Misterio

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03.


Miércoles, 3 de de mayo 2017

Saltó veloz del vehículo aprovechando la distracción que había generado en el chico. No le importó no conocer su nombre, ya que gracias a su ingenio y rapidez conseguiría regresar sana y salva a su hogar.

Echó una mirada rápida hacia atrás para comprobar si la estaba siguiendo, y efectivamente, el chico corría veloz—puede que más que ella—para intentar alcanzarla. Asustada, Álex intentó correr un poco más, aunque sus piernas ya estaban lo suficiente cansadas para que el chico la alcanzase en cuestión de segundos. En ese momento, decidió usar su ingenio, buscando algún lugar en el que esconderse. Volvió a mirar hacia atrás y vio que al chico apenas le quedaban unas cuantas zancadas para alcanzarla. Buscó el escondite más cercano, y corrió lo más rápido que pudo hasta quedar detrás de uno de los coches que había en aquella zona de descanso. Se puso en la parte trasera del vehículo y se agachó para no ser descubierta.

Dejó de sentir los pasos del chico tras ella, así que decidió mirar por su derecha para ver si aún la seguía. Volvió tranquila a su posición tras comprobar que allí no había nadie, aunque esa tranquilidad no le duró mucho. El chico se encontraba de pie, a su lado, lo que le provocó un susto cercano al infarto (o eso pensaba ella).

El chico, veloz como el rayo, la cogió entre sus brazos y comenzó a caminar de nuevo hacia la furgoneta en la que iban. Álex intentó resistirse todo lo que pudo, pero al final se rindió al comprobar que le sería imposible superar la fuerza con la que chico que la sostenía.

En ese momento, le entraron ganas de llorar. El chico lo notó y la mandó callar.

—Mira bonita—dijo él con su estremecedora voz—, por aquí pasa mucha gente y no me gustaría que pensasen que te estoy haciendo algo malo, ¿entiendes?

"Claro, como me está llevando a una playa para unas vacaciones de cinco estrellas, la gente no puede pensar que me estás secuestrando", pensó ella.

El silencio de la chica comenzó a irritarlo, así que continuó:

—Te dejaré ir en el asiento del copiloto si te plantas una sonrisa en esa cara tan bonita que tienes hasta que lleguemos a la furgoneta—pronunció sin despegar la vista del frente.

Sin decir nada ante las intimidantes palabras del chico, Álex comenzó a sonreír todo lo mejor que pudo, aunque más que una sonrisa parecía una mueca.

La poca gente que quedaba a su alrededor los miraba felices, como una pareja de enamorados que iban de viaje; aunque en realidad era todo lo contrario, una pareja de desconocidos que tenían una misión: ella escapar, y él, impedirlo a toda costa.

Así fue como llegaron hasta la furgoneta sin levantar ninguna sospecha. Misterio—como decidió llamar al chico, ya que al final tendría que seguir con él y desconocía su nombre—caminó con ella en brazos hasta la puerta trasera, aunque Álex fue más lista y se bajó de sus brazos al descubrir sus intenciones.

—Yo voy delante. Un trato es un trato, ¿no?

—Vaya, pensaba que te había comido la lengua un gato.

Misterio la ignoró y abrió la puerta del maletero.

—Sube.

Álex sacó su lado testarudo y negó con la cabeza.

—Bien, como quieras.

Al ver cómo Misterio se acercaba, abrió la puerta delantera—suerte que esta estaba abierta—, retando al chico.

—Con que esas tenemos, eh. Bien, puedes subir delante, pero como intentes hacer algo para huir volverás detrás, así que...

El chico metió la mano en el bolsillo que tenía su chaqueta y sacó unas esposas. Álex captó enseguida lo que se jugaba, así que decidió ser buena y esperar un poco más para escapar. Así, mientras estuviese con Misterio, podría descubrir qué quería de ella y a dónde se dirigían.

Asintió y se subió en el asiento delantero.

Una vez estuvieron los dos en el interior del vehículo, comenzaron de nuevo el viaje con destino misterioso, al igual que aquel chico. Su tez, blanca como las nubes, iba siempre tensa, tal vez por el incordio que estaba siendo o por la costumbre de hacerse el duro. Su cabello era de un color negro azabache, parecido al de Álex, solo que el de esta era más rizado que el del chico. Sus ojos, iban siempre fijos en la carretera, y rara vez giraba durante apenas unos segundos su rostro para comprobar que la chica no hiciese nada que no debía y que podría perjudicarlo; aunque pudo ver tonos azul marino en aquellos iris concentrados.

La chica, aburrida de tanto tiempo de viaje en aquella furgoneta, se fijó en la radio que horas antes había servido de medio de conversación entre Misterio y aquel señor del que desconocía su procedencia. Intrigada, intentó averiguar algo que le fuese útil para saber lo que querían de ella aquellas personas.

—¿Cuál es tu nombre?—preguntó intentando entablar una conversación sin levantar sospechas—. Nunca lo mencionaste.

"...y preferiría no tener que llamarte Misterio", calló.

—Álvaro—respondió cortante—. El tuyo ya lo sé.

—¿Qué vas a hacer conmigo? Si conoces mi nombre y dónde vivo es porque quieres algo de mi.

—Más bien te necesito si no quiero perder el cuello.

Misterio, o mejor dicho, Álvaro, la miró por última vez y regresó la vista al frente para terminar la conversación, cosa que Álex ignoró y continuó diciendo:

—¡Qué radio tan bonita!—mintió, omitiendo el hecho de que ya conocía su función—¿Puedo encenderla?

La chica acercó la mano hacia el interruptor del aparato, pero antes de que le diese tiempo a encenderla, su mano ya había sido apartada por la del chico.

—No puedes tocar eso.

—¿Por qué no?—preguntó la chica impaciente, conociendo ya la respuesta a su pregunta.

—Porque no.

La mandíbula del chico volvió a tensarse tras pronunciar aquellas palabras. Sin duda, le había molestado que su paquete fuese tan curioso.

—Volveré a preguntar, a ver si esta vez consigues responderme con algún argumento. ¿Por-qué-no-pué-do-to-car-la?—insistió ella, pronunciando sílaba a sílaba.

La paciencia de Álvaro comenzaba a terminarse, y al ver cómo resoplaba ante su pregunta decidió que era momento para intentar escapar.

La paciencia de Álvaro comenzaba a terminarse, y al ver cómo resoplaba ante su pregunta decidió que era momento para intentar escapar

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~Nuria.

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