el indicado para hacerlo. Vamos, levanta, tenemos varias horas de viaje por delante. Cuando lleguemos comprenderás todo.

Acto seguido, los dos se levantaron del suelo y volvieron al coche.

Al cabo de dos horas, llegaron a las afueras de la ciudad. Todo estaba desierto, ni carreteras, ni sonidos, ni gente. Aquello le recordó a la primera vez que se montó en el helicóptero.

—¿Qué decías? ¿Que lo iba a comprender todo? Pues siento decepcionarte, pero no entiendo nada.

El chico la ignoró, y continuó con el coche por un pequeño sendero. Llegaron hasta lo que parecía un antiguo motel de carretera, más alto de lo normal. La fachada estaba bastante deteriorada, y la puerta de entrada, echa en madera, estaba roída por los animales de la zona.

Tras salir del coche y pasar aquella puerta, entraron a un ascensor. El chico pulsó uno de los botones, y en apenas un minuto, llegaron a la penúltima planta. Al principio, Álex pensaba que se encontraría un lugar oscuro, vacío y perfecto para que alguien pasase sus últimas horas siendo torturado, pero nada fue así.

Contempló asombrada el pasillo sacado de un hotel de lujo. Cada habitación con su número, cada una con su tarjeta... Le pareció impresionante que, tras haber estado viajando en una furgoneta mientras era secuestrada, estuviese en un sitio como aquel.

Álvaro le tendió una tarjeta junto a una pequeña mochila.

—Dentro tienes ropa suficiente para dos días y todo lo que necesites puedes pedírmelo. También hay un pequeño walqui talqui con el que puedes hablarme si lo necesitas. Solo podrás comunicarte conmigo y nadie escuchará nuestra conversación.

Tras un asentimiento de cabeza, Álex usó la tarjeta para entrar a la que sería su habitación durante los próximos dos días.

"¿Y después de dos días, qué pasará?", se preguntó a si misma.

Pasó a la habitación, y, de nuevo, volvió a sorprenderse. El pequeño lugar estaba dividido en dos espacios, una habitación y un baño. En la primera, había una espaciosa cama rodeada por unas cortinas, como aquellas con las que soñaba Álex desde pequeña. Unas cortinas con estampados florales tapaban unas extensas ventanas. Al lado de estas, había una mesa-escritorio junto a una lámpara y una televisión. Por otro lado, en el baño, se hallaba una bañera junto a un amplio espejo, un tocador y un aseo. Todo lo necesario para vivir una vida de lujo. Lástima que no fuera a ser así.



 Lástima que no fuera a ser así

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~Nuria

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